Treinta y seis

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—¿Nick? —llamó Bee cuando guardé el teléfono, hice un sonido parecido a un «uhm» en tono de pregunta y giré a verla—

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—¿Nick? —llamó Bee cuando guardé el teléfono, hice un sonido parecido a un «uhm» en tono de pregunta y giré a verla—. Quiero presentarte a alguien.

—¿Aquí? —pregunté mirando alrededor. Nos encontrábamos en el pasillo de las habitaciones, de camino a reencontrarnos con los invitados de la recepción; así que cuando ella asintió, supe que tal vez demoraríamos un poco más en reunirnos con los demás.

—Sí. A mi mamá.

Abrí los ojos en forma de asombro.

Bee era reservada con muchos temas, entre ellos, su madre. No hablábamos mucho más de lo que ella me contaba. Sabía que era difícil para ella y toda su familia.

Pero algo cambió aquel día que nos sinceramos. Ella quiso que conociera a su mamá.

La seguí de nuevo mientras me daba algunas indicaciones sobre qué debía y no debía hacer. Indicó que no hiciera ruidos bruscos, porque podía asustarse y desencadenar un ataque de ansiedad.

Bee abrió la puerta con delicadeza, encontré una bonita habitación. Podía apreciar algunos cuadros familiares, varios de Bee cuando era más pequeña, sonreí al verlos. En el medio, una cama similar a las que se encontraban en los hospitales, ahí estaba ella. Dormía de forma plácida.

Se acercó a su madre, acarició su cabello con suavidad y le dio un pequeño beso en la mejilla. Yo me mantuve en la puerta de la habitación, pero observaba cada movimiento que daba. Y de pronto, cuando Bee se iba a levantar, su mamá tomó su mano y la acercó más a ella.

—Bee —Su mamá la llamó bajito.

—Hola, mami. Vuelve a dormir, descansa, ¿sí? —le dijo mi amiga.

—¿Quién es ese chico? —preguntó, Bee rio mirándome.

—Es mi mejor amigo. Es Nick.

—Nick. Bonito nombre. —Asintió, no me miraba, pero me dejó una sonrisa en el rostro.

Y volvió a acomodarse para seguir durmiendo. Esa fue toda la conversación que tuvimos, no pude responderle, porque Bee salió junto a mí. Me alerté cuando la vi con los ojos cristalizados, pero solo cerró la puerta y empezó a respirar, estaba tratando de no llorar.

—Bee...

—Hace días que no hablaba, el doctor dice que suele pasar, pero es difícil, Nick. Solo... No me esperaba que hablara y dijera mi nombre. Creo que no debí entrar —habló rápido, casi sin respirar. La rodeé entre mis brazos sin saber qué hacer—. Perdón, Nick. Es solo que a veces pienso que esto no es real, y que mamá abrirá la puerta de mi habitación con un nuevo libro, como solía hacer, preguntando si les gustará a sus alumnos. Haciéndome participar del tema.

—No sé qué decir, Bee. Lamento lo que está pasando.

—Yo también, pero no es necesario que digas algo. No sientas que debas hacerlo. Gracias por estar aquí, realmente estoy feliz de que hayamos aclarado las cosas. —Se quitó las lágrimas y me mostró una leve sonrisa. —Voy a lavarme la cara, si quieres ve con los chicos, te alcanzo enseguida.

Luces, música y acciónWhere stories live. Discover now