Capítulo 29. Antes del desastre.

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-¡Por favor cuídalos bien, padre! -dijo Eleanor despidiéndose de  el marqués. -¡Cuida de  Santi y de Mary!

-¡No te preocupes por los niños, Eleanor! Los voy a cuidar hasta que regreses. No olvides lo que te dije, vigila bien tu espalda porque Sabella anda libre y seguramente querrá hacerte daño. Vigila también al rey, hija, es un hombre peligroso. -Le pidió su padre, quien se moría por abrazarla pero sentía que no tenía derecho.

-No te preocupes, papá. -Cuando el marqués se disponía a marcharse Eleanor le gritó. -¡Papá! -Él volteó y se acercó nuevamente. -Has cumplido tu parte del trato, sólo poseo la espada verde, pero te conseguiré también la espada blanca, te lo prometo. -Ella se acercó más a él. -Sé lo que dicen los hombres de los ojos rasgados... Que esas espadas juntas tienen... poder. No sé para qué las quieras papá... pero las tendrás. Le dije a Andro que te la dé la espada, así que yo también habré cumplido mi parte. 

-Puedes quedarte con ella, Eleanor. Quiero que sepas que cuando Honorina me dijo que te estabas muriendo yo... quise morir también y cuando llegaste tú a Vensurensi... pensé que tu madre desde el cielo te había mandado para que yo pudiera redimirme. Debes saber que nunca fué por esa espada... ¡consérvala Eleanor! Fué por tí. -Le dijo su padre abriendo su corazón.

-Te lo agradezco. De verdad... Aún así Andro te dará la espada mañana. -Sé dió la media vuelta hasta que lo pensó mejor. -Y papá, gracias. -Sé acercó hasta el y le dió un abrazo cohibido, pero el marqués se lo devolvió con amargura por haberle fallado antes de nacer.

****************

Al amanecer Eleanor se dirigió hacia los jardines de palacio, dónde intercambiaba información con Andro cuando una flecha pasó rozando su hombro.

Ella corrió a esconderse detrás de los arbustos para inspeccionar la zona y ocultarse.

-¡Lo siento!¡Lo siento mucho, Nana! Yo... Estaba aprendiendo a disparar con el arco porque... pensé que sería algo sencillo. -Melina la miró con culpabilidad y pena. Traía un arco en la mano y un puño de flechas.

-¡Hay Melina! Ya no hay que cuidarse sólo de los malos, sino también de tí. -Rió Eleanor. - No te preocupes, no me has dado... Por poco. -Continuó cuando Melina esbozó una sonrisa de alivio.

-¡Lo siento mucho, Nana!¡De verdad! -Sé disculpó de nuevo.

-Está bien, Mel. No te preocupes más... Si quieres puedo enseñarte a usar el arco, no vayas a matar a alguien.

-¿Enserio harías eso por mí? -Preguntó Melina emocionada. Anoche ya no pudimos hablar... Te desapareciste de la fiesta y...

-Sí, Mel yo te enseñaré a tirar, por lo otro no te preocupes.  Solo que ahora debo reunirme con alguien. Oh míralo ya está allí. -Dijo Eleanor poniéndose de pie pues estaba sentada en el suelo. 

-¿Dónde?¿Dónde? -Preguntó Melina con curiosidad escuchando nuevemente el sonido de ave.

-Entre aquellos arbustos de allá. ¡Ven! Quizá Andro te ayude a salir de palacio en la fiesta.

Las dos muchachas caminaron precavidas hacia el otro lado del sendero de piedra.

-¡Nor!¡Nor! -Gritó en voz baja Andro llamando a la loba.

-Andro. -Eleanor se reunió con el seguida de Melina y caminaron hacia debajo de un árbol grueso y viejo. -Ella es la princesa Melina, hay que ayudarla a escapar del palacio. -Eleanor la señaló, como si escapar del palacio fuera muy habitual.

-Eso significará más problemas. -Señaló Andro.

-Vale la pena correr el riesgo. -cortó la loba.

LA LOBA VINTERIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora