Mi musa yace desamparada en el piso, no se mueve, no habla, solo está allí: dudando si existe o no. Mi musa no quiere ser amada, ni adorada, se cansó de mis sentimientos, de acompañarme en mis lamentos, se cansó de mí, y lo más triste es que la entiendo. ¡Oh, mi musa lo siento!, yo nunca quise esto, si te dañé me arrepiento, por hacerte sufrir sin aliento, aun así te llevaré en mi pensamiento, amándote en secreto y desde adentro, serás mi musa rota y yo tu poeta descompuesto.