-30-

638 40 13
                                    

Aldo miró a la niña, seguía dormida. Se sentía extraño, incluso ella llevaba uno de los doce vestidos que Maribel le había mandado a hacer. Sonrió al recordar la ilusión que les hizo a las costureras confeccionarlos, parecían de muñequita, recordó que dijeron. No se atrevía a tocarla, se veía tan delicada y lo parecía ahora más frágil por estar sola en el mundo. No quiso pensar de quien era la culpa.

—Mierda —dijo al ver el mensaje de Esteban, poniéndose de pie para llamar por teléfono. Necesitaba caminar para distraerse —. Carmen, hola perdona que te llame pero... sí, estoy bien pero... ¿es posible que pueda venir? Es una urgencia y... no, estoy bien pero... necesito su ayuda con algo... —viendo a la niña dormida —, muy pequeño, gracias, gracias... —dijo aliviado —, yo... sí, cosas para una bebé de... un año aproximadamente.

Cuando terminó la llamada miró a su alrededor.  Respiró profundo y volvió a marcar. Apretó los puños, mientras sonaba.

—Necesito que dejéis de hacer estupideces —ordenó tan pronto escuchó la voz de Bosco atender entre risas de alegría que no paraban a pesar de lo serio que sonaba —. Que bajes el puñetero conjunto o lo que sea que le estés mostrando a tu novio... No, no Bosco. Necesito que dejes todo y... ¡Bosco! —ordenó —, no voy a resolver esto por teléfono y a gritos. Salid de ahí, volved a casa como os he dicho y... esperadme ahí.

Cogió su abrigo y salió en dirección del piso de Bosco. Una de las ventajas de no tener servicio era que darle explicaciones a nadie.

—¿Dónde está la niña? —preguntó Xavi ilusionado por verla. Siempre iba delante de Bosco y Matthieu que fue el primero en verlo parado en mitad del salón del piso de Bosco, con un cigarrillo en la mano, tratando de controlar su nerviosismo a la perfección. Tenía una expresión fría y sin rastro de duda.

—A tu habitación —ordenó Aldo sin mirarlo, estaba pensando en lo que iba a decir.

—Sí... —dijo sin rechistar, siguiendo de largo sin entrar en el salón.

Bosco y Matthieu lo vieron y cerraron la puerta. Su semblante lo decía todo. Aldo no era alguien que se pusiera serio, no era su estilo serlo pero en ese momento no pensaba en otra cosa que en dejar claro todos los puntos. Los vio parados uno al lado del otro, con el rostro lleno de preocupación, tratando de contener la alegría que esa bebé les había provocado. Respiró profundo y por fin lo dijo.

—Mañana van a venir los dos abuelos, el padre de Ricardo y el de Maribel.

—¿Por qué? —preguntó Bosco sujetando la mano de Matthieu.

—Esteban me llamó —queriendo ignorar la pregunta tan infantil —, me dijo que Ricardo lo llamó, el papá de Ricardo se llama igual —puntualizó —, y supo que la niña estaría conmigo. Yo era el único amigo que tenía en Madrid —dijo desviando la mirada —, y Maribel solo hablaba de lo bien que la trataba. No conocían a nadie más en Madrid —insistió tratando de no sentir nada mientras daba otra calada.

—¿Qué les vas a decir?

—Bosco —suplicó enfadado. No quería ser él el adulto, no quería tomar esas decisiones pero parecía que no le dejarían opción —, ellos son su familia directa, ¿sabes qué significa eso? —viendo como poco a poco la mirada de su amigo se desviaba —. ¡Lo sabes! —ordenó para volver a verlo.

—No le hables así —ordenó Matthieu.

—¡Tengo que hacerlo! —gritó aun más fuerte para verlo a los ojos —, porque vosotros pensáis que podéis jugar a la familia con una niña que no es suya. ¿Cómo estáis tan seguros de que no vais a terminar en un mes o dos?

—Aldo... —advirtió Matthieu, ofendido por la idea de que dudara de la seriedad de su relación.

—¡No! —gritó, no podía desperdiciar esa adrenalina —, ¡no! A eso me refiero. Esa niña necesita estabilidad y vosotros sois muy jóvenes, deberíais estar de novios, dejarlo todo e iros a ver otros países, hacer locuras... no tener una niña de quien no sabéis ni su nombre.

También te gustarán

          

—Lo somos. Estamos seguros de lo que sentimos por el otro —dijo Matthieu orgulloso, cogiendo ambas manos de Bosco.

Aldo los vio, no lo creía, eran jóvenes. Matthieu era la primera relación de Bosco, ¿cómo creían que eso podría convertirse en un para siempre? Volvió a respirar profundo para no perder la compostura y la madurez que era a fuerza de reprimir sus sentimientos. Tomó otra larga calada, calibrado las reacciones de ambos.

—Probadlo —ordenó —, demostradme que podéis hacerlo de verdad. Probad que sois estables como pareja y... —tratando de controlar la voz temblorosa —, y dejadla volver a casa. Olvidaros de ella.

—Pero...

—¡Pero nada! No tenéis ni idea de lo que es cuidar de un infante —termiando su cigarrillo y apagandolo —, así que no hay nada más que decir.

La mañana siguiente los vio llegar desde la ventana de su habitación, dos coches, uno escolta y otro de donde iban solo los dos hombres. Conocía a Ricardo, era uno de sus proveedores de telas y habla escuchado del padre de Maribel, tanto que no sabía qué esperar. Los vio ser unidos que pensó que aquella unión debió ser planeada.

—Están aquí —dijo sin despegar la mirada de los coches. Se había enfundado en un traje de lana azul petróleo de Armani para intentar sentirse al nivel de sus invitados.
Carmen lo vio. Él no era así de solemne ni así de sombrío pero se veía cierta madurez en su mirada.

—Iré con la niña, la pondré en la silla y... los recibiré.

—Gracias —dijo un poco aliviado —, te pagaré las horas extras —mirando por fin a la mujer frente a él.

—Lo hago encantada —cogiendo a la niña y saliendo de la habitación.

—Y dile a Esteban que les ofrezca algo de tomar.

Esteban los había recibido y charlaban ya con un vaso de vermut cuando Aldo bajó las escaleras directo a saludarlos. No había hablado con nadie de más de cuarenta que esos dos hombres lo hacían sentir pequeñito, tanto que se obligaba, a cada paso, a caminar erguido, seguro y firme.

—Caballeros, bienvenidos. Ricardo —acercándose al hombre que conocía. Era una composición equitativa: había tres abogados y tres interesados, Aldo no podía sentirse más nervioso. Ni cuando tuvo que hablar con posibles accionistas se sintió tan nervioso.

—Aldo, te presento a Marco, el padre de Maribel.

—Lamento mucho su pérdida.

—Gracias —aceptando el apretón de manos de Aldo y envolviendo su mano con ambas manos.

Hablaron de lo duro, de difícil y de lo doloroso que había sido perder a sus hijos. En sus relatos Aldo pudo ver la templanza de los dos hombres; sus voces eran firmes, profundas y llenas de un sentimiento que no lograba salir a flote. Marco pudo sobre la mesa los recuerdos de como se habían conocido y Ricardo como es que ambos se habían prometido y casado, un amor puro que no necesitó de tanto boato para saber que era verdadero. Hablaron de la bebé, la menor de todos los nietos, los tíos estaban fascinados y estaban en la búsqueda de quien sería el padrino de bautizo de la pequeña. Sin duda aquella bebé había sido lo que había termiando por juntar a las familias. Aldo no podía hacer más que querer morirse por pensar que cada día entendía menos lo que estaba pasando, ya no podía distinguir cual era la verdad y cual la mentira y lo peor era que no sabía en cual había estaba viviendo.

—Hay un testamento de por medio que pone que... —dijo después de escuchar por media hora porqué era importante que la bebé se quedara bajo el cuidado de sus casas.

🎉 Tapos mo nang basahin ang Apareces tú 🎉
Maravillosa historia, con varios condimentos de humanidad y bien vivir. ME ENCANTÓ.

3y nakalipas

Aixxx me encanta 😍

3y nakalipas

Apareces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora