Epilogo

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Su vista se hacía borrosa mientras soltaba sus últimos alientos en una risa. Todavía no cerraba los ojos pero todo se había vuelto oscuridad, dejó de temblar, de sentir el ardor en sus brazos y el frío calando en todo su ser.

Sí sentía el frío y el agua helada que le rodeaba, pero ya no le hacía temblar.

—Hora de irnos —Anunció una voz femenina.

Se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados y al abrirlos, se encontraba en el mismo lugar en el que pereció hace unos pocos segundos. Miguel estaba a su lado, sollozando desconsoladamente, quiso hablarle y brindarle algo de confort, pero el menor parecía no oírle.

—Estás en un plano diferente —Aclaró la misma voz —Puedes verlo pero él no a ti.

Miró de donde provenía la voz y aquella magnífica figura estaba frente a la puerta. Era como su compañero, un esqueleto, pero más alto y sus facciones eran un tanto diferentes. Con pétalos naranjas rodeando su ser, vistiendo una túnica guindo oscuro opacando su colorido vestido. Se veía imponente y majestuosa.

—Es hora de irse, Hiro.

—Bien, pero... ¿volveré a ver a Miguel?

—Sí. Solo, debe morir de nuevo.

—¿Después de poseerme?

—Después de poseer tu anterior cuerpo. Ese ya no eres tú.

—Oh... bueno.

Seguía sumergido en su sangre, y al levantarse, dejó su cuerpo físico en aquel lugar. Al estar de pie, se dio cuenta de que no era tan alto como acostumbraba estar, los huesos que conforman su figura astral no concordaban con su estructura ósea terrenal. Le pareció interesante.

Fue hasta la mujer, y esta le ofreció una mano para ser acompañado en su partida.

El niño recién fallecido le dio un último vistazo a su anterior cuerpo, seguido de uno a su triste amigo.

—Nos vemos pronto.

Muchas horas, reclamos y llanto después... Miguel volvió a morir. Y pensó volver a ver a su amigo de nuevo, pero desafortunadamente, no pudo pasar.

Hiro estaba esperándolos, cerca de la entrada a aquel mundo, y estaba apunto de aparecer, pero el pequeño Rivera se veía molesto.

—No puedo creer que haya desperdiciado su vida por mi... —Murmuró el niño, siendo llevado de la mano por la muerte.

—¿No crees que fue algo bueno? Dio su vida para que te despidieras.

—Fue una estupidez... Me hizo feliz reunirme con mi familia... pero dentro de muchos años más iba a hacerlo de todos modos —Miguel suspiró y bajó la mirada, sintiendo cómo sus emociones invaden sus ojos —Él ya había hecho su parte... ¡¿Por qué tuvo que hacer esto?!

Ahora no solo Miguel estaba molesto.

Hiro seguía detrás de un muro cercano. El recién llegado estaba furioso, llorando del coraje, y aguantando el impulso de gritarle de vuelta. Solo se dejó caer rendido en el suelo, cansado de solo tomar pésimas decisiones.

Pero morir no fue una decisión tomada a la ligera o por impulso. Llevaba meses planeándolo, incluso a espaldas de Rivera. Aún así, las quejas de Miguel le hacían pensar que todos sus esfuerzos habían sido para nada.

Él murió por nada.

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—En la segunda madrugada de noviembre del año 2017, mi querido amigo, Miguel Rivera desapareció... —Narraba Hiro desde su habitación —Nos hablábamos a distancia, él solía acosarme y... De la nada, nos hicimos amigos, inseparables amigos.

Sofocantes MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora