Había una taza de té caliente en sus manos, East estaba sentada frente a ella, esperando que comenzara a hablar. Katerine se preguntó si no era obvio lo que necesitaba, con la ausencia de ella debía tomar una posición firme, convertirse en la autoridad en esa tierra besada por el hielo. No la entusiasmaba la idea, pero era parte de la responsabilidad que había aceptado al elegir a Ean como su compañero.
—Tengo la responsabilidad de cuidar de estas personas cuando Ean no está, East —inició, sintiendo un escalofríos correrle la espalda cuando bebió de su té. Le disgustó tanto que lo dejó sobre la mesa y no volvió a tocarlo—. Sé que pensaras que es ridículo, dada mi carencia de particularidades o poderes, como quieras llamarlo.
—Nunca he dicho que sea ridículo —se defendió el hombre, manteniendo su mirada fija en cada movimiento que ella hacía—. Es…valiente de tu parte. Tomar esa postura y sostenerla, arriesgarte por un montón de seres mágicos que tienen más probabilidades de sobrevivir que tú —ella le dedicó una mirada, East sonrió—, ¿fue demasiado?
Sacudió su cabeza.
—No me importa si soy humana, no me importa lo que ellos sean, si están en peligro y puedo hacer algo para detenerlo, eso haré. Aquí en el refugio confían en mí y no deseo decepcionarlos, pero…tengo que admitirlo, la situación de hoy fue horrible, se salió de control —volvió a estremecerse.
—A mí me pareció que lo manejaste bastante bien, Katerine —murmuró East, sorbiendo de su propia taza.
Apretó sus manos sobre el escritorio y retorció sus dedos.
—Un golpe de suerte, tal vez —balbuceó—. La mala suerte me persigue desde hace mucho tiempo, no quiero que regrese ahora, creo que lo de hoy ha sido una especie de advertencia.
—No estoy de acuerdo contigo, pero continúa.
Soltó el aire que había estado conteniendo y se levantó, fue hacia la ventana, quería caminar, morderse las uñas.
—¿Qué pasa si los Frezz vuelven mañana? ¿Qué pasa si deciden no volver a obedecerme? —escupió tartamudeando—. Me da miedo lo que pueda suceder.
Se quedó observando hacia afuera, el cielo comenzaba a pintarse con oscuridad y estrellas. Pasó un largo momento antes de que East volviera a hablar.
—Mi magia tiene límites, no puedo percibir lo que hizo que esas criaturas decidieran obedecerte, sé que no me has pedido mi opinión sobre esto, pero creo que un curandero debería revisarte, tal vez la magia de Ean se adhirió a ti y fueron los restos de esa esencia lo que hizo que te obedecieran, no lo sé. Me gustaría averiguarlo, si me lo permites, porque lo que pasó hoy no es normal, la naturaleza de un Frezz no es ofrecer su sumisión a criaturas interiores a ellos, sin ofender —agregó.
—Quiero que te quedes, East, pero no para eso, aunque también me gustaría averiguarlo. Necesito tu ayuda por si las cosas vuelven a salirse de control —resopló Katerine, pasando sus manos por su espeso cabello rizado, sus dedos terminaron atrapados antes de que pudieran llegar al final—. Por lo menos hasta que Ean vuelva, me sentiría más cómoda teniendo a un mágico aquí que sepa cómo controlar a los Frezz.
Las comisuras de East se alzaron y la miró como si le estuviera diciendo una broma.
—Si mi gemelo estuviera aquí te recordaría nuestro espectacular fracaso en el bosque de Fría, cuando nos enfrentamos a los Frezz. Voy a tener la decencia de admitirlo esta vez, si el señor del hielo no hubiera aparecido, estaríamos muertos. Despedazados.
Katerine sonrió.
—Finalmente aceptas las ideas estúpidas que tuviste en el pasado.
—Y fueron muchas —suspiró.
ESTÁS LEYENDO
El señor de las criaturas de hielo
FantasyÉrase una vez una mujer y un hombre de hielo que eran libres... Segunda parte de Demonio blanco.