Prólogo

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—Vamos, fotógrafo, este podría el recuerdo más arriesgado que podrías tener en esa cabecita de marginado —imploró Max.

—Ni loco, jamás. ¿Qué hago si me denuncian porque sin querer llamo a una vieja amargada y sin vida? Yo me debo hacer cargo de lo que hice y quién sabe si me encierran o qué. O sea, ja-más —deletreó el castaño en forma de diva.

¿Pero qué se pensaban? ¿Que él iba a hacer semejante cosa; tan grande pavada? No, señores, el ojiazul no se hacía deshonrar.

«De todas maneras, mientras no lo haces, te deshonras. Imagínate: toda la escuela se enteraría del gran riesgo que corriste. Vamos, que quieres que te noten, bro».

Mierda, tenía razón… es cierto, debía hacerlo, no podía dejar humillarse así, tenía que demostrar que no era un marginado y además, vamos, a los diecisiete debes vivir la vida loca o eres un bicho raro.

Y sabes que es verdad.

—Hey, Max, espera —llamó él. El rubio se dio la vuelta, sonriendo triunfadoramente. El castaño se acercó hasta él, y lo miró a la cara—. Iré y haré lo que me dijiste, pero a cambio, quiero que si pasa algo inesperado, te hagas cargo de la situación como buen hermano mayor que eres, ¿sí?

—Promesa Jhonson, bro —prometió Maxwell.

—Más te vale, wey.

(…)

—¿Aloh? Si eres el viejo gordo y pajero de la esquina, te dije que no, ninfómano de mierda y además pedófilo, es que ni vida tienes, wey —sonó una voz de muejr dulce y clara al otro lado de la línea. Oh, Dios, disculpa al ojiazul por haber tomado tantas bebidas y no saber qué decía.

—Hello, lady, I am Nicholas Cage from películas famously of Hollywood. Quiero sex, babe. How edad are you, lady? —preguntó ahora el borracho Jhonson formulando y mezclando mal el idioma.

—¿Eres idiota o estás borracho? Que la voz de marica que tienes no se parece nada a la de Nicholas Cage, vete a hacer pajas a otro lado, deja de molestarme —habló la chica.

—¡Espera! Antes de que me cortes, ¿quieres hacer el amor con Migo? Migo es lindo, tierno y bueno, te tratará bien y apapachará. ¿Quieres o no? —todos los que estaban alrededor del chico comenzaron a reír, esto de la broma telefónica era bueno; y que hablara un borracho, ni te imaginas.

—No te salvarás de esta, maldito borracho —declaró la “dulce” joven antes de cortar.

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