Capitulo 7: Recuerdos (suspenso)

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Aun lo recuerdo, como si fuera ayer. Se vivía el invierno más frío visto hasta ese entonces, y me encontraba sentado junto a mi perro, frente a la chimenea de nuestra pequeña casa, esperando a mis padres como de costumbre. Los días viernes volvían juntos del trabajo para preparar la cena, pero aquel día algo había ocurrido, algo que cambiaría nuestras vidas para siempre. 

Mis padres solían ser los más alegres del mundo, y siempre me compraban lo que yo quería—ser hijo único tenía sus ventajas—. Mi madre, mujer trabajadora de 37 años, se dedicaba al planchado de ropa en una pequeña tienda ubicada al Oeste del pueblo, y mi Padre de 40 años, era un leñador que trabajaba en el aserradero principal, ambos muy reconocidos por la comunidad religiosa, debido a su activa participación. 

Todos los viernes, sin excepción, mi madre preparaba la cena, mientras mi padre y yo veíamos los dibujos animados en la TV. Posterior a la cena nos juntábamos en una pequeña mesa al lado de la chimenea a jugar a las cartas, era mi día favorito de la semana y lo esperaba con mucha emoción, pero aquel día ellos llegaron con una mirada diferente, algo había cambiado en ellos, me percate apenas entraron por la puerta principal. 

Esta vez mi madre preparó la cena en silencio, no hubo dibujos animados, solo el noticiero de la tarde que veía papá el resto de la semana. Después de cenar, no hubo juego de cartas, ni risas, ni cariños. Mi mamá se fue a lavar los trastos sucios y mi papá continuo viendo las noticias, algo cambió en sus miradas. 

No tuve más remedio que jugar al solitario, con el único amigo que me acompaña en el invierno, mi perro Goliath. Afuera estaba nevando y el viento era tan fuerte que se perdía la señal del televisor de vez en cuando, por lo que papá debía salir y subir al tejado para arreglar la antena.

Avanzaban los minutos, las horas y ya era tiempo de ir a la cama, por lo que esperaba me vinieran a buscar para llevarme a dormir, lo cual no ocurría, ninguno de los dos venía a amenazarme para ir a mi habitación, sin embargo los escuchaba susurrar y discutir en voz baja desde la cocina. La chimenea que a esa hora ya estaba apagada, aún mantenía el calor de la sala con los últimos trozos de madera convertidos en carbón. Lo último que recuerdo de ese día, fue ver a papá y mamá delante de mí y luego un destello muy fuerte...sí, eso fue lo último en mi memoria antes de cerrar los ojos. 

Cuando desperté, ya no sentía cansancio, al parecer el sueño había sido bastante reparador. Me levanté de la cama y como todos los sábados bajé a desayunar, sin embargo la televisión estaba apagada en la sala, recorrí el resto de la casa buscando a mis padres, pero solo estaba mi perro Goliath recostado sobre mi ropa sucia al lado de la caja de mis juguetes. Me acerqué a él por la espalda para sorprenderlo pero no reaccionó, se veía bastante triste, cuando siempre había sido muy juguetón. De pronto se levantó de golpe y corrió con tantas ganas que abrió la puerta trasera de la casa de un solo golpe. Lo seguí corriendo a toda prisa, Goliath era muy rápido y casi no podía llevarle el paso, fueron cerca de 5 cuadras, pero para mi sorpresa no me sentía cansado. De la nada el perro se detuvo, había muchos vehículos estacionados, de pronto siguió corriendo, mientras me daba cuenta que habíamos entrado al cementerio del pueblo. Goliath a paso más lento, avanzaba por el sendero hasta el centro del lugar, a lo lejos se veía mucha gente reunida, todos con sus vestimentas negras, como era de costumbre en un entierro fúnebre. 

Cuando alguien del pueblo moría, iban casi todos sus habitantes al funeral, después de todo era un lugar muy pequeño. Comenzaba a distinguir algunas personas conocidas, amigos de mis padres, vendedores de los distintos locales, pero cuando vi a mis compañeros de curso sentí algo en mi interior, mi corazón estaba muy acelerado y un miedo inmenso me recorrió el cuerpo, mientras pensaba << ¿habrá muerto algunos de mis compañeros?>> Quizás alguno de mis mejores amigos y por eso mis padres no me avisaron, para evitar mi sufrimiento. 

Miré desde la distancia junto a Goliath. El miedo a saber quién había muerto impidió que me acercara más. Poco a poco la gente se retiraba y cuando no quedaba nadie, tomé la determinación de acercarme, para ver quién era la desafortunada persona que había perdido la vida. Cuando finalmente miré la lápida sobre la tumba, quedé aterrado, paralizado en un instante, mis lágrimas no dejaban de brotar, no podía contenerme, no sé cuánto tiempo estuve así, pero fue el suficiente como para que el sol se ocultara y cayera la noche. Por suerte Goliath no se apartó de mi lado, mientras juntos contemplábamos mi tumba, así es, aquel había sido mi funeral y mis padres me habían asesinado.

Crónicas FantásticasWhere stories live. Discover now