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-♪… But you write your own in my bed♪ - cantaba en el fondo Maye. -♪And it's how I like my love♪ -
Marceline no pudo reaccionar más que a cerrar sus ojos y dejarse dominar por los labios hambrientos de Bonnibel. -♪My love, my love, my love, ooh♪ - repetía sensualmente el coro de la canción.




Bonnie abrazo a Marceline por la cintura y acercándola a ella. Queriendo sentirla tan cerca que su respiración agitada fuera solo una.
Moviendo su cabeza de lado a lado, buscando un ritmo sincronizado de un beso sorpresa.


¡Vaya que si sabía a dulce!


Marceline gimió tan bajo que es imposible que la pelirroja la haya escuchado. El placer, la lujuria y el deseo se apoderaba de la atmósfera.
Las manos de Bonnibel viajaron de su cintura a su espalda, sintiendo el calor que su piel emanaba. Era calidad…
Se separaron un poco para tomar aire y asegurarse de que esto no era producto de un sueño excitante.


No.


No era un sueño.


Esto era real. Ambas lo deseaban y a esta altura nada lo podía impedir.


Pero esa vocecita de consciencia hizo que Marceline se apartará más…


-Creo… creo que ésto no está bien. - la morena se alejo levemente de aquel beso sediento.
-Yo… - Bonnie la miró impresionada por sus impulsos. -Lo siento. Debería irme -
Camino de regreso al salón y se sentó en aquel sofá rojo.


-Esto fue una enorme sorpresa. - Marceline la siguió…
Se sentó a su lado y busco tomar su mano… -Estoy confundida, Princesa y no quiero pensar que tú también lo estás y solo dejas que el alcohol te manipule. -


Bonnibel levantó la mirada y se acercó más a la morena que junto a ella estaba.
-No suelo beber, jamás lo hago y es por eso que no sé lidiar con ésto. - se excuso haciendo el corazón de Marceline hacerse más pequeño que las pulgas de Hambo.


-Vamos a qué te recuestes. - le sonrió tratando de parecer que no le importaba aquel beso.
La tomo de la mano y la llevo hasta su habitación. La pelirroja con dificultad y pasos torpes, se abrazo de la morena hasta por fin llegar a la cama. Marceline la recostó, le quitó sus delicadas zapatillas rosas y le puso una frazada negra encima.


Fue solo un par de segundos que Bonnibel había caído en un sueño profundo, como si la hubieran hechizado como en ese cuento de niños.


La miró por un momento, contemplando esos labios que acababa de probar. Vaya que le gustaba el sabor pero era evidente que solo estaba siendo un capricho de la que técnicamente era una desconocida.


Con esos pensamientos deprimentes, Marceline se recostó en su sofá y Hambo no dudo en subirse a dormir encima de su regazo.


Había sido una noche intensa.





El cantar de los en pájaros y el tránsito matutino, hizo mover a Bonnibel de su lugar… sentía como si su cabeza fuera de el doble de su tamaño. Le costaba abrir los ojos y su garganta le picaba, tenía una sed voraz. Poco a poco abrió sus ojos, que ya era imposible tenerlos cerrados con el pequeño rayo de sol que por la ventana daba los "Buenos días".
Miró a su alrededor sin poder reconocer el lugar. Entonces un enorme pánico la invadió y rápidamente se levantó, sintiendo que el piso temblaba por aquel brusco movimiento.
Especialmente esa mañana de otoño hacía bastante frío, así que tomo la frazada con la que aparentemente había dormido. Camino por el lugar y vió los pequeños cuadros con fotografías que había para saber en dónde con quién estaba.


«¡Oh por Glob!»


Miró la foto de una pequeña Marceline junto a un hombre bien vestido.


¡Estaba en el departamento de Marceline!
Vio aquel marco y acaricio el retrato de la morena. Parecía una pequeña de unos 12 años, con frenillos y un delineado flequillo.


Siguió mirando y uno en especial le llamo la atención. Este marco parecía especial, pues tenía detalles de corazones tallados en este.
Estaba una Marceline más grande abrazada y sonriente de aquel chico de cabellera negra desalineada.


Tal vez era su novio. Por eso el emotivo momento de anoche. Su pecho dio una ligera punzada. Se le veía alegre y encantada.


Suspiro y salio de la habitación buscando a la chica. La miró dormida en el sofá, abrazada de una almohada blanca.
Tenía una expresión de paz… incluso dormida no dejaba de ser hermosa.


Un maullido le hizo bajar la mirada, Hambo se enredaba entre sus pies ronroneando suavemente.


-Hola amiguito. - le sonrió.


Una tonada hizo dar un pequeño saltito a Bonnibel, el teléfono de Marcy sonaba y está se movió en su lugar y poco a poco está abrió sus ojos buscando con su mano el aparato.


-¿Diga…? - pregunto con pocos ánimos. -No, todo está bien. - pauso mientras se froto sus ojos. -Sí, lo sé… estaré puntual allá. Tranquilo. - se levantó y se sentó en el sofá sin aún notar que la pelinaranja estaba ahí. -Vale, nos vemos. - colgó.


-Hola Marcy. - musitó rodeando el sofá.
-Ah… Hola Bonnibel. - se levantó de mala gana. -¿Tomas café? - pregunto.
-Sí. - Bonnie miró como la morena caminaba hacia donde parecía ser la cocina. Y ella la siguió.
-¿Quieres azúcar, "Dulce Princesa"? - sonrió de lado poniendo la cafetera a funcionar.
-Obviamente, sí. - la pelirroja le sonrió. -¿Te encuentras bien? -
-Sí. Y tú, ¿Lo estás? - la miró fugazmente poniendo los vellos de punta a Bonnibel.
-No, me duele mucho la cabeza. - le sonrió. -Está es mi segunda borrachera en toda mi vida. -


Marceline le hizo un movimiento con su cabeza, se giro encima de sus talones y sirvió dos tazas de aquel negro café. Lo puso sobre la barra de la cocina y se lo acercó...
Bonnibel miró con un poco de duda aquel café humeante.


-¿O prefieres una aspirina antes? - Marceline sonrió y Bonnibel solo asentó.
La morena saco un vaso de cristal y sirvió un poco de agua para después darle aquella planilla de pastillas.


-¿Qué pasó anoche? - pregunto la pelinaranja tomando aquellas aspirinas.
-¿No recuerdas nada? - Marceline miró por encima de su taza de café que sostenía en sus manos.
-No. - lamió sus labios. -¿Hice algo malo? -


La morena solo se limito a sonreí y desvió la mirada. Vagando en aquel recuerdo fantasma de un beso sorpresa.


-No. - suspiro tan profundo que su pecho se elevó al llenarse de aire y sacarlo suavemente. -Tengo cosas que hacer, puedes quedarte, si quieres. - se encogió de hombros y guardo todos los insumos del café. -Supongo que puedo confiarte mi cueva, dudo mucho que puedas robarme. - la miró por encima de su hombro y sonrió. -Bueno, no hay nada aquí que ya puedas tomar. -


Finalizó tomando su teléfono y camino a su habitación.


-No es necesario. - interrumpió Bonnibel. -No quiero causarte más problemas. -
-Cómo quieras. - añadió Marceline sin voltear a verla.


La pelirroja la miró extrañada y algo ofendida. Tomo su chaqueta y salió del departamento.
Marceline por su parte, se apoyo en la puerta de su habitación escuchando el portazo que daba la otra al salir del lugar.


¿Por qué se sentía tan mal?
¿Por qué ese beso de anoche le daba un extraño cosquilleo?


¿Marceline realmente quiera ir más allá de ese beso?


Y la pregunta que más se adueñó de sus pensamientos:
¿Sentía algo por Bonnibel?


Un par de lágrimas rodaron sus mejillas y Marceline rápidamente las limpio con coraje. Decidió tomar una ducha en espera de que esos pensamientos se evaporaran con un poco de agua caliente.





-¿Y en dónde terminaste? - Jake miró a su amiga de pelo naranja mientras tomaba su café en aquel vaso desechable con una sirena en el logotipo.
-En casa de Marceline. - respondió con pocos ánimos.
-¿Con Marceline? - el rubio se detuvo para tragarse esa novedad.


Bonnibel miró a Finn, pues no entendía bien su reacción.


-Sí. A decir verdad no recuerdo cómo llegamos. Solo, desperté en su cama. - se encogió de brazos tratando de recordar.
-¿En su cama, eh! - Jake le dio unos codazos divertidos a Finn con un tono de voz divertido.
-Yo sabía que tenía razón. - le musitó Finn a Jake. -Conozco tan bien a Marcy que estaba seguro en mi teoría. -


-¿Cuál teoría, Finn? - Bonnibel se giro para mirar al par de chicos que chuchicheaban entre ellos.
-Pues… eso. Lo tuyo con Marceline. Yo sé lo dije y aunque en un momento lo negó, estaba seguro de que ella… -
-No es lo que piensas, niño. - interrumpió Bonnibel con un tono molesto mirando al rubio con el entrecejo fruncido.


-Entonces… - una gota de sudor rodó por la sien de Finn sabiendo que había 'metido la pata'
-Marceline fue muy amable en llevarme a su casa, donde cada quien durmió en habitaciones diferentes. - gruño.
-Está bien, Bonnie. Cálmate. - Jake se acercó a la pelirroja y la tomo del hombro. -Vamos, debemos volver. -


Ambos chicos no entendían por qué ese brusca reacción. Pero, incluso la misma Bonnibel no sabía por qué lo había tomado así.


«¿Ella y Marceline?»


Esas palabras que Finn mención, rodearon la cabeza naranja de la chica. Cerro sus ojos lentamente teniendo un pequeño flashazo de Marceline. De como estaba vestida anoche. Y de… un beso.


Eso hizo que la chica diera un salto de su silla.
«¿Un beso?»


Bonnie acaricio sus labios y nuevamente cerro sus ojos para tratar de recordar eso. Pequeñas imágenes vinieron a su cabeza.


Sentía la piel de Marceline…
Sentía la respiración de Marceline…
Sentía el alocado palpitar de Marceline…
Sentía el dulce y aspero sabor de alcohol en los labios de Marceline.


Y abrió sus ojos, casi podían salirse de sus propias cuencas.


Entonces todo tendría sentido.


Había besado a Marceline y por eso su actitud de esta mañana.
¿Era lo que Bonnibel quería?


Se apoyo en su escritorio y miró su ordenador.


Bonnibel no estaba segura si ya había superado su pasado para iniciar un lío amoroso en su cabeza de nuevo. Se acaricio las sien y busco entre sus documentos en la pantalla tratando de despejar la mente.


De un click a otro click, su mente traicionó sus acciones y ya estaba en el buscador poniendo la inicial del nombre de aquella chica.


Bonnie reaccionó y rápido borró aquella "F" que comenzaba a escribir.


No, no podía volver a caer. No podía volver a lastimarse.
Ni siquiera estaba segura de que sentía por Marceline y ya estaba armando un tornado en su cabeza pelirroja.


Apagó el aparato y camino por su oficina, se preparó un café pero esas escenas de está mañana le venían con cualquier acción que hacía.


«¿Quieres azúcar, Dulce Princesa?» la sonrisa de Marceline le hizo regar de su café y quemaré levemente la mano…


-Mierda. - gruñó para ella.


-Disculpa, Bonnie. ¿Puedo pasar? - la voz de un chico la hizo girar.
-Oh Franck, pasa. -


Franck era el asistente personal de Bonnie. Un chico de treinta y tantos , albino de cabellos blancos y algunas puntas con detalles en rojo. Siempre bien vestido. Era tan leal a su jefa, tan servicial y confiable que este chico podría leer a la pelirroja sin problema alguno. La conocía tan bien como la palma blanca de su mano.


-Te traje el reporte de producción de estos últimos meses. - Franck y Bonnie caminaron al escritorio y el chico coloco los papeles en frente de ambos. -Ha habido un desnivel estas últimas semanas. Para ser precisos, desde que tu tío comenzó a supervisar la producción. - el chico acaricio su cabello en un movimiento hacia atrás y miró como su distraída jefa no prestaba nada de atención al reporte del chico.


Aclaro su garganta tratando de llamar su atención y repentinamente Bonnie movió sus ojos hacia él.


-Perdón, ¿Qué decías? -
Franck sabía que algo molestaba a su jefa y este no se iba a quedar con la intriga.
-¿Quieres hablar, Bonnie? - la mencionada soltó un largo suspiro y apoyo su espalda en su asiento acolchonado.
-Conocí a una chica. Y me gusta. Y… - lo miró y sonrió nerviosa. -… creo que nos besamos. -
El chico blanco le devolvió la sonrisa y apartó las hojas que con el había llevado.
-Bien, Bonnibel. Cuéntame todo. -
La pelirroja lo miró por un par de segundos y se levantó.
-Por qué no mejor te llevo a conocerla. -


Franck asintió y se levantó para salir ya de la oficina.
Una parte de él le sorprendía la noticia, pues suponía que después de Fionna, Bonnibel no querría saber nada de situaciones amorosas. Pero, por el otro lado, le daba alegría ver de nuevo ese encanto en los ojos de la pelinaranja.





-Entonces, ya dime… ¿Que quieres hacer mañana? - el chico le sonreía a la morena que con su pañuelo blanco secaba un par de vasos de cristal alistando todo antes de comenzar su turno.
-No sé, Marshall. Tal vez podemos pasar la mañana juntos y después ir a aquel "centro nocturno" - respondió Marceline asiendo comillas con sus dedos.


Marshall sonrió ampliamente y se nego divertido.
-¿Te refieres al lugar clandestino donde hay batallas de rock? Eso me agrada. - bebió un trago más de su cerveza. Miró una vez más el lugar que le daba un poco de nostalgia pero odiaba admitirlo, cuando en la puerta, una silueta femenina le hizo sonreír malévolo. -Oye Marcy, aún no tienes servicio al cliente. ¿Cierto? -


La morena se nego estando de espaldas mientras limpiaba su anaquel.


-No, hasta en unos 20 minutos. - musitó.
-Y… ¿Crees que podamos hacer una excepción? Vamos, acaba de llegar una chica bonita… - Marceline sonrió, pues no le sorprendía el coqueteo impulsivo de Marshall.


-Está bien, pero no voy a sacar ningún trago que tenga que preparar. Solo cerveza o agua. ¿De acuerdo? -
Solo pudo escuchar la risita del moreno alejarse.


Pero no era lo que parecía. Pues Marshall había reconocido perfectamente a Bonnibel cuando la vio entrar y sabía que ella y Marceline tenían algo ocultando.


-Bienvenidos a la Nocheósfera. Aún no hay servicio pero puedo ofrecerles una cerveza mientras nuestra sexy bartender está lista. - dijo el chico de cabello rebelde con voz seductora.
¡Vaya que tenía algo en mente!
-Emm… bueno, podemos regresar después. - Bonnie sintió los vellos electrificarse la escuchar "sexy bartender" pues automáticamente su mirada fue hasta donde Marceline estaba de espaldas…
-Oh por favor… - Marshall tomo del brazo a Bonnibel y la llevo a una de las mesas cercanas. -La casa insiste. Sé bien que son clientes frecuentes. -


-De echo es mi primera vez pero te prometo no será la última. - Franck sonrió entendiendo un poco la maña del moreno. Pues se tenía que estar idiota y ciego para no notar la intensa atracción entre las chicas.
-¡Franck! - Bonnie miró de mala gana a su albino amigo.
-¡Qué! Me agrada el lugar. - le sonrió.
-Entonces, ¿Dos cervezas y que más? - Marshall tomo una servilleta de la mesa vecina y saco su bolígrafo mirando a sus especiales clientes.


-¿Ahora Marshall es nuestro mesero? - Simón sonrió apoyándose en la barra de caoba llamando la atención de Marcy.
-Ajam… -
-Se ve que tu amiga la pelirroja se está volviendo clienta frecuente. -


«¿¡Pelirroja!? ¡¡Bonnibel!!»


Cómo si un balde de agua helada hubiera caído por la espalda de Marcy, se giro para ver lo que Simón decía.


-Oh por Glob. - dio un salto atravesando la barra y corrió hasta donde estaba Marshall.


-… y una cerveza clara. - dijo terminando de escribir cuando Marceline llegó a la mesa. -Oh Marcy. Ya recibí a nuestros primeros clientes. - sonrió ampliamente mirando a la morena y después a la chica en la mesa.


-Marshall, vamos a la barra por las bebidas. - entre dientes, Marceline tomo del brazo al moreno.


-Qué bueno verte, Marcy. - la voz de Bonnibel hizo voltear a la preocupada Marceline.
-Claro… lo mismo. - trago saliva al decir tan ásperas palabras y se llevó al chico hasta la barra tratando de pasar por alto la presencia de la chica que le había quitado los pensamientos todo ese día.


-Así qué… ¡Es ella! - Franck miró a su amiga pelinaranja y está giro algo ruborizada al saber lo obvia que es.


-Sí…- pauso mirando con mucha calidez a la distancia a Marceline. -Ella es. -


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