Capítulo VIII: Celo

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Apenas le dio tiempo para arreglarse decentemente para acompañar a Katsunori a esa dichosa comida con algún socio o accionista. Nunca antes lo había llevado a alguna de ellas, cosa que siempre había agradecido, por lo que no entendía por qué ahora sí debía acompañarle. Lo peor, es que tenía que asistir con esa cosa en su cuerpo. Era incómodo y humillante.

Durante todo el trayecto hasta el restaurante, ninguno de los dos intercambió palabra alguna. Una vez allí, el mayor le abrió la puerta cortésmente, cosa que no aprobaba Daiki, esos modales son dirigidos hacia una mujer, no para un hombre, por muy omega que fuera.

Dio su nombre al entrar y en seguida los llevaron hasta una mesa, dónde había cuatro hombres más, uno de ellos acompañado por una señorita que se veía bastante joven para la edad que aparentaba el señor, y tres pelirrojos, el más joven, hijo de los otros dos, tratándose de su amigo de secundaria, Akashi Seijuuro.

Saludó con educación y se sentó al lado de su marido, que en seguida empezó a entablar conversación con los otros alfas de la mesa, mientras que él, junto con la otra mujer se mantenía al margen.

Ya sabía él que esa comida iba a ser de lo más aburrida para él, y se notaba que no era el único. Los hombres sólo hablaban de sus negocios, sin cortarse ni un pelo en decir con orgullo la cantidad de dinero que ganaban, a la vez que se alababan unos a otros por tan gran hazaña.

Poco después, el hombre que venía acompañado por la joven mujer, se despidió, quedando únicamente Katsunori y los otros hombres pelirrojos.

—¿Sorprendido de verme? —le dirigió la palabra al fin.

—Para qué mentir, por supuesto. ¿Qué haces en una comida de puros peces gordos del dinero sucio?

—Si no te hubieras pasado toda la comida tratando de distraerte con tu teléfono, habrías escuchado que, dos de esos peces gordos que tú dices, son mis padres, así que un poco más de respeto —dijo molesto.

—Claro que conozco a tu padre de sobra, de cuando estábamos en secundaria. Lo que me sorprende es que ¿ahora de buenas a primeras resulta que está casado y además es omega? ¿No se supone que tú tenías una madre y que murió cuando tú eras pequeño?

—Una larga historia... —suspiró—. Digamos que era un hijo bastardo hasta que se volvieron a reencontrar, se casaron y tuvieron otro hijo.

—Osea, que tienes un hermano.

—De la misma edad que tu hijo, por lo que tengo entendido.

—¿Cómo sabes que tengo un hijo y qué edad tiene? —abrió los ojos sorprendido.

—Simple, lo dijo tu esposo —Aomine hizo una mueca molesta al escuchar esa palabra—, que por cierto no entiendo qué haces con ese tío.

—Yo tampoco, sinceramente —respondió con simpleza—. Cambiando de tema, ¿qué hay de ti? ¿Te has casado o qué?

—No, la verdad es que no he llegado a encontrar a la persona idónea —sonrió.

—No creo que haya alguien en la faz de la tierra que quiera aguantar al don emperador absoluto —se burló.

—Lo raro es que tú sí hayas encontrado a alguien que te aguante —siguió la broma, para molestarlo.

—Qué gracioso eres, no has mejorado en absoluto tu horrible sentido del humor —fijó su vista en ambos padres de su amigo, quiénes hablaban con Katsunori.

—¿Estás de acuerdo con que tus padres hagan negocios turbios?

—¿Qué quieres decir con eso?

Rompiendo Las Reglas (KnB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora