Capítulo 5

2.7K 353 238
                                    

Estaba tan nervioso que rayaba lo absurdo. No podía entender por qué se sentía de ese modo cuando no le había pasado ni siquiera en su época de adolescente. Sin duda, su privilegiado físico y espontánea personalidad ayudaban a que siempre se sintiese muy seguro de sí mismo. No obstante, allí estaba, a sus treinta y dos años, sentado en su auto con las luces apagadas, intentando reunir el coraje necesario para entrar en aquel lujoso hotel en el que sabía que la encontraría.

No recordaba haber tenido antes ese nudo en la boca de su estómago. Si bien jamás fue de los que les gusta presumir, tampoco ignoraba el efecto que tenía en las mujeres. Estas siempre lo habían encontrado atractivo y, aunque los últimos años estuvo en una relación seria y exclusiva, antes de eso no había practicado el celibato precisamente. Sin embargo, hasta ella nunca experimentó emociones tan intensas y eso lo tenía bastante desconcertado.

Por supuesto que notó su belleza desde un principio —el que estuviese comprometido no lo volvía ciego—; no obstante, no fue eso lo que la había vuelto tan interesante a sus ojos. De hecho, no estaba seguro de si había una razón en particular. Más bien se trataba de un conjunto de cosas que hacían de ella una hermosa mujer. Sus hipnóticos ojos de ese color incierto entre verde y marrón, sus tentadores labios y su espeso y oscura cabello que lo hacía imaginarse toda clase de pecados, eran tan solo la punta del iceberg. Lo que en verdad lo seducían eran su valentía, altruismo y dulzura.

Todavía recordaba cómo debió luchar contra el impulso de golpear al idiota que la había acompañado cuando este la hirió con sus palabras y comportamiento dejando en evidencia que no era a ella a quien quería a su lado, sino a su amiga. Sobre todo, cuando tuvo el descaro de insinuar que su compañero retenía a quien hoy era su esposa a base de engaños aprovechándose de su inocencia. Por fortuna, la impetuosa joven lo puso en su lugar antes de que todo terminara en una masacre.

Pese a que su noviazgo no atravesaba su mejor momento, el respeto que siempre había sentido hacia su prometida le impidió siquiera mirarla con masculino interés. Sin embargo, tras haber pasado el tiempo, empezaba a pensar que tal vez su cuerpo —incluso también su alma— la había reconocido de algún modo y, por eso, su respuesta a ella era tan visceral.

Volvió a tensarse al recordar la humillación que vio en sus bellos ojos por culpa de Gabriel. Desde pequeño había tenido problemas para lidiar con las injusticias —no por casualidad se convirtió en policía—, pero no fue eso lo que lo había llevado a decirle lo que pensaba de su acompañante, aun corriendo el riesgo de que lo mandara al carajo por meterse donde no le correspondía. Algo en ella despertaba su instinto protector.

Incluso sin conocerla tanto, había sabido entonces que ese tipo no la merecía. Ella debía estar con alguien que la valorase y se sintiese agradecido cada día de su vida por tener la suerte de poder estar a su lado. Alguien que se desviviese por consentir cada uno de sus caprichos y le demostrase con palabras y hechos la maravillosa mujer que era. Qué curioso que ahora ya no pudiese imaginar a nadie más que él mismo ocupando ese lugar.

Nunca había sido un hombre celoso, no obstante, no podía evitar sentirse posesivo con ella. Solo pensar en que otro la tocase del modo en que él lo había hecho lo alteraba como nada más lo hacía. Pasó una mano por su cabello en un gesto nervioso al caer en la cuenta de que ya no podía seguir negando el poderoso efecto que tenía sobre él. De algún modo que no previó había permitido que entrara en su mente y alborotase cualquier pensamiento racional que pudiera tener respecto a ella.

Tras un suspiro, abrió la puerta y descendió del vehículo. El sonido del mar a lo lejos y el aire cargado de sal lo relajaron al instante. Inspiró profundo y, decidido, continuó avanzando. Se encontraba a nada de volver a verla y no podía esperar ni un minuto más. No tenía idea de cuál sería su reacción. La última vez que estuvieron juntos, ella se fue sin despedirse y, aunque en ese momento le pareció conveniente, ya no estaba tan seguro de eso. Le habría gustado despertar a su lado y volver a hacerle el amor hasta sentirla retorcerse de placer debajo de él.

También te gustarán

          

Se detuvo de golpe cuando sintió la instantánea y violenta respuesta de su cuerpo ante las ardientes imágenes que cruzaron por su mente. Bufó para sí mismo con burla mientras apoyaba las manos en sus caderas y negaba con la cabeza. No importaba el tiempo transcurrido, seguía deseándola como nunca había deseado a ninguna otra mujer. "Como un maldito adolescente hormonal", pensó e inspiró profundo para calmarse.

Le llevó unos minutos volver a tomar el control de su cuerpo, aunque no estaba seguro de lo que pasaría en el instante en el que volviera a verla. Se recordó que había ido allí solo para cumplir una promesa y que luego se marcharía para continuar su viaje de regreso a su casa. Por mucho que todo su ser la anhelara, que su piel pidiera a gritos el calor de la suya, debía mantenerse fuerte. Si volvía a tocarla, no estaba seguro de que fuese capaz de volver a alejarse de ella.

Frunció el ceño al ver el número desconocido en la pantalla de su teléfono y, con desconfianza, leyó el mensaje

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Frunció el ceño al ver el número desconocido en la pantalla de su teléfono y, con desconfianza, leyó el mensaje. Se tensó en cuanto comprendió de quién se trataba y, por acto reflejo, alzó la mirada. Escaneó el lugar a la espera de encontrarse con aquel desagradable sujeto que no parecía aceptar un no por respuesta. ¿Cómo consiguió su número? Estaba segura de que ninguno de sus primos se lo habría dado. Si bien solían fastidiarla cual hermanos mayores, eran muy protectores con ella.

Se relajó al no verlo, aun así, el bar estaba atestado de gente y no podía estar segura de que no la estuviese observando desde algún oscuro rincón. Un estremecimiento recorrió su cuerpo al pensar en que empezaba a comportarse como un acosador. No había pasado más de un día desde que rechazó su invitación a cenar. Y aunque había evitado ser brusca por temor a perjudicar la relación entre el intendente y sus primos, su negativa fue muy clara. ¿Qué lo hacía pensar que aceptaría esta vez?

Sin molestarse en responder, guardó el celular en su cartera e intentó pensar en otra cosa mientras esperaba a que ellos llegaran. Bruno ya le había avisado que iría más tarde porque Patricia no se sentía bien y no quería dejarla sola hasta que estuviese dormida. Sabía que José tenía problemas con uno de sus ayudantes de cocina, por lo que seguro que aún estaba lidiando con ese tema. No obstante, no tenía idea de qué demoraba a Agustín. Siendo el responsable de la inauguración del bar, él más que nadie debería haber ido a horario.

De pronto, la voz del animador dando comienzo a la tan esperada noche de karaoke llamó su atención. La gente aplaudía con efusividad y varios jóvenes silbaban como muestra de entusiasmo. Sonrió al darse cuenta de que todo estaba saliendo mejor de lo que había esperado y se sintió orgullosa por haber tenido una idea que ayudase a sus primos. Durante la siguiente media hora, se dedicó a escuchar a los valientes que se animaban a subir al escenario. Algunos lo hacían sorprendentemente bien, pero otros, en cambio, provocaban que deseara haber llevado tapones para sus oídos.

Luego de un rato, se incorporó para ir al baño. De paso, revisaría el maquillaje que se había aplicado más temprano. No acostumbraba a usar demasiado, pero hacía varias noches que no dormía bien y temía que el cansancio comenzara a evidenciarse en su rostro. A pesar de que seguía intacto, volvió a delinear sus ojos, retocó la sombra gris que había aplicado en sus párpados y colocó un poco de brillo en sus labios. Luego, se acomodó el cabello con las manos y se aseguró de que la parte inferior de su blusa siguiese dentro de su ajustado pantalón negro. Una vez conforme con el resultado, salió para regresar a su mesa.

Apuesta de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora