𝓵𝓸𝓿𝓮𝓻 𝓫𝓸𝔂 ⁞ ɪᴡᴀᴏɪ ⁞ ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ!!

cuidar, anhelar, querer.

Oikawa Tooru no era una persona tranquila. Iwaizumi Hajime lo sabía mejor que cualquiera.

Tooru no tenía problema alguno en mostrarse y sentirse orgulloso de sí mismo al exponer los frutos de su arduo esfuerzo en la cancha. Pero, aquella actitud competitiva solía ocasionarle algunos inconvenientes.

Inconvenientes que Iwazumi se encargó personalmente de resolver. No era su responsabilidad, claro está, pero, Hajime se sentía realizado cada vez que defendía el plano trasero de Oikawa.

"No seas metiche, Iwa-chan" solía decirle Oikawa. Pero, aquella sonrisa avergonzada y sus pálidas y delgadas manos acariciando los nudillos enrojecidos de iwaizumi lo eran todo para el azabache. Eran aquellos momentos efímeros lo que le impulsaban a cuidarlo.

Hajime fue un marginado la mayor parte de su vida. Pero, cuando Oikawa Tooru se sentó a su lado cada día, y le brindó una mano que tomar cada vez que alguien le empujaba. O una sonrisa sin dobles intenciones luego de un comentario fuera de lugar, Iwaizumi se esforzó por dejar de ser tan débil.

Encontró a alguien para querer. Encontró a alguien que originó en él aquel sentimiento de calidez. Iwaizumi Hajime encontró en Tooru alguien a quien querer cuidar; Hajime deseó ser capaz de protegerlo.

Y sólo por ello, Iwazumi Hajime aprendió a ser más capaz.

"El cielo es muy bonito como para que siempre estés mirando hacia abajo, Iwa-chan" le dijo Tooru un día, mientras volvían a casa luego de clases. Y con pequeños comentarios como aquel, Oikawa Tooru se abrió paso en todas las constelaciones de su interior. Pintando de colores los espacios vacíos. Llenando de emoción cada día sin rumbo.

"¡Allá va Tobio, Iwa-chan. No seas aburrido y ven a saludar!" gritaba el castaño. Sus ojos a medio cerrar mientras que aquella sonrisa brillante se mostraba en su rostro laxo.

Iwaizumi no pudo evitar sonreír.

"No seas malo con tu kohai, tontokawa" murmuró, sintiéndose estúpido ante aquel ser deslumbrante y vivaz.

"Eres cruel, Iwazumi Hajime" le respondió Oikawa, mientras lo apuntaba con su dedo índice.

Iwaizumi más que asombrado por la falta de modales sólo pudo reír.

Tooru era un desvergonzado.

Tooru se convirtió en el dueño de su corazón.