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ƭε∂∂ყɓεαɾ ;

aoi dossei


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Gaara cumpliría años en enero y Sakura había pasado todo diciembre aprendiendo a coser.
Sasuke se enteró de su problema y le recomendó ir con su esposa Hinata, que era experta en costura, y la Uchiha la ayudó con gusto.

Para año nuevo, Sakura había, con muchísimo esfuerzo y cariño, confeccionado el regalo que su corazón quería darle a Gaara. Era algo pequeño, con costuras flojas y un poco de relleno fuera, sin embargo lleno de amor y ella sonrió frente a él.

Necesitaba que Gaara entendiera sus sentimientos a través del regalo, Gaara la había hecho tan feliz, más que nadie o nada, consiguiendo que Sakura, por primera vez en su vida, se amara.

Gracias al amor de Gaara, Sakura aprendió cuánto valía.

Sostuvo su regalo con una bella sonrisa de aquellas que sólo Sakura sabía florecer, pensar en Gaara la hacía muy feliz y a su pecho brincar.
Guardó en una caja blanca con moño rosado su regalo y procedió a elegir la ropa para el cumpleaños de Gaara al día siguiente.

En eso, el teléfono de la casa sonó.

- ¡Sakura, teléfono!- exclamó Mebuki en el piso inferior

- ¡Bajo!- contestó la aludida- ¿Aló?- y tomó la bocina.

- Sakura, ¿Tienes idea qué le gusta a Gaara?

- ¿Eh? ¿Ino?

En efecto, la rubia la llamó cerca de las once de la noche y para saber qué comprarle a el Kazekage.

- Sí, soy yo. ¿Me ayudas? No sé qué comprarle, tú lo conoces bien, ¿Qué crees que querría?

- Pues... Gaara es muy sencillo, no quiere muchas cosas, pero le gustan mucho las flores, podrías darle un ramo, ¿no?- dijo poco convencida.

- ¿Sencillo? Sé que lo conoces, Sakura, pero es el Kazekage, no le puedo dar algo sencillo.

- ¡Claro que sí!- chilló ella.

- No, Sakura, es un Kage, está acostumbrado a lo ostentoso, ¿viste en la casa que vive? Es una mansión, literalmente se llama "mansión"- sentenció Ino del otro lado de la bocina. Y aunque no fuese la intención de la rubia, Sakura palideció.

- ¿Sakura?- Mebuki tocó las mejillas de su hija que poco a poco bajaba el teléfono de su oreja- ¿Estás bien?

- ¿Hola, Sakura? ¿Sigues ahí?

- No...- susurró Haruno.

E Ino hablaba en vano, al final cortó.

- ¿Sakura?

La joven no podía creer que, según sus propias palabras, "no se había dado cuenta", "había sido una ilusa" e "Ino tenía razón".
Comenzó a convencerse fervientemente que su regalo hecho con sudor y lágrimas (por las agujas de coser más que nada) era una basura en comparación a los regalos que Gaara recibiría, y como su novia no podía ser opacada, ¡se supone que es quien mejor lo conoce!.

Sakura entró en pánico, guardó avergonzada la caja en el armario y con el mismo teléfono de la sala marcó a cada tienda que pudiese estar abierta al otro día a las 6 AM.

Ni siquiera pegó un ojo, revolvió Konoha entera buscando un regalo suficientemente llamativo para comparar el status de Gaara y, casi al mediodía cuando empezaba la fiesta del pelirrojo, encontró su regalo perfecto: un oso de peluche gigante casi igual al que Gaara tenía desde su tierna infancia.

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