Y así empieza la semana...

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-Déjame ver si lo entendí... Te presentas en mi habitación un domingo a las - miré el reloj- diez de la noche, nada más y nada menos, y me exiges que escriba un libro.

Durante un momento pensé que me contestaría, a pesar de que llevaba desde que había aparecido, de pie y en gran parte callado. Sus botas estaban llenas de barro seco, sus pantalones tenían un corte a la altura del muslo izquierdo, y su camiseta parecía haber tenido días mejores. Apenas me había fijado en su indumentaria, aunque era lógico que me hubiese dejado llevar por la sorpresa. Todo el mundo daba a Sean por muerto. Esperé a que contestara algo, pero ni siquiera se movió. De haber sido otra persona hasta me hubiese preocupado.

Su mirada estaba apagada, como si su mente estuviese a kilómetros de allí. Pero era un Jenner y -como todo el mundo allí- yo apenas había tenido el contacto estrictamente necesario, lo cual no me dejaba un margen en el cual guiarme para clasificar su comportamiento como algo usual. Perdí la paciencia, era obvio que no iba a decir palabra.

-Jovencito, el que sea una anciana, no significa que tenga todo el tiempo del mundo. Por si no lo sabes, soy la bibliotecaria del Centro. Escribir un libro requiere tiempo, algo que por si no te has fijado en mis arrugas y en ese bastón al lado de la puerta, no tengo.

-Te pagaré.- A mis años ya era difícil oír bien, pues entre los susurros apenas articulados, la imaginación era la que tenía que rellenar esos espacios en blanco. Abrí la boca para protestar, pero él se echó aun lado para que pudiese ver una pila de dinero en fajos bastantes gordos, sobre mi escritorio.

Muy bien, Martha. No has visto tanto dinero junto en tu vida. Pero no seas así, no se lo pongas fácil. De donde vino eso, hay mucho más. Tienes que asegurarte tu jubilación. ¡Qué digo! ¡Tendría que haberme jubilado ya!

-Supongo que vienes a mí porque sabes que puedo ver el pasado. Así que tu deseo será que relate lo que te ha pasado en este tiempo que has estado fuera, supongo. Algo así como un seguro de vida, si te ocurre algo, lo tendrás por escrito. Y lo tendrás escrito por nada más y nada menos que una Norna. Nadie se atreverá a cuestionar mis palabras.

-...No.

-¿Qué? ¡Habla más alto, chico!

-No yo. Otra persona.

-Eso va a ser más difícil, aunque no imposible.- Inspiré hondo- Sin embargo, quedan algunas cosas que pulir aquí, joven.

Él estaba mirándome a los ojos, y a pesar del escalofrío que me recorría el cuerpo entero, era como si en verdad me mirase, pero no pudiese verme. A lo largo de los años había visto muchas miradas como esa. Miradas atormentadas, ojos sin vida, almas perdidas. Algo le había pasado a este apuesto muchacho. Aunque no me diese el dinero, que en verdad necesitaba, lo hubiese hecho. Hubiese hecho cualquier cosa que me pidiese con tal de aliviar el dolor que parecía estar sufriendo.

Bueno, por eso y porque una oportunidad como aquella solo podía presentársele a alguien una vez en la vida, si es que tenía suerte. Iba a poder adentrarme en los recuerdos de Sean Jenner, conocer los secretos de la familia Jenner al completo e incluso saber lo que pasaba entre bambalinas con el propio Moklan. Eso sí era un tesoro a tener en cuenta.

-Esto va así... Primero tendrás que tener en cuenta que nunca he escrito un libro. Informes, sí. Libros, no. Lo que significa que esto puede no quedar todo lo bien que te esperas, pero es lo que hay. También necesito un ordenador en el que escribir. No esperarás que lo haga todo a mano y después lo pase a limpio ¿Verdad? Así que vamos a tener que hacerlo en la biblioteca. Tranquilo, por allí no suele ir mucha gente, así que no creo que haya problemas. Además, no puedos implemente abandonar mi trabajo. Ah, y te daré una semana. Tienes exactamente siete días para que sepa todo lo que necesitaré escribir. ¿Bien?

Él simplemente hizo una leve inclinación con la cabeza a modo afirmativo, abrió la puerta de la habitación y se marchó.

-Sesenta y ocho años, y esto es lo más raro que he visto en mi vida. Martha, creo que vas a tener una semana movidita.

Guardé la escopeta nuevamente debajo del colchón, cerré la puerta y apagué las luces.

A ese muchacho le ha pasado algo. Tiene que haber sido algo verdaderamente importante para haberlo sacudido de tal forma. Y voy a tener la oportunidad, no solo de vivirlo mediante sus recuerdos, sino también de ponerlo por escrito.

Esta es tu oportunidad, Martha.

No lo eches a perder.

Libro de los Sueños (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora