Capítulo IV

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   La pomada había mejorado increíblemente la fisura en mi trasero. A la mañana siguiente podía caminar más normalmente y sentía menos dolor, por lo que me apresuré en agradecerle a Klaus con un ademán cuando nuestras miradas chocaron en el comedor.

   —Desayuno de mierda —Shotton gruñó cuando llevó a su boca una cucharada de comida a la boca—. El peor de me han dado hasta ahora.

   En verdad Peter tenía razón. Nos habían dado un recipiente pequeño y ligeramente hondo que contenía gachas de avena con poca leche y sin azúcar, lo que le daba un sabor bastante desagradable.

   John estaba sentado a mi lado, llevándose a su boca una cucharada sopera de la misma. Luego de su ejercicio mañanero terminaba hambriento.

   —¿Y Stuart? —pregunté al notar su ausencia—. ¿Por qué no bajó a comer?

   —Ese hijo de puta está castigado por meterse en líos que no le competen. Lo mandaron a reclusión y sale al mediodía. —Contestó el rubio.

   Tomé el vaso plástico y di un sorbo de agua con sabor a tierra.

   —¿A reclusión? —mi ceño se frunció.

   —Sí, maldición —John contestó de mala gana—. Es una puta celda oscura, sin nada más que suelo y paredes. Es un sitio de castigo donde puedes pasar horas, días o semanas, dependiendo lo que hayas hecho.

   —Ooh... —llevé a mi boca una cucharada de avena insípida—. ¿Y tú has estado ahí?

   —Tres veces por un par de días...

   —¿Y por qué?

   John, mientras llevaba avena su boca, me miró.

   —¿En serio quieres saberlo?

   Pasé saliva por mi garganta y asentí, sin dejar de mirarlo. Él se limpió la boca con la servilleta, para después dar un sorbo de agua y volver a poner su mirada con la mía.

   —La primera vez fue porque un tipo se quiso pasar de listo conmigo y me culpó de algo que no hice... Me acusó de haber robado unas cosas del tipo de la celda de al lado. En ese tiempo, yo sólo tenía un par de días aquí en Belmarsh. Estaba exactamente igual que tú: solo, sin amigos..., y...

   —... ¿violado?

   John me lanzó una mirada más de su colección de miradas asesinas, maleantes e intimidantes que tanto solía darme terror.

   —Te violé, sí. —Habló en voz baja—. Y, ¿Sabes qué? Conmigo lo hicieron también... No eres el único que ha pasado por eso, así que no implores misericordia ni lástima.

   Aquel comentario lo había hecho en broma, pero me sorprendí de a montones cuando John me confesó aquello.

   —¿T-Te... viol...?

   —Sí. Ese es, digamos, el sello de haber estado en Belmarsh: cero rayas en tu culo. Las violaciones y los delitos más grotescos son el pan de cada día en esta mierda.

   —¿Cero rayas en tu culo? No entiendo...

   John rodó los ojos con fastidio, al tiempo que soltaba un resoplido.

   —Cuando un ano es virgen, maldito preguntón de mierda, tiene rayas a los alrededores... Son unos márgenes o pliegues que todos tienen. Cuando un ano deja de ser virgen, sea por violación o por acto sexual, esos pliegues desaparecen.

   Una sensación bastante fea me sacudió el cuerpo al enterarme de aquello.

   —¿Entonces ni tú ni yo tenemos rayas en el culo?

Heaven and Hell ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora