XI.

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Las leyendas nunca perecen.

Ni siquiera algo como el paso del tiempo podría acabar con ellas. No importaban los años transcurridos, las sociedades cambiantes o las nuevas tecnologías, había leyendas que nunca dejaban de tener importancia en la vida de las personas. 

Historias contadas de generación en generación, antiguas creencias que se imponían como la absoluta verdad y única razón. Porque ni siquiera el paso a la modernidad y sus avances científicos podrían luchar contra ellas, siempre se las tendrían como la máxima verdad. 

Leyendas que narraban el inicio de todo.

Existían historias que detallaban muchas variables de su vida diaria, ya sea sobre sus lobos, las parejas destinadas o los lazos que formaban con otra persona. Así mismo, existía la antigua creencia de que ninguna vida era concebida sin que antes la Luna lo hubiera querido así. Ella era la responsable de reencarnar a un nuevo ser, así también como de elegir a sus progenitores. Sus elecciones siempre eran correctas y precisas, las cosas no se daban sólo porque sí.

Por lo tanto, WooYoung no entendía porqué la Luna le estaba haciendo aquello.

Era incapaz de comprender las razones detrás de ese embarazo. Sin importar lo mucho que lo analizara, no tenía ni un mínimo sentido. Todos los días su vida se iba apagando un poco más, su lobo perdía fuerzas y él sentía que poco a poco se desconectaba del mundo. Su cuerpo, víctima de numerosos malestares, se había convertido en una celda de castigo y su alma no ansiaba otra cosa que no fuese liberarse de aquel tormento, y dejar atrás todo el dolor al que había sido sometida por aquel alfa que lo despreció.

¿Cómo era posible, entonces, que la Luna lo haya elegido a él?

No podía pensar en otra cosa que no fuese un castigo. Porque no era más que eso, una inmensa crueldad. 

WooYoung no sabe exactamente cuánto tiempo pasó en aquel cuarto de baño, pero estaba seguro de que debían ser al menos un par de horas pues sus músculos estaban entumecidos. Su rostro se mantenía impávido, casi como el de un muerto, pero al mismo tiempo era posible notar un semblante que no mostraba otra cosa que no fuese aflicción.

Ya no estaba llorando, hacía bastante tiempo que había dejado de hacerlo. Sin embargo, podía sentir un peculiar hormigueo alrededor de sus ojos, al igual que el rastro ya seco de las lágrimas en la piel de sus mejillas. 

Estaba sentado en los fríos azulejos del suelo, por lo que era incapaz de ver su reflejo en el espejo sobre el lavamanos. De todos modos, no necesitaba hacerlo para saber que su apariencia era un desastre. Sus ojos debían estar hinchados y sus cabellos despeinados.

El omega se mantenía abrazando sus piernas mientras sus ojos se clavaban en el objeto que estaba sosteniendo en sus manos. Era pequeño, bastante similar a un termómetro moderno, sólo que era de color blanco y uno de los extremos estaba decorado en azul. 

Y marcaba dos rayas rojas. 

Positivo.

WooYoung dejó de lado la prueba de embarazo para tomar la siguiente, su mentón aún descansando sobre sus rodillas mientras ejecutaba los movimientos. La prueba era igual que la anterior, sólo que tenía un nombre diferente y en el pequeño recuadro no había rayas, sino una carita feliz igual que la de un emoji. 

Positivo

También la dejó de lado junto a la otra y tomó una nueva, la cual era un poco más pesada que las anteriores. Su forma era bastante diferente, a simple vista cualquiera podría notar que se trataba de una marca costosa. Y en verdad había sido así, pues le había costado más que las otras dos pruebas juntas. Aunque era de esperarse, ya que se trataba de una digital que aseguraba una gran precisión.

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Y estaba marcando lo mismo que las demás. 

"Positivo - +3 semanas"

WooYoung permaneció una considerable cantidad de tiempo con la mirada fija en los resultados, brillando en la pequeña pantalla. Un largo suspiro se escapó de sus labios mientras sentía cómo las ansias de llorar regresaban. Pero era de esperarse, pues no podía dejar de pensar en lo desalmado que era el destino. 

Una parte de sí mismo aún se negaba a creer lo que estaba sucediendo. 

Finalmente, el omega se levantó con algo de torpeza debido al largo tiempo que permaneció allí, y desechó una de las pruebas. Decidió quedarse con las otras dos, las cuales no tardó en guardar entre sus cosas luego de salir del baño. 

Se quedó de pie en el medio de la habitación, sin saber exactamente qué hacer. Ni siquiera sabía cómo sentirse, estaba perdido y desolado, su mente no era más que un desastre de pensamientos que no llegaban a nada. Sus ojos terminaron viajando hacia la ventana al lado de su cama, de donde provenía la única luz que se atrevía a iluminar ese conjunto de sombras que era su habitación. 

Y WooYoung se derrumbó de nuevo.

No fue capaz de dar más de dos pasos antes de caer de rodillas frente a la ventana, justo en la zona del suelo que era alcanzado por ese fulgor. Las lágrimas se atrevieron a hacer acto de presencia una vez más, pero ni siquiera aquello pudo evitar que sus ojos no se clavaran en la Luna. 

—¿Por qué…? —sollozó mientras observaba el blanco astro que yacía adornando el cielo nocturno—. ¿P-por qué me haces esto?

WooYoung era incapaz de comprenderlo. Él siempre había tratado de ser una buena persona, ayudaba a quien lo necesitara sin esperar nada a cambio y todo el tiempo mantenía una enorme sonrisa incluso en las más terribles de las situaciones. Respetaba las antiguas leyendas del origen de todo y honraba a su diosa por sobre todas las cosas. 

Entonces, ¿por qué la Luna lo castigaba? 

—N-no lo entiendo —sus manos se aferraron al suelo debajo suyo que, debido a las ventanas abiertas, yacía sumamente gélido hasta el punto de causarle un escalofrío—. ¿Por qué me castigas así…?

¿Qué había hecho para merecer tal tormento?

Porque aquello no era más que un horrible castigo. La Luna le había dado todo lo que alguna vez deseó, le entregó todo lo que había anhelado desde que tenía memoria: conocer a su pareja destinada, amar profundamente a esa persona y ser amado por ella de la misma forma, concebir un cachorro de ambos, tener una familia y ser feliz el resto de una larga vida. 

Había cumplido sus sueños, sí, pero no del modo que esperaba. 

Lo había unido a una persona completamente diferente a él, que no sólo detestaba la idea de los destinados sino también a los omegas. Lo vinculó a un alfa que nunca podría amarlo, pues al contrario, lo único que sentía hacía él era un absoluto desprecio que ya le había demostrado una y otra vez en incontables ocasiones. 

Permitió que engendrara una vida en su vientre a pesar de su futuro, lo que sólo terminaría con él muriendo junto al cachorro o tal vez con una oportunidad de vivir para su pequeño, pero sin que WooYoung tenga la posibilidad de verlo crecer.

Le dio todo lo que deseaba, pero al mismo tiempo se lo quitó.

—¿Q-qué fue lo que hice? —pudo sentir una leve punzada en su cabeza, seguramente como consecuencia del extenso llanto en el que había estado sumergido en las últimas horas. Sin embargo, no le tomó importancia—. ¿Qué pecado e-estoy pagando?

Epiphany [SanWoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora