M U E R T E

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Sentir el aire, tan húmedo, tan liviano, era hermoso, el momento perfecto para continuar con la última cosa en la lista, caminar a casa. La misma caminata de cada día intentando admirar todas las cosas vivías a mi alrededor, el único momento en dónde podía sentirme libre, esa hora en la que no era de noche ni de día, la hora en que iba a morir.

— ¿Estás listo? —preguntó a mi lado cuando la caminata había comenzado, miré por la ventana, a las 5 chicas que se habían dedicado a cuidarme por mucho tiempo y a Nattie, mi madre era el ser más hermoso sobre la tierra, abrazada con cariño de mi padre, alto, fuerte, tan fuerte como un roble de cientos de años.

—No —le respondí deseando entrar a la casa para ser parte de un abrazo por última vez, para escuchar a mi padre darme un consejo mientras me tomaba por el hombro, para mirar a mi madre sonriendo y tener uno de sus besos en mi mejilla, para que todas me hicieran sentir como el niño pequeño de la casa.

—Es hora Peter —dejó una de sus manos en mi espalda acariciándome un poco solamente.

— ¿Tú hiciste lo mismo? ¿Pasaste por la despedida?

—Todos pasamos por lo mismo —le tomó el rostro con una mano para obligarme a mirarla—. Es lo mejor, para ellos y para ti.

—Nadie notaría la diferencia, nadie se daría cuenta de nada porque soy el menor de la familia.

—A excepción de tus sobrinas y sobrinos, algunos primos, tíos, conocidos. Es lo mejor.

Soltó mi rostro y di una nueva mirada al interior. Respire profundo, el aroma de toda mi familia, la esencia de su felicidad.

—Estoy listo —murmuré caminando hasta la entrada y tocando la puerta, esperamos unos segundos.

Patricia me recibió con una sonrisa encantadora.

—Peter —dijo estrechando mi cuerpo entre sus brazos.

—Mírame —sus ojos se centraron en mí y le di un beso en la frente, la miré tan profundo como me fue posible, pronto entro en trance y con chasquear los dedos todos centraron su atención en mi. Vi sus sonrisas complacidas de saberme cerca y me dolió—. Lyn, necesito ayuda.

—Hola a todos —les dedicó una sonrisa, todos le respondieron de igual manera, levantó el cristal de su collar y luego de chasquear los dedos entro a la casa para asegurarse que todos estaban en trance en la sala—. Todo listo.

Estaba en el mismo lugar, sosteniendo el rostro de mi hermana intentando no perderme en sus ojos azules para pensar con claridad.

—Peter, ¿Qué quieres hacer?

Gran pregunta, no estaba seguro de cómo seguir, no sabía cómo era la vida de una persona solitaria a pesar de no ser extrovertido nunca había notado cuánta compañía tenía de mi familia hasta ese momento.

— ¿Cuál es la mejor manera de morir? —pregunté.

—Tal vez dormido, ¿Tienes alguna enfermedad del corazón?

—No, supongo que soy bastante sano —me encogí en los hombros—. Ser alcohólico era mi única enfermedad.

Meditó un momento antes de dirigir su atención a mi madre.

— ¿Existe alguna enfermedad extraña en Peter? —le preguntó.

—No.

—Esto va a ser complicado —suspiró.

Quería irme de manera silenciosa, deseaba desde lo más profundo de mi ser alejarme sin marcarles la vida, sin hacerles daño, desaparecer como lo hacen los sueños en cuanto abres los ojos.

Pyretta BlazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora