CAPÍTULO 28.

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Deseo.

Bostezo en medio de los bocinazos e insultos mañaneros de los carros a nuestro alrededor. Hay tráfico y Nayet golpea el volante repetidas veces con frustración.

Bajo el tapa sol de mi asiento y me aplico el labial con Cali y el Dandee de fondo.

De repente, Nayet lanza un bufido como si se hubiera acordado de un mal chiste.

— ¿Te gusta el raro entonces?

¿En serio se cree la basura de la "amiga"?

—No hablare de eso contigo, Nayet.

—Estamos en un puto trafico ¿de qué mierda quieres hablar? ¿Del futuro?

—En realidad, sí—subo los pies al asiento—. Me gustaría saber por qué te llegó una carta de la universidad de la universidad de Bócio.

Chasquea la lengua.

—No es nada—masculla—. Es igual que Waelkon para ti.

Abro los ojos.

— ¿¡Y tú qué sabes de eso?!

—A: vivimos en la misma casa—que gran escusa—. Y B: cuando me aburro y no manipulo la situación a mi conveniencia, reviso tu correspondencia.

—Luego preguntan por qué la confianza es la base de una relación.

—El fin de semana firmaremos el divorcio—me recuerda con una interesante metáfora.

Arrugo el ceño.

— ¿Nos estas comparando con una pareja de casados?

—Discutimos a cada rato y no tenemos sexo.

Okey. Si somos un matrimonio.

—Qué bueno que eres muy ingenioso para resolverlo por tu cuenta.

—Y tú que aguantas cachos—chocamos los puños.

Ahora, después de diecisiete años, es que me doy cuenta de que nuestra relación es demasiado volátil.

Las montañas rusas están sobrevaloradas, lo nuestro es más como una casa del horror. Entras a la oscuridad llena de miedo, angustia y desconfianza que siempre te mantiene alerta al lado de alguien que sabes que si quiere te puede empeorar la estabilidad emocional y aun así te aferras a la toxicidad.

Si corres o intentas escapar, sabes que en algún momento volverás a los brazos del otro.

Cuando ocurre un percance gritan, se lastiman, discuten y al salir de la casa del horror se ríen porque sabes que estando rodeada de monstruo, él es el único que te sostendrá la mano.

Nacimos prácticamente juntos y ahora es nuestra maldición permanecer unidos.

— ¿Me dejas ponerte rimer? —frunce el ceño y me mira como si se me hubiera salido mierda por la boca.

—Anda a ponérselo al friki de tu novio.

Inclino el asiente para dormir un rato, sabía que el trafico iba para largo, pero Nayet interpone su mano y endereza el asiento.

—Si te duermes, te empujo fuera del carro—lo remedé en silencio—. El fin de semana la condena termina, ¿te gustaría que después de prácticas...?

— ¡Sí! —sabía perfectamente a lo que se refería.

Creo.

—Ya hago la reservación en el motel—saca el teléfono y yo le golpeo el brazo.

Príncipe azul mis polainas.

—Voy haciendo el pago del día en el gym —confirma lo que pensaba.

—¿Cuánto te transfiero? —entro a la app del banco de mi papi para pagar la mitad de la cuenta.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora