La señora Fernandez se despide en silencio de lo que alguna vez fue su hogar y salimos por la puerta de entrada sin hacer un ruido, no sin antes desearles una feliz navidad de nuevo a quienes restan de su familia. Desde la acera contemplamos unos segundos más aquél hogar que se ha quedado sin luz y nos encaminamos en este trayecto que es largo, pero no tanto como el de la vida. Pienso en la cantidad de caras que me ha tocado ver esa noche y pienso en las que tendré que ver a la siguiente. Nunca nadie te advierte de lo solitaria que se vuelve la vida cuando tú eres la muerte, aún con un montón de almas caminando a mi lado, siento que el peso de mi existencia me consume, pero no puedo acarrearme sola hacia donde llevo a mis pasajeros, estoy condenada.
Nunca soy bien recibida, excepto cuando sí, lo que siempre es seguro es que en algún momento me han de recibir.