dieciseís

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Transpiraba de manera alucinante, pegando un pequeño grito apenas y entró a la habitación que le habían preparado para los juegos, siendo jalado de inmediato por Robert y Cindirella quienes con sus pares de ojos enormemente brillosos reflejando preocupación, le pasaron por el rostro un paño de agua fría sobre aquella herida. Dolía muchísimo, lo sentía, había sido profunda. 

—¿Está bien, majestad?—intentó sonreír lo mejor que pudo, distorcionando el rostro en un santiamén. 

—He estado mejor—masculló dejando que siguieran limpiándole. 

Unas voces ruidosas viniendo de la parte de fuera empezaron a hacerse eco, más cercanas, hasta que irrumpieron en la habitación de un movimiento, entrometiéndose rápidamente. Eran ellos, sus maestros. Gerard iba a la cabecilla, apretando los labios mientras caminaba hasta él, tomando su rostro, quitándole el trapo a Robert, continuándo con la limpieza de este.

—Trae agua de curación, un par de hojas de mático y un molcajete—anunció el caballero, sosteniendo el trapo sobre su rostro sin mirarle a los ojos. 

Robert asintió yendo junto a Cindirella por lo que este había solicitado, viendo como Raymond y Michael se acercaban casi enseguida ocupando los lugares donde se encontraban. El rubio le miró con un deje preocupado, casi se sorprende y suelta una carcajada, pero le dolía tan solo respirar puesto que el movimiento intensificaba la sensación. Raymond en cambio, estaba mas serio, pensativo. 

—Ese mal nacido, eso fue a propósito—gruñó el rubio. Gerard chasqueó la lengua mirándole brevemente—. Ni te atrevas a defenderlo, saber que tengo razón. Solo quiere joderte. 

—Eso no es lo importante ahora. Si Frank no aprende a defenderse mejor, van a matarlo—la voz de Raymond se engruesó, mirándole sin atisbo de duda, no estaba bromeando ni un poco, y empezaba a preocuparse. 

—Aquí tiene, señor—Robert regresó pronto, lucía agitado, señal clara de que había corrido a por lo solicitado por el pelinegro. 

Gerard le retiró el trapo de su rostro, dándoselo a Robert, tomando uno limpio remojado en agua de un cazo que Cindirella sostenía. Apenas hizo contacto con su piel, sus propios reflejos le obligaron a retroceder y jadear. El caballero le sostuvo con firmeza sin llegar a lastimarle, impidiendo que siguiera respingando. No dijo palabra alguna, pero prontó notó como la mirada esmeralda estaba sobre él, casi lamentándose, con cierto rastro de molestia, pero más que nada, miedo. 

—No volverás a competir. 

—¿Qué?—su voz y la del rubio se combinaron en un fluír, perdiéndose. 

—Lo de hoy ha sido un atentado hacia el reino, no volverás a competir, yo me encargo. 

—Gerard, no digas tonterías, aunque sea un juego, sigue habiendo riesgos. Jared solo peleó. 

—Jugó sucio—gruñó. Michael quedó en silencio largo rato mirándole, se vieron a los ojos extensos segundos que parecieron eternos, hasta que el rubio bufó.

—Bien, pero sabes que eso es imposible. Tú no decides si él compite de nuevo o no—quiso replicar pero pareció envuelto en una encrucijada sin salida. 

—Michael tiene razón, Gerard. Frank tiene que seguir, mejor preocupate por enseñarle una mejor defensa para mañana—aquello había sonado rudo, pero Raymond no vaciló. Gerard suspiró cansino sin agregar respuesta alguna, sintiendo la mirada del moreno cargada hacia él—. Su majestad, lo hizo bien el día de hoy, sus hechizos han mejorado, continúe así y mucho cuidado. 

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora