ESPECIAL SAN VALENTÍN (retrasado)-3°parte

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Noté que algo frío me rozaba la mejilla. Pero enseguida se retiró y me encontré cómoda de nuevo.

Un momento.

Tal vez estaba DEMASIADO cómoda.

Abrí los ojos lentamente. ¿Dónde estaba? Miré a mi alrededor, descubriendo una habitación en penumbra. Aunque dónde estaba esa habitación, no lo sabía.

Parpadeando con fuerza me incorporé un poco e intenté averiguar dónde estaba. Y encontré a Gideon mirándome, de pie, su camisa blanca brillando en la oscuridad.

-¿Qué haces tú aquí?-pregunté, con la voz algo pastosa por el sueño. ¿Por qué llevaba traje y pajarita? Se río. ¿Por qué se reía?

-¿Y no querrías saber mejor qué haces TÚ aquí?

Suspiré, exasperada. Aquello era surrealista. Tal vez si estuviera Xemerius me lo contara más deprisa. Pero, como no estaba, tendría que seguirle el juego a Gideon.

-Vale. ¿Qué hago YO aquí?

Se volvió a reír.

-Eres tan dócil  cuando estás medio dormida...

Puse los ojos en blanco. Poco a poco me iba despabilando. Estaba sobre una enorme cama, medio tumbada. Me incorporé un poco más y me resqué el tobillo que encontré embutido en un par de medias de seda. Y llevaba un vestido bastante... sustancioso, digamos. Entonces, los recuerdos de la noche fueron regresando a mi cabeza despacio, terminando de despejarme. Me sacudí las sábanas de encima y me levanté la falda del vestido hasta los muslos. Metí la mano por debajo y me desabroché la liga, quitándome la media, haciéndola un gurruño y tirándola a un punto indefinido de la habitación.

-Te quedaste dormida en el bar, y le sugerí a Mr George llevarte a un a habitación antes de que empezaran a mirarte demasiado raro.

Oh, mierda. Seguro que babeé o alguna otra cosa embarazosa.

-La verdad es que eres muy mona cuando duermes-comentó él con una sonrisa cansada, agachándose a por mi media y dejándola al pie de la cama. Luego se sentó al borde de esta y se aflojó la pajarita, dejándola caer a ambos lados de su cuello.Yo me quité la otra media y la tiré por la habitación sólo por hacerle rabiar un rato. Pero estaba demasiado cansado, se limitó a poner los ojos en blanco. Me recoloqué el vestido, apoyando la cabeza en las rodillas. -Bueno, por lo menos la cena ha ido bien.

¿Qué? Ah, no, eso sí que no.

-¿Bien? ¿El hecho de que no hayan tomado ninguna decisión y sean machistas hasta el extremo de lo ridículo significa "bien" para ti?

Alzó la mirada al cielo.

-Dos cosas: la primera: sí han llegado a una decisión. La segunda: no podemos hacer que cambien de un día para otro, los cambios hay que hacerlos gradualmente, sin que se den cuenta.

-Bueno, pero tú podías haber defendido un poco al sexo opuesto, ¿no?

Me puse de rodillas sobre la cama. Aquello olía a debate.

-Te recuerdo que a mí me han educado siguiendo los preceptos del siglo pasado. Y que, según esos preceptos, lo que dicen es correcto. No comparto esa opinión, pero es a lo que estoy acostumbrado.

-¿Educación del siglo pasado?-dije, con expresión incrédula.

-Sí-contestó él con su irresistible sonrisa.-Aunque, por alguna extraña razón, contigo me resulta difícil atenerme a lo que me han enseñado.-alcé las cejas. No veía a dónde quería llegar.-Por ejemplo-susurró, muy cerca de mi oído.-no debería estar haciendo esto-dijo mientras sus labios rozaban mi sien con suavidad.-ni esto...-añadió bajando por mi mandíbula. Si la situación hubiera sido otra se me habrían ocurrido cientos de cosas que decirle. Pero como sus labios estaban emprendiendo un viaje dolorosamente lento por mi cuello, no me veía en la situación más adecuada para hablar.-...ni tampoco esto...-añadió con la voz ronca subiendo por mi barbilla. Se me escapó un suspiro.-ni mucho menos esto...-sus labios se movían con suavidad mientras hablaba en la comisura de mi boca-ni...

No le dejé acabar. Tiré de él hacia mí y sellé sus labios con los míos, besándolevfuriosamente, y tirando de él hacia abajo hasta que estuvo tumbado sobre mí, sus rodillas a ambos lados de mi cadera, y se dejó ir con un gemido suave y una sonrisa que le dejé mantener bien poco.

Con cuidado se dejó caer hacia un lado, y aproveché para tirar de su chaqueta y quitársela mientras un golpe contra el suelo me indicó que sus zapatos ya no estaban en sus pies.

-Gwen...-susurró contra mi boca. Pero no dejó de besarme. Su mano subió por mi pierna lentamente, dejando un camino eléctrico sobre mi piel y levantándome el vestido hasta casi la cadera. Y nos incorporamos, yo tirando y él empujando, hasta quedar sentada sobre su regazo, a horcajadas, mirándonos con la respiración agitada y las miradas enfebrecidas, las pupilas dilatadas y las mejillas rojas.

Ninguno dijo nada. Nerviosa, dejé que mi mano bajara desde su cuello hasta su cintura, desabrochando los botones de su camisa que iba encontrando a mi paso. Sus ojos no se separaron de mi cara en ningún momento, y me miraba serio, pero con amor y deseo en su mirada. Eché la camisa hacia atrás y él me ayudó a terminar de quitársela. Y sus dedos viajaron al dobladillo de mi vestido. Le paré antes de que llegaran. Aquello me daba vergüenza, quería ir con calma.

-Espera-dije. Y empecé a pasear las manos por su torso desnudo, siguiendo las líneas de los músculos, que se tensaban a mi paso. Tenía los ojos entrecerrados, aunque me seguía mirando con expresión seria. Cuando mis dedos llegaron a la hebilla de su cinturón, me detuve, dudosa. Oh, Dios, Mío. Pero era demasiado para mí, así que, tras un instante de duda, agarreé el bajo de mi vestido y tiré  de él hacia arriba.

DIAMANTE -borradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora