8.12 Nuevas identidades

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Las grandes puertas de metal forjado bajaban lentamente, los grupos de personas, comerciantes y transeúntes que lograron dejar la ciudad fueron escasos y entre ellos había tres carretas tomando diferentes direcciones.

Al alejarse los dos miraron el resplandor del fuego que todavía no era controlado y siguieron adelante, no muy lejos se encontraba una caravana, Selím tomó las riendas con Videl sentado frente a él y apresuró la marcha, la caravana avanzaba con lentitud y no les costó mucho tiempo alcanzarlos y bajar el ritmo, fingiendo que eran parte del grupo.

– Feliz cumpleaños, alteza.

– Ya no puedes llamarme de esa forma.

– Videl.

– No has aprendido, tampoco puedes llamarme por mi nombre.

– Alteza, ¿de qué forma debo llamarlo? – se acercó a él reduciendo la distancia a un suspiro.

– Ya que eres tan insistente, te daré el privilegio de decidirlo, ¿qué nombre te gustaría darme?

– Amor – respondió sin dudarlo.

– Y solías ser tan tímido, te tomó meses pedirme que despidiera a Belum, ¿quién diría que te convertirías en un seductor?

Sus ojos se entrecerraron y apretó su agarre – lo sabías.

– ¿De tus miradas cargadas de celos?, ¿pensaste que estabas siendo discreto?

Selim se sintió un poco expuesto.

La caravana hizo una pausa, entre ellos había carretas cargadas de mercancía y mercenarios armados con máscaras en los rostros, así como comerciantes de túnicas en colores claros.

No el lugar más seguro, Selim se detuvo y ayudó a Videl a bajar, al verlos llegar muchos ojos se clavaron sobre ellos y un hombre muy gordo alzó la mano para indicar que los demás se apartaran y dio grandes zancadas – bienvenidos a nuestra caravana, cualquier cosa que estén buscando, nosotros la tenemos.

Videl no dudó en bajar la cabeza de forma sumisa – buen hombre, muchas gracias por su recibimiento, pero no somos clientes, mi esposo y yo somos comerciantes de lubricante.

Selim no pudo creer la parte de ¡esposo!

– ¿Qué tipo de lubricante?

– Comestible – volvió al caballo y sacó de su bolsa una botella pequeña – por favor pruébelo, no es toxico y después de usarlo puedo garantizarle que es seguro lamerlo.

El hombre miró a su asistente muy sorprendido antes de destapar la botella y olfatear ligeramente, untó un poco en sus dedos y lo probó – es, realmente puede comerse.

– También puede untarlo sobre el cuerpo, da una sensación cosquillosa y aumenta las sensaciones, puedo asegurarlo, lo he probado con mi esposo muchas veces y puedo abalar su funcionalidad – señaló a Selim – señor comerciante, si quiere puede llevarse ese frasco gratuitamente y usarlo esta misma noche, le garantizo que no se arrepentirá.

Selim estaba un poco avergonzado, por lo general cada vez que destapaba esa botella era para usarla en Videl, su olfato estaba reaccionando.

El comerciante abrió los ojos y se lamió los labios – seguiré su indicación, si lo que dice es cierto, con mucho gusto les daré la bienvenida a mi mercado.

– Eso es muy bueno, entonces buscaremos un lugar donde quedarnos, amor, encárgate de la tienda – le habló con autoridad.

Selim asintió y lo miró con una gran sonrisa, cada vez que lo descubría actuando de esa manera, como si tuviera todas las respuestas, sentía que sin importar cuánto se torciera su vida, Videl llegaría y la enderezaría.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora