El dolor era tan fuerte que consumía mis brazos a pesar de encontrarse adormecidos. Me sentía débil, tan endeble por ni siquiera poder mover las extremidades de mi cuerpo, mientras el miedo al recordar los últimos instantes que se suscitaron junto al chico de doble personalidad comenzaba a abrumar mis sentimientos y pensamientos; activando mis instintos de supervivencia. Activando mi miedo irracional hacia alguien que yo deseaba amar. Hacia a alguien que yo había puesto sobre un pedestal sin bases o fundamentos que en realidad fueran factibles, que fueran reales.
¿Qué había hecho mal? ¿Por qué decidió torturarme de esa forma? No entendía nada, estaba vuelta un lio de emociones y sentimientos encontrados. Y lo odiaba, como odiaba sentir esa tormenta de emociones, como huracán que solo buscaba destrozar todo lo que estuviera a su paso; porque yo no deseaba dañar a nadie, era algo en lo que ambos podíamos discrepar. A pesar de la pureza de Ray al tratar de protegerme, eso no significaba que Saeran tuviera esas intenciones en mente, estaba en peligro con cualquier acción que a él no le pareciera y sencillamente terminaría con mi cuerpo hecho trizas.
Admire levemente el lugar en el que me encontraba, seguía siendo la habitación rosa de fantasía donde había comenzado a vivir desde que llegué al castillo del terror, las pequeñas flores marchitas había en la mesita de noche que poco a poco se desojaban cayendo a su superficie demostraba que la vida no se encontraba ya en ellos. La luz solar me abrazaba y tranquilizaba cual nana de cuna, aunque la sed comenzaba a invadir mi cuerpo. Relamí mis labios con debilidad tratando de hidratarlos, estaban hechos pedazos llenos de costras y sangre seca que se había quedado de las horas atrás.
Forcé a mi brazo derecho para levantarlo tanteando con las yemas resecas de mis dedos la sabana arrugada, hasta llegar a la pequeña mesita de noche donde alguna vez hubo la vida vegetal, en busca de un poco de agua, en busca de un pequeño oasis para el desierto que era mi boca. Toqué la madera firme y fría, causándome un pequeño espasmo por el choque de temperaturas, debía cuidar de no hacer ningún ruido que atrajera a los siervos del convento; por mi bienestar mental y físico. No deseaba ver a nadie hasta que mi mente fuera una marea en calma -hasta que dejará de arrasar los cimientos de confianza que quedaban sobre el peliblanco y su "salvadora"-
Pero no podía tener ese tipo de suerte, yo no podía tener cosas agradables para mis pensamientos egoístas de mi mecanismo de supervivencia, lo sabía mi pecho y en especial el remordimiento de cosas que quizá había elaborado mal, que había mal entendido o simplemente había sacado de las casillas por estar cegada; cegada por una atracción sin bases o fundamentos que llenó mis pensamientos.
Desde el inicio sabía que esto no podía terminar bien. Desde aquel mensaje del "Creador del juego" que necesitaba mi ayuda, desde esos personajes que se sienten más reales que ficticios. Desde que aquel príncipe fucsia con rosas azuladas apareció en mi campo de visión, lleno de ojeras y un rostro demacrado por trabajo, de personalidad aprensiva y carácter doloroso. Desde aquél día donde no tuve opción de rechazar la propuesta -y mi locación era sabida sin siquiera cuestionarme por qué-. Aunque en este instante no había marcha atrás, los recuerdos aprisionabas como jaula para aves que cantaban por ser libres, mi sexto sentido me decía que debía haber algo más que desentrañar y mi cobardía no podría ayudarme. Necesitaba enfrentarme a él sin dudar.
La puerta se abrió con lentitud, ocasionando que mi cuerpo saltara por el susto y mi mano que antes tanteaba la caoba volcara las flores, volviendo añicos el florero de cristal que mantenía ese cuerpo de agua para alimentar y alargar su vida. Pero eso no importaba, mis ojos buscaban al causante de esa puerta abriéndose, encontrándome con esos fanales de cielo despejado y oscuras cuevas debajo que pigmentaban la suave porcelana del rostro del muchacho, enmarcado de cabellos albinos con puntas rosas. Mi corazón paró y dio un vuelco de 250 km/h de emociones en picada.
—¿Acaso eres tan estúpida? —mustilló suspirando al ver sus preciadas rosas esparcidas por el suelo y desojadas por el impacto contra el frio del suelo —¡¿Tú no puedes hacer nada bien, cierto?! ¡Eres un maldito juguete que estropea todo lo que toca! Me das asco—sus gritos combinados con el filo de sus nada gratificantes palabras no me dejaban pensar con claridad, mucho menos los resonantes pasos que se acercaban direccionándolo al desastre que había dejado —. Este juguete necesita una lección de modales, ¿Verdad? Necesita ser profanada—una sonrisa se formo sobre su rostro—, rota hasta el último recóndito escondite de su cuerpo y alma ¡Necesitas morir en vida, al igual que las flores que masacraste!—su éxtasis comenzaba a mostrarse a través de una sonrisa burlona al admirar mis pequeños ojos expresando el miedo que sentía en esos instantes —Ese miserable de Ray te mimó demasiado, te hizo estúpida, una carga con la que tendré que lidiar por mi salvadora. Lo sabía, es demasiado débil; estúpido ¡Y tú querías aprovecharte de él! ¿Verdad, juguete?
—Lo siento— gemí bajando mi mirada espontáneamente, provocando una sonora carcajada llena de sorna hacía mí. No sabía cómo debía actuar en esos instantes, ¿De manera sumisa? ¿Con respeto? Todo era un tormento sobre de mis hombros. No, debía seguir mi sexto sentido; a mí corazón —Buscaba agua... tengo sed. Dame algo con qué poder apaciguarla, por favor Saeran—pedí mientras levantaba la mirada, tratando de encontrar un poco de amabilidad en su rostro, cosa que no existió, solo se encontraba un semblante molesto y exasperado.
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Nunca será suficiente para ti, Saeran.
FanfictionSu gozo cuando mis labios deshidratados y partidos sangraban al morderlos con una gran fuerza tratando de no producir ningún gemido de dolor, destellaba sobre sus orbes cielo, parecían gritar de satisfacción al ver los ríos amargos correr por mis me...