C29 ¿Me entendiste?

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Una carrera contra el tiempo y la ingenuidad; a Dalia se la comía la desesperación de no saber que esperar en esos ojos que siempre la miraban con devoción; Paz jamás había guardado silencio ante una situación, su voz calmada y palabras siempre correctas enfrentaban todo pero esta vez solo se fue...

La rubia se sentía llena de culpa, en su conciencia la tranquilidad de jamás haberle fallado al amor, pero en su corazón ese desasosiego pues conocía muy bien aquellos sentimientos de celos; unos que ahora ella provocaba.

Llegó apresurada al edificio, el elevador se hacía lento piso a piso, las manos agitaban sin querer las llaves en medio de la angustia, solo deseaba abrir aquella puerta y abrazar a su mujer.

Al ingresar al apartamento su corazón se heló por segundos, solo la pequeña Luna se hizo presente, todo a media luz, un enorme silencio que aparentaba una terrible soledad hasta que ese rayo de esperanza se asomó, escuchó como un eco muy lejano aquella música suave que tanto amaba Paz, el alma comenzaba a regresar al cuerpo al saberla ahí, cautelosamente se acercó a la habitación percatándose que la melodía provenía del baño, abrió con cuidado la puerta encontrando a su amor dentro de la tina, con los ojos cerrados y recostando la cabeza en la pared mientras mil burbujas cubrían su cuerpo desnudo.

- Amor, ya llegué - se oyó la voz de Dalia en un hilo

- Lo sé, escuché a Luna ladrar.

- ¿Puedo bañarme contigo cielo? Necesitamos conversar.

- Hablamos más tarde por favor, me duele un poco la cabeza

La respiración de la rubia se volvía irregular, Paz jamás le había hablado tan frío y menos rechazaría un baño juntas, empezaba a preocuparse cada vez más.

- Te tomaré la presión porque...

- Estoy bien - interrumpió - por favor déjame sola un momento - dijo aún con los ojos cerrados.

- Pero mi amor - se acercó hasta sentarse en la orilla de la tina - no podemos pelear por algo sin importancia.

- Nadie está peleando.

- Pero estás enojada conmigo, y con toda la razón mi vida, fui tan tonta - tomó una mano de Paz y besó su palma - ¿por qué no me lo dijiste?

- ¿Es en serio? ¿No te das cuenta cómo te coquetea descaradamente?

- Te lo juro que no Paz, no pensé al menos hasta que hoy me dijo que...

- ¡No, Dalia Teresa! Ahora no quiero escuchar nada por favor - la miró al fin

- ¿Cómo me dijiste? - cuestionó con la voz cortada y esos hermosos ojos empañándose.

- Así te llamas ¿no? - giró la vista para no ser débil ante aquel rostro acongojado - me has dicho mil veces por mi nombre completo.

- Pero tú no Paz - una pequeña lágrima escapó - yo soy tu amor y tú el mío ¿me entendiste?

- Solo entiendo una cosa Dalia, no quiero sufrir ¡Me aterra perderte porque te amo carajo, te amo tanto! - cubrió su rostro con ambas manos

Un sentimiento tan desmedido solo se puede corresponder de una forma: amándose y cumpliendo todos los anhelos del corazón.

La rubia sin cruzar una palabra más se levantó rápido, dejó un pequeño beso en la mejilla a su amor y salió del baño; minutos pasaban y al ver que no había noticias de ella Paz al fin terminó su baño, aquella rutina de crema y perfume se hizo presente, una bata azul de seda envolvía su cuerpo, la mano sobre la manija de la puerta, pero el moverla era imposible.

𝐀𝐍𝐇𝐄𝐋𝐎𝐒 ♀♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora