▘27_Hölle (Parte II)

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No tenía más opción que confiar y esperar a que Petra regresara

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No tenía más opción que confiar y esperar a que Petra regresara.

Me entretuve en detallar cada centímetro del lugar, incluso revisé entre los muebles y bajo el asiento buscando micrófonos escondidos o algo fuera de lo normal. No había nada y para calmar mis nervios me serví más whisky.

Bebí a cortos sorbos intentando pensar con claridad.

Si la tal Claudia era prostituta, informante o las dos, era obvio que existía una posibilidad de que las otras chicas también pertenecieran a ese círculo. Pensar que, cuando estaba investigando sobre el primer artículo, me pareció un insulto considerar a la chica del río como prostituta. Era muy posible que lo fuera y que, como las otras, estuviera metida con las personas equivocadas.

La pregunta real era: ¿por qué algunas muertes eran tan similares? ¿Las mismas personas habían estado involucradas con las chicas? ¿Habrían descubierto lo que no debían de esas personas? ¿Estaba buscando a un asesino o a varios?

Ya no sabía ni lo que estaba buscando y otro vaso de whisky no ayudó a pensar.

Creí meterme en esto para exponer a la policía o a quien estuviera intentando ocultar un asesinato. Ahora estaba en un club de prostitutas sin mucho más que la incertidumbre de porqué estaba haciendo esto. La impulsividad era mi peor enemigo y hace mucho la mierda me llegaba al cuello.

La puerta se abrió llamando mi atención.

En vez de Petra, apareció una chica. Llevaba el cabello castaño al nivel de los hombros y una mirada asustada. Sus ojos eran azules e inmensos resaltando con un maquillaje cargado y oscuro.

Su ropa no era nada adecuada para alguien de su edad, una versión miniatura de los trajes de vinilo de los strippers y camareros de afuera. El short, pequeño y ajustado, se acomodaba a sus poco formadas caderas y el corpiño cubría unos pequeños pechos. Su cuerpo era el de una niña, su rostro, el de una asustada.

¿Qué demonios hacía una niña ahí?

Petra entró detrás sosteniéndole por los hombros y le ordenó que tomar asiento frente a mí.

—Tranquila, Annika —dijo la mujer manteniéndose junto a la puerta—. Ella no es cliente.

¿Cliente? ¿Qué demonios?

Los hombros de la niña se relajaron, pero se resistió a verme a los ojos.

Detallé su cuerpo delgado. Dudaba que llegara a los 16 años de Gabrielle y me parecía tener en frente a la hermana de mi mejor amiga en un club donde no se hacía nada normal ni para las más retorcidas mentes.

Kikimora © [COMPLETA]Where stories live. Discover now