Poco a poco, Jade fue recobrando el conocimiento. Estaba desorientada y su cabeza no paraba de darle vueltas. Su visión estaba borrosa, pero pronto se fue recomponiendo, dejándole ver donde se encontraba. No le costó reconocer el abandonado despacho que, en su día, perteneció al director de aquel psiquiátrico, el mismo donde ella y Sabrina habían estado antes, cuando exploraban el edificio. Todavía era de noche, pero estaba tan desorientada que había perdido la noción del tiempo y no sabía, exactamente, cuanto hacía de cuando ella y Sabrina habían estado allí; podrían haber pasado unos minutos, unas horas o unos días.
El lugar estaba iluminado por una lámpara de queroseno que alguien había dejado sobre el escritorio, pero no parecía haber nadie más allí con ella. Sin embargo, alguien había dejado allí esa lámpara y, sobre todo, alguien la había llevado hasta ese lugar, ya que era evidente que no había llegado por su propio píe. Aterrada, hizo memoria, tratando de averiguar lo que había sucedido. Su mente retrocedió hasta cuando estaba junto a Sabrina en aquella enorme habitación llena de cajas que había bajo el edificio.
Sabrina estaba muy inquieta, apuntando en todas direcciones con aquella pistola que había traido con ella. Jamás había visto a su amiga tan aterrada. Seguramente, lo que viera dentro de aquella caja fue lo que le causaba tal pavor. Permaneció unos segundos en silencio hasta que se decidió a hablar para preguntarle que estaba pasando. Fue entonces, mientras Sabrina le daba la espalda, cuando una mano la sorprendió por detrás, colocándole sobre su boca y su nariz un trapo empapado en cloroformo, y se vio inmediatamente arrastrada y llevada lejos de su amiga. Antes de perder el conocimiento, pudo ver como esta se alejaba sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Quiso gritar pidiéndole ayuda, pero le era imposible.
La chica se levantó del sofá sobresaltada. Estaba muerta de miedo. Volvía a sentirse cómo aquella vez en el cementerio, atrapada en aquella choza con los muertos viviente tratando de atraparla. En aquel momento, fue salvada por Sabrina. Sin embargo, era posible que ella también hubiese sido capturada. Así que, esta vez decidió no quedarse en ese lugar esperando a que su amiga fuera a rescatarla o a que la gente que la había secuestrado regresara.
Corrió hacia la puerta. Creyó que estaría cerrada con llave o atrancada con algo, pero pudo abrirla sin problemas. Sin embargo, su alegría pronto se convirtió en desesperación cuando, delante de ella, apareció un tipo enorme –tan alto que tenía que alzar mucho la mirada para poder mirarle a la cara –, vestido con ropa militar negra y sujetando una HK MP5 con sus manos enguantadas en negro. El tipo la encañonó con el arma y, por un momento, creyó que le iba a dispararle.
– Calma, Joel –sonó una voz detrás de él –, ya me encargo yo.
El tipo se echó a un lado, dejando ver a un tipo calvo y barbudo que, pese a lo oscuro que estaba el pasillo, llevaba unas gafas oscuras. Era alto –aunque no tanto como el tipo del arma -, delgado, de más de 50 años, con algunas canas en la barba, y vestía unos pantalones de pana marrones y una camisa de cuadros, con una corbata que, en esos momentos, llevaba desatada. Sobre su brazo sostenía una chaqueta de lana gris con unas coderas de cuero marrón cosidas a las mangas.
Las coderas no se veían muy bien, pero Jade sabía perfectamente que estaban ahí. Y es que ya había visto muchas veces esa chaqueta y al hombre que la llevaba, a quién conocía perfectamente. Era Lambert Gustin, aunque todos lo conocían cómo el Señor Gustin, su profesor de biología. El mismo que muchas veces les llamaba la atención a ella y a Sabrina cuando hablaban durante sus clases.
– Hola, Jade –dijo él en plan sarcástico mientras la miraba con una sonrisa de zorro –. ¿Cómo llevas el trabajo que os encargué la semana pasada? Creo que tenéis que entregarlo mañana.
– Señor Gustin... –dijo Jade con voz temblorosa –. Usted es uno de ellos...
El profesor soltó unas carcajadas.
– Uno de ellos... —dijo con voz burlona — Veo que nos conocéis bien. Tú y Sabrina habéis estado metiendo las narices en nuestros asuntos ultimamente. Pero, esta noche se acabó todo para vosotras.
Jade tragó saliva, pese a que su boca estaba muy seca.
– ¿Dónde está Sabrina?
El profesor volvió a reir.
– Sabrina continúa ahí abajo. Ella y el amo se están "conociendo"...
Jade abrió mucho los ojos y la boca y se puso a retroceder mientras el profesor avanzaba lentamente hacia ella adentrándose en la habitación. El tipo armado le seguía en todo momento. Jade continuó retrocediento hasta que sus piernas chocaron contra el sofá y cayó sobre él. Gustin dejó la chaqueta sobre el escritorio y se sentó en el sofá junto a ella mientras el tipo armado se quedaba de píe frente a ellos, encañonando a la chica en todo momento.
Jade empezó a llorar, algo que parecía excitar más al profesor, quién empezó a acariciar los dorados cabellos de la temblorosa joven con la punta de sus dedos.
– El amo lleva mucho tiempo sin sacrificios, pero es posible que quede satisfecho con Sabrina. Eso sería una buena noticia para mí y para mis chicos, ya que, entonces, serás para nosotros...
Aquellas palabras provocaron en la joven un escalofrío que le sacudió todo el cuerpo.
– No sabes el tiempo que llevaba deseando esto –continuó el profesor, quién estaba empezando a excitarse –. Tú y tu amiga a penas prestáis atención en mi clase, pero yo si te presto mucha atención. Verte ahí sentada, con esa falda de cuadros, es lo que más me motiva a seguir dando esas aburridas clases.
– Por favor... –dijo Jade entre sollozos –. Mi familia tiene mucho dinero. Puedo hacerte rico. A ti y a tus hombres.
Gustin volvió a reír. Esta vez, con unas carcajadas tan fuertes que estremecieron aún más a la joven.
– Pobre niña rica... –dijo el profesor con un sarcasmo que ya rozaba lo osceno – Que no te engañe el papel de profesor aburrido y perdedor, tengo pasta suficiente como para vivir como un Rey el resto de mi vida. No quiero tu dinero, a quién quiero es a ti...
El tipo se puso de píe y fue hacia el escritorio. Cogió de nuevo la chaqueta y, de un bolsillo interno, sacó una petaca de la que bebió un gran trago.
– ¿Quieres...? –le preguntó a la chica ofreciéndole la petaca –. Que tonto, olvidé que no tienes edad para beber.
Volvió a guardar la petaca y dejó de nuevo la chaqueta sobre el escritorio. Regresó de nuevo al sofá y se sentó de nuevo junto a la chica, a quién empezó a contarle su historia.
– Mis colegas no entendían por qué, tras amasar la gran fortuna que me proporcionó el amo, continué trabajando de profesor, conduciendo mi viejo Volvo y viviendo en mi pequeño, pero confortable, apartamento en el centro, en lugar de comprar una gran mansión en tu vecindario, una colección de deportivos de lujo y hasta un yate o un jet privado, cómo hicieron ellos. Pero yo sabía que ese lujoso estilo de vida llamaría demasiado la atención, y así fue. Uno a uno, mis colegas fueron identificados por ese entrometido de Dunn, lo que hace que ahora estén tan cagados de miedo que ni se pasan por las reuniones. Yo, en cambio, soy de los pocos que aún continúan en las sombras. Todo porque nadie sospecha de un simple profesor de biología. Ni siquiera se imaginan que tengo toda mi pasta bien guardada en paraisos fiscales, que los fines de semana me voy a Las Vegas, a fundirme la pasta en casinos y prostitutas de lujo, o que las vacaciones las paso en el Carbe, alojándome en hoteles de cinco estrellas y tirándome a turistas que se pirran por tíos con la cartera llena ¿A qué eso no te lo esperabas?
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SABRINA DARK
HorrorEl día que cumple 16 años, justo en plena noche de Halloween, será también el día que cambie la vida de la adolescente Sabrina Dark. Una desagradable experiencia en un cementerio le hará descubrir dos cosas: que ella es especial y que la ciudad dond...