Deseo.
Bostezo en medio de los bocinazos e insultos mañaneros de los carros a nuestro alrededor. Hay tráfico y Nayet golpea el volante repetidas veces con frustración.
Bajo el tapa sol de mi asiento y me aplico el labial con Cali y el Dandee de fondo.
De repente, Nayet lanza un bufido como si se hubiera acordado de un mal chiste.
— ¿Te gusta el raro entonces?
¿En serio se cree la basura de la "amiga"?
—No hablare de eso contigo, Nayet.
—Estamos en un puto trafico ¿de qué mierda quieres hablar? ¿Del futuro?
—En realidad, sí—subo los pies al asiento—. Me gustaría saber por qué te llegó una carta de la universidad de la universidad de Bócio.
Chasquea la lengua.
—No es nada—masculla—. Es igual que Waelkon para ti.
Abro los ojos.
— ¿¡Y tú qué sabes de eso?!
—A: vivimos en la misma casa—que gran escusa—. Y B: cuando me aburro y no manipulo la situación a mi conveniencia, reviso tu correspondencia.
—Luego preguntan por qué la confianza es la base de una relación.
—El fin de semana firmaremos el divorcio—me recuerda con una interesante metáfora.
Arrugo el ceño.
— ¿Nos estas comparando con una pareja de casados?
—Discutimos a cada rato y no tenemos sexo.
Okey. Si somos un matrimonio.
—Qué bueno que eres muy ingenioso para resolverlo por tu cuenta.
—Y tú que aguantas cachos—chocamos los puños.
Ahora, después de diecisiete años, es que me doy cuenta de que nuestra relación es demasiado volátil.
Las montañas rusas están sobrevaloradas, lo nuestro es más como una casa del horror. Entras a la oscuridad llena de miedo, angustia y desconfianza que siempre te mantiene alerta al lado de alguien que sabes que si quiere te puede empeorar la estabilidad emocional y aun así te aferras a la toxicidad.
Si corres o intentas escapar, sabes que en algún momento volverás a los brazos del otro.
Cuando ocurre un percance gritan, se lastiman, discuten y al salir de la casa del horror se ríen porque sabes que estando rodeada de monstruo, él es el único que te sostendrá la mano.
Nacimos prácticamente juntos y ahora es nuestra maldición permanecer unidos.
— ¿Me dejas ponerte rimer? —frunce el ceño y me mira como si se me hubiera salido mierda por la boca.
—Anda a ponérselo al friki de tu novio.
Inclino el asiente para dormir un rato, sabía que el trafico iba para largo, pero Nayet interpone su mano y endereza el asiento.
—Si te duermes, te empujo fuera del carro—lo remedé en silencio—. El fin de semana la condena termina, ¿te gustaría que después de prácticas...?
— ¡Sí! —sabía perfectamente a lo que se refería.
Creo.
—Ya hago la reservación en el motel—saca el teléfono y yo le golpeo el brazo.
Príncipe azul mis polainas.
—Voy haciendo el pago del día en el gym —confirma lo que pensaba.
—¿Cuánto te transfiero? —entro a la app del banco de mi papi para pagar la mitad de la cuenta.
Pero Nayet me manotea el teléfono.
—Deja esa ridiculez que nunca he dejado que pagues nada.
Ya se.
—Lo hago por educación —me hago la super ofendida.
Vuelve la vista a la carreta cuando nos toca avanzar. Belmont High parece un cementerio.
Cuando salimos del carro Nayet me da un codazo que, a simple vista, pareciera con la intención de ser amistoso pero el muy desgraciado sabía que en ese lugar tenía un morado por lo cual me dolió horrible.
La figura de pera de Megan esta recostada en mi casillero, inmersa en su teléfono con expresión de máxima concentración.
Camino despacio, doblando las rodillas poco a poco a medida que me voy acercando, inflo el pecho frente a sus achocolatadas piernas desnudas, mis uñas listas y afiladas para...
—Te meto una patada en la cara si me rasguñas—advierte, sin ni siquiera verme.
¿Qué siente mi olor?
— ¿Has comido bien? —indago, haciendo de cuentas que no quería asustarla.
Ella aparta la vista de su teléfono.
—No me he metido el dedo para vomitar si es lo que te preocupa —se ríe.
Luego de que sonara la campana entramos a clase. Durante cuatro años éramos los mismos pendejos desde primer año, crecimos juntos básicamente.
Aquí todos hablan con todos, se pelean con todos y se comen al otro. Ninguna pareja dura más que un mes ya que sabemos que mejor estamos como amigos que de novios.
Nos conocemos a tal punto que nuestros sentimientos van más allá de las relaciones amorosas. Somos un clan, una familia que se apoya y hasta tiene su propio idioma.
—Verruga —guardamos silencio y Saúl corre a sentarse, de la puerta entra el suplente del profesor Ricardo y la clase continua.
Los altavoces se activan y Rafa se voltea a lanzarme un beso.
«Atención queridos alumnos.» Se comenzó a escuchar la voz del director «A partir de hoy se les informa que la semana siguiente se suspenderán las clases. El colegio se verá sometido a una fumigación severa de piojo por lo que repito, no habrá clases la semana que viene por lo que la presentación a las universalidades ha sido prologada. Sin más noticias, sigan con sus actividades escolares.»
En cuanto los altavoces se apagan y las personas le bajan el volumen a su festejo, Brayden sale corriendo del salón sin ni siquiera pedir permiso y con los gritos del suplente pidiéndole que regrese.
Ese chico es demasiado raro.
La campana suena y mi ropa casual se convierte en uniforme.
Uno de mis tantos deberes como cheerleader es motivar, no solo a la audiencia y al equipo, sino a mis compañeras también.
Levantarlas del barro cuando se crean derrotadas y mentir para animarlas
— ¡Estuviste genial! Tu pirueta fue perfecta. Solo asegúrate de no volverte a caer frente a los representantes y de seguir mis órdenes. No quisieras que los de Bócio te vean fallar ¿o sí?
Agita la cabeza con los ojos lloroso.
— ¡Perfecto! Entonces... ¿ya te siente mejor?
Alba asiente, quita la mano de su nariz mostrando como chorrea litros y litros de sangre.
Resistí hacer una mala mueca.
—Mejor ve a cambiarte. Estas ensuciando el uniforme.
Ni en mis más brutales peleas con Nayet había visto tanta sangre.
—Gracias, Debrah —la chica se va de la enfermería, dejando un camino de gotas rojas.
Como líder de la escuadrilla sé las limitaciones de mis compañeras; y la complextura un poco regordete de Alba no es para hacer piruetas de largas duración, no obstante, pese a mis objeciones quiso demostrar algo que no era necesario.
En cuestión de fuerza y flexibilidad está bien, no hizo falta el sobreesfuerzo que nos mandó a las tres a la enfermería.
Me gire a ver a Andrea que estuvo en el lugar equivocado cuando Alba perdió el equilibrio.
—Creo que la ballena me torció el tobillo —se queja, ganándose una jalada en su pelo rubio.
—Es nuestra igual, no la insultes —le quito la bolsa de hielo del pie—. Somos compañeras, no víboras que se atacan entre sí.
— ¿¡De donde carajo salen eso rumores de que eres una perra sin sentimiento?! Eres un pancito con dulce de leche.
Esboce una sonrisa.
—Si le dices a alguien de esto te emparejo el otro tobillo.
— ¡Ahí está la perra! —Se levanta de la cama y yo le ofrezco mi hombro para sostenerse—. Estaré bien.
—Más te vale. Yuxtam estará ahí y si lo arruinan yo las arruino a ustedes.
— ¡Uy, si! Que miedo—la empujo haciendo que vuelva a caer en la cama.
—Recupérate pronto.
— ¡Salúdame al bombón de Nayet!
Ruedo los ojos y salgo de la enfermería.
— ¿Al bombón de quién? —inquiere con ese tono oscuro que solo yo tengo la desgracia de escuchar.
—Al bombón de Rafa.
Agarro el bolso que me extiende y me largo a los vestidores de chicas para cambiarme de ropa.
No puedo ir al ring de boxeo con el uniforme de porrista.
— ¿Puedes darte la vuelta? —le pido cuando me doy cuenta que no me quita la mirada.
— ¿Pa' que?
— ¿Pa' que? —remedo imitando su cara de idiota azul—. ¡Date la maldita vuelta!
—Como si no te hubiese visto ya.
Hace caso de mala gana y yo empiezo a deslizar el uniforme por mi cuerpo sin separar la mirada del futbolista frente a mí.
—Esta no es la ropa que me puse esta mañana.
—Es la de tu casillero.
Sigo con lo mío. Subo el cierre del pantalón, paso los mechones rojos por detrás de la oreja antes de ponerme el top rojo y darme cuenta de algo.
— ¿Cómo es que...?
Aun de espalda hace girar una llave en su dedo
— ¡Ratero! —me acerco a arrebartar.
Un segundo después me tiene aprisionada contra la pared. Ni siquiera me da tiempo de reaccionar cuando ya tenía su boca contra la mía.
Intento apartarlo pero eso ocasiona que arremeta con una mordida más fuerte.
Su lengua roza mis labios de manera provocadora antes de besarme de nuevo con mucho más arrebato. El desespero, las ansias y la furia me es transmitida, empapando las partes que no deberían reaccionar a su toque.
—Vamos al ring.
¿A dónde?
¿Qué es un ring?
Me toma del cuello de la camisa y camina conmigo como si fuera su perro, no me molesto porque si no fuese por él seguiría con los pies pegados en los vestidos recuperando la cordura, la sensatez y el juicio que prometió corromper.
¡Oh dios mío, Garreth!
Me suelta y su mano pasa a mi hombro en un acto amigable cuando empezamos a cruzarnos con los estudiantes.
Él sonríe, saluda y choca puños mientras yo podía apostar lo que sea a que parecía un Zombie o más bien una interna de un hospital psiquiátrico en estado de shock.