Prólogo.

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Estar solo en el mundo es algo que no muchos son capaces de resistir. Muchos, se apartan por voluntad propia,  y otros, son simples maginados de la sociedad. Pero hay un pequeño porcentaje de personas, que sienten la soledad como un beneficio; como si al estar apartados de todo lo que involucre relacionarse con otros, se salven de decepciones. Pero, por mucho que ellos no lo crean, jamás están solos. Cada uno de nosotros se relaciona con alguien en algún momento de nuestra vida, ya sea desde nuestros padres hasta amigos, maestros o simplemente el hombre que te ofrece el periódico todas las mañanas. Pero, el no tener a alguien con quien contar, ya sea para tomar un helado o contarle sus problemas, es la razón por la que las personas se decepcionan de su vida. Principalmente de la monotonía de ir, venir, y repetir el ciclo, hasta darse cuenta de que no pueden con la soledad y saltar todas las cosas bellas que la vida ofrece, por tan solo la necesidad de llegar al final. Por eso, cuando por tu propia decisión, decides evitar tus amistades buscando seguir tu vida con una tranquilidad que solo estar solo te puede dar.. estás en un gran error.

Mientras caminaba por las frías calles de New York, un poco deshabitadas por el invierno, la realidad golpea fuertemente a Mia Hendrick, una chica alta, pálida y castaña. Ver pasar tan solo un vehículo cada cinco minutos, sentir la nieve caer sobre tu cabeza, y el olor a café mezclado con el frío invernal, solo hacían que la depresión de la chica aumentaran en un nivel casi inimaginable. Con tan solo 16 años, Mia, tras sufrir una decepción amorosa y, obviamente, salir lastimada, decidió que no valia la pena seguir confiando en nadie, que era mejor enfrentar los obstáculos de la vida sola, que ella seria capaz de hacerlo todo sola, y que no necesitaba a alguien que en algún la iba a lastimar; por lo que rompió todo lazo social al terminar el instituto, y ahora que está en la universidad, se encarga de ser invisible para cada persona que pasa a su lado. Con tan solo 19 años, Mia vive en uno de los rascacielos más altos de la ciudad. ¿Qué como lo ha logrado? Simple. Sus padres son unos millonarios dueños de una de las empresas de producción de autos a nivel mundial, por lo que Mia tiene un auto último modelo. 

Es decir, a Mia no le falta nada. Tiene una muy buena educación en la universidad de Columbia, tiene un amplio departamento con vista a la más hermosa zona de New York, tiene una cantidad incontable de dinero en sus tarjetas de crédito, y se puede dar el lujo que se le antoje. Pero entonces.. ¿Por qué ella no es feliz? Si, es cierto, ella lo tiene todo con respecto a lo material, pero ella necesita más que eso. Ella no lo sabe, pero necesita a esa persona que le de una vuelta a su mundo. Que le enseñe lo que se siente tener un amigo, lo que se siente ser amada. Porque, aunque sus padres le den todo lo necesario, jamás hablan con Mia. A duras penas la llaman para invitarla a la cena de acción de gracias.. si es que sus asistentes no lo hacen por ellos. Así que el único sentimiento que reflejan los ojos de Mia, es soledad. Ella no lo sabe, pero cada vez se va undiendo más y más.

Después de reflecionar un poco de lo triste y patética que era su vida, Mia continuó su camino hasta su departamento. Estaba hubicado en una de las mejores zonas de N.Y, y como ya habiamos dicho antes, ero un hermoso rascacielo. Le correspondía el último piso y estaba lleno de objetos lujoso de última tecnología, todo muy al estilo futurista, tal cual como le gusta a nuestra protagonista. Al llegar a la entrada de su edificio, el portero le hizo una señal de cortesía, pero como siempre, Mía lo ignoró. El significado de estar apartado del mundo, significaba no hablar con nadie; y eso, incluia al gentil portero. Al entrar al ascensor, precionó el botón que indicaba su penth-house y al cerrarse las puertas empezó a sonar la estresante "música de ascensor". Cuando por fin llegó a su piso, sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta. Con tan solo entrar, su fiel perro y único amigo en el planeta tierra se abalanzó sobre ella.

-Hola, Crackle!- dijo Mia mientras se ponía en cunclillas para acariciar a su pequeño pomerania. Crackle,un perro pomerania con pelaje blanco y tan sedoso, que acariciarlo, se podría volver una adicción. Era el único amigo de Mía, por lo que cuando ella llegaba de la universidad, se sentaban frente a su pantalla de 75 pulgadas a ver películas en Netflix, mientras comían palomitas y comida canina (en el caso de Crackle). El caso, es que si Mia no hubiera escuchado una canción de su banda favorita provenir de su teléfono, se hubiera quedado lo que restaba del día, acostada en el piso de su sala acariciando a su tierno cachorro.

Mía se levantó en busca de su teléfono y gracias al identificador de llamadas, supo que su madre era quien estaba de la otra linea. Contestó, e inmediatamente se pudo escuchar la chillona voz de su madre.

-¡Querida! - dijo su madre, Anastasia Hendrick, con más energía de la que debería usar una señora de 40 años mientras está al teléfono - ¿Que tal te encuentras?

-Hola mamá - dijo Mia, con un tono de confusión - Yo estoy bie..

-Oh me alegra, cariño - interrumpió Anastasia antes de que Mía pudiera terminar - Te llamo para darte una maravillosa noticia

-¿una noticia? - dijo Mía mucho más confundida que antes, pero al parecer, su adorable madre no lo notó

-Oh, si. Créeme que es maravillosa. ¿recuerdas a la Señora Patrick? - no dejó de su hija respondiera y seguió hablando como si de la noticia del fin del mundo se tratara - Pues, su hijo, se va a transladar a tu misma universidad, y necesita un departamento, por lo que le ofrecí que se quede contigo hasta que consiga un lugar digno en el que vivir. ¿No es asombroso?

-¿¡Queeeee!? - dijo Mía alarmada - ¿Como es eso que vas a meter a alguien a mi departamento sin mi autorización?

-Cariño, tu apartamento tiene mucho espacio para ambos, no te preocupes, ¡ni siquiera van a usar el mismo baño! - Mía iba a decir algo pero Anastacia, como siempre, la interrumpió - Hija, me tengo que ir, ¡Cuídate! El chico llegará en dos días. - y sin más, colgó.

Pero a Mía lo que menos le preocupaba era que tenía que compartir el baño. Su problema era que su plan de ser una total antisocial, se iría por la borda. En la universidad, solo algunos profesores se sabían su nombre, y eso por solo obligación. Ahora que iba a tener un nuevo inquilino en su casa, todo tendría que cambiar. Ya no podría colocar la música de sus bandas favoritas a alto volumen, no podría quedarse hasta horas de la madrugada terminando la temporada de alguna serie que le guste, no podría hacer sus extraños bailes sacados de alguna coreografía de youtube, no podría ser ella misma. Por fuera, ella era alguien diferente, una chica invisible que no habla siquiera con una mosca, pero en su casa, nadie la juzgaba. Ella disfrutaba hacer locuras con su cachorro sin que ninguna otra persona en el mundo la mirara, sin ninguna restricción.

Pero todo eso... los únicos momentos en lo que se sentía feliz, serían eliminados por culpa de su madre. Todo, por un estúpido chico que no es capaz de buscarse su propio apartamento, todo por la maldita amistad de su madre con la señora Patrick. Todo porque ella.. no era una persona normal.

Pero... ¿Quien sabe? Tal vez este chico termine siendo ese alguien que Mía tanto necesita. Nadie se lo imagina, pero tal vez, la llegada de este chico a su departamento no cause desgracias, si no...mejoras para la vida de Mia Hendrick.


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