Akasha 2

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—Válgame Dios, Antonio —dice Bruno mientras se persigna—, inventaste la máquina del tiempo.

—Por ahora solo podríamos escuchar y quizá mirar el pasado. Quien sabe más adelante si se podría también acceder al futuro.

—¿Al futuro, Antonio? ¿cómo sería eso posible?.

—Durante mucho tiempo hemos abrazado la idea de que tenemos libre albedrío. Pero quizá sí, ya esté todo escrito. Los deterministas hablan de eso, de que está todo dado. Para vos, ¿a qué crees que venimos a la vida?

—Para experimentar la creación del Señor, Antonio, cualquier seminarista podría responder eso.

—Así es, y a aprender de esa experiencia. A fines prácticos, el determinismo funciona de igual manera.

—¿Pero vos decís que ya está todo dado? ¿y si yo me quedo sentado esperando a que me pase la vida?

—Hacé la prueba, seguro te aburrís al rato y te levantás; y si te quedás sentado hasta el fin de tus días de todas formas podría haber estado escrito también. Encierra cierta poesía si te lo ponés a pensar. De algún modo te quita el peso de sentir que tenés que hacer algo trascendente con tu vida. Sería como mirar una película en primera persona, como subirte a un carrito de montaña rusa y vivir la experiencia. En muchas creencias hablan de que el presente, el pasado y el futuro existen simultáneamente. Para explicar esto algunos otros dicen que el tiempo es un sentido físico.

—Vos estás loco, Antonio.

—Hacé este ejercicio mental conmigo. ¿Qué es lo que determina el paso del tiempo, la rotación de la tierra, el día y la noche?

—Puede ser, no sé, nunca me lo puse a pensar.

—Pero no, pensá si la tierra estuviese quieta, yo igual podría ver que una persona camina de un punto A a un punto B y podría decir que cuando estuvo en el punto A fue anterior a cuando estuvo en punto B, ¿cierto? —Bruno asiente—. Podríamos pensar entonces que el movimiento de los objetos o los puntos de referencia determinan el tiempo, pero tampoco. Imaginate que estás en el espacio profundo, y solo ves negrura, nada se mueve. ¿Se detuvo el tiempo? —Bruno se encoge de hombros—, no, tampoco. Porque podrías tener una secuencia de pensamientos y sabrías que el pensamiento A sucedió antes que el B. Entonces mientras haya pensamiento va a existir el tiempo, y el pensamiento lo experimentamos con la mente. En un plano no físico, de no mente, no existe el tiempo, Antonio, todo sucede al mismo tiempo. Es como el rollo de una película o un libro, cuando lo tenés en la mano está todo ahí al mismo tiempo, pero si pones la película en un proyector la podés ver de manera lineal. Ese lugar donde está la película en un rollo, es el plano de la no mente, y el proyector: la mente.

—Todo esto son fantasías, Antonio, y no está alineado con nuestras creencias, es absurdo.

—Toda las fantasías que quieras, Bruno, pero acabás de escuchar tu voz traída del pasado.

—Esto está muy mal, Antonio, esto podría poner en riesgo a la Iglesia. ¿Y si la historia no es como la contamos?

—La historia no es como la contamos, vos lo sabés.

—Y entonces, ¿por qué lo hacés?

—Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha sentido la presencia de alguna entidad superior, algo sobrenatural y poderoso que castiga nuestras malas acciones y nos recompensa por las buenas. Durante miles de años vivimos bajo este condicionamiento, bajo esa mirada escrutadora que todo lo controla, lo castiga o lo premia, la furia de Yavé, el Dios vengador según el viejo testamento. Pero a medida que pasó el tiempo, se fue perdiendo esta sensación de sentirnos observados, al punto tal de que hoy ya nadie piensa en las consecuencias que sus actos puedan ocasionarle. La gente ya no le teme a Dios, la gente ahora cree en la ciencia, en la tecnología. La tecnología es el nuevo Dios.

—A los de Roma no les va a gustar una mierda tu discurso. —Niega con la cabeza.

—Roma no se va enterar.

—Yo no puedo dejar que esto pase, Antonio, lo siento. Ya mismo voy a hablar con nuestros superiores —dice Bruno y gira hacia la puerta.

—Esperá —dice Antonio y lo toma de la muñeca. Bruno lo mira, intenta zafarse—. Me imaginé que podrías decir eso. —Saca un cuchillo de entre su ropa, lo levanta ante la mirada atónita de Bruno y lo clava en su pecho—. La verdad nos hará libres.

La MallaWhere stories live. Discover now