Capítulo nueve.

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Ahora Pablo abrazó a su amigo.

—Gracias por protegerla, tío —le pegó una patada a la acera y se maldijo—. Si yo hubiese estado allí, te juro que lo hubiese matado.

—No esperaba menos —se rio y siguió relatándole como acabó todo.

—¿Lo denunciasteis? —nos preguntó.

—No, no sé si Carlota lo hizo —respondí.

—Eso debiste de hacerlo tu —me informó Pablo.

—Con la situación que había no podíamos esperar a hacerlo Pablito, si hubiese ido la policía la hubiesen metido presa —dijo una verdad como una catedral—. De hecho, ahora mismo hasta la podrían estar buscando.

—Dios no lo quiera —recé para mis adentros.

—Es verdad, por lo que me habéis dicho. Tenéis el video de prueba, ¿dónde está? —me miró.

—Lo tiene Carlota —le informé.

—Pues envíale un mensaje y que te lo envíe, seguirme —cogió una de mis maletas y empezó a arrastrarla hasta su coche.

Félix y yo nos miramos, lo seguimos y nos acercamos hasta dónde estaba. Pablo abrió su coche, metió mi maleta y ayudó a que Félix hiciese el resto. Luego, me abrió la puerta del acompañante para que me subiera y le hice caso, nuestro amigo hizo lo mismo pero en los asientos traseros. Una vez estaba Pablo dentro, arrancó y empezó a conducir.

—¿A dónde vamos? —le preguntó Félix.

—Ahora lo veréis, Indira haz que te envíe el vídeo ahora —me mandó a que hiciera.

Asentí y le envié un WhatShAap a mi amiga, de inmediato me respondió y me lo envió sin preguntar nada. Durante lo que duró el trayecto, hablé un rato con ella y le expliqué lo que estaba pasando y que íbamos a un lugar que aún no sabíamos ni Félix ni yo.

—Me estás preocupado —le dijo mi amigo a Pablo.

—Tranquilo, todo irá bien —giró por una esquina y aparcó en frente de la policía local.

Félix y yo nos quedamos helados. Estábamos llenos de pánico por lo que pretendía hacer Pablo. No podía hacerlo no podía meterme en la boca del lobo, él no.

—¿Pero... estás loco? ¿No ves que la pueden meter presa por dejarlo allí? Y lo mejor de todo, yo también joder —noté como lo miraba aterrorizado.

Pablo se bajó del coche y nos abrió a los dos la puerta.

—Salid.

Félix me miró asustado y con la mirada con un toque de suplica.

—No te bajes del coche, Indira —me suplicó—. ¿Cómo te atreves a hacernos esto? ¿No eras nuestro amigo?

—No es lo que creéis, hacerme caso —insistió.

—Claro, para eso nos traes hasta aquí —apretó los dientes—. De paseo, ¿no? No me jodas, chaval.

Félix salió del coche y se encaró con él.

—¿Qué pretendes? ¿Arruirnarle la vida? —le reprochó. Nunca pensé que ibas a ser capaz de esto. Si lo sé no te digo nada —bufó.

—¡Joder! —exclamó Pablo—, parece mentira que no me conozcas. ¡Nunca le haría eso!

—¿Entonces qué es lo que quieres hacer? —le pregunté mirándole a los ojos. Quería descifrarlo y ver en su mirada si su cometido era el hacerme daño. Me importaban tres pepinos lo que sucediera si él quería verme injustamente en la cárcel. No le iba a dar el gusto porque estaba dispuesta a luchar por él.

Saga Irresistiblemente [Pelirroja, castaño y unidos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora