Prólogo

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Bitácora personal de Bruno Bedoya Agüero

Fecha terrena: abril de 2020

¡Hola amigos! 

   Ustedes no me van a creer, pero yo estaba escribiendo mi bitácora... "Bitácora".... repetiría esta palabra sin parar, me encanta. ¡Bitácora! En fin, le estaba tomando el gustito a narrar graciosa, sensible y brillantemente mis vivencias cuando me dije "me apetece un té". Me tomé cinco minutos y me tomé el té, y cuando quise retomar la escritura, me dí cuenta de que para ustedes habían pasado casi nueve años terrenales. Arranqué a escribir en julio del 2011, cuando me quise acordar y miré el reloj, ví que allá ya están en 2020. 

    Realmente les pido disculpas, sé que los dejé en vílo, al borde de la silla, comiéndose las uñas durante casi una década, ansiando conocer todos los secretos que guardo y escondo, pero les juro que solamente me demoré lo que se tarda en poner un saquito en la taza, agregar el agua hirviendo, agregarle dos cucharadas generosas de miel y un chorrito de limón y beberlo de a sorbitos mientras contemplo Eudamón y dejo vagar mis pensamientos entre los extraordinarios hechos de mí vida extraordinaria. En fin, pocos instantes para mí, casi diez años para ustedes, espero que no se les haya hecho larga la espera, después de todo, como ustedes saben, "no hay tiempo". 

    Les prometí secretos jugosos sobre cómo siguieron las vidas de mí madre, mí padre, mis tías y mis tíos; y cumpliré mí promesa, pero antes debo terminar de contarles lo que pasó luego de que abrieron el libro de las siete llaves. No sé sí lo recuerdan, porque "veinte años no es nada", pero diez son un montón, así que en caso de que lo hayan olvidado, procedo a ponerlos al día. 

    Año 2008. Luego de meses difíciles, llenos de peligros y sinsabores que pudieron ír sorteando gracias a la ayuda recibida desde el más allá -o sea desde acá, o sea, la ayuda invaluable que les brindé yo-, Cielo, Nico y los chicos pudieron derrotar a Juan Cruz. Por otra parte Jazmín, Tacho, Rama, LLeca, mí padre y mí madre resolvieron asuntos importantes de sus vidas y al hacerlo cada uno encontró una de las llaves necesarias para abrir los candados del libro. Cabe aclarar que todo el sistema de las llaves fue otra idea brillante que, humildemente, se me ocurrió a mí. La séptima llave la tenía Salvador, el mejor amigo de Nico, en cuyo cuerpo estaba alojado Juan Cruz. Cuando Salvador se dio cuenta de eso y comprendió el peligro que era para todos, se sacrificó para salvarnos, haciendo honor a su nombre. Esa fue la séptima llave. Entonces con las siete llaves en su poder, los chicos, acompañados de Tína, Vale, Nacho, Tefi, Luca, Melody, Simón y Caridad, abrieron el libro alrededor de la fuente frente al Hogar Mágico, y al hacerlo una gran bola de Luz fulgurante los envolvió a todos y desaparecieron. 

     Les conté la historia corta, como diría Cielo. La larga pueden encontrarla en mí bitácora anterior, repasarla un poco y ponerse al día, porque ahora que ya me tomé el té, estoy listo para seguir con esta historia fascinante, atrapante y cautivante. 

    Les anticipo que todo lo que ocurrió luego de que abrieran el libro es un laberinto de paradojas temporales. Pero para eso estoy yo, que soy un experto en tiempo, para guiarlos a través de esta mañana de líneas cronológicas. Y sí, también para contarles los chismes más jugosos, los secretos vergonzantes, las revelaciones más inesperadas, la historia que nunca se contó de Tractorcito y el Pela, la Gitana y el Vikingo, el Tronco y la Gata, Cachete y la Paisa, el Payasito y la Jirafa, y el Negrí y la Flaquí. 

Esta bitácora continuará... 

Casi ÁngelesWhere stories live. Discover now