Final: Alemania.

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Su cabeza daba vueltas al igual que su estómago, tenía la sensación que en cualquier momento terminaría vomitando todo lo que había en su interior.

Ladeó un poco la cabeza para poder ver mejor su alrededor.

Oscuridad.

Una inmensa y aterradora oscuridad lo abrazaba con sus fríos brazos.

Y temió.

Argentina temió por su vida.

Con algo de desesperación intento moverse de dónde estaba, pero el esfuerzo fue en vano al sentir sus manos ser fuertemente aprisionadas a  una silla incómoda, al igual que sus pies.

Su respiración agitada era lo único que podía oír en aquel lúgubre lugar.

Por un segundo intento rememorar para poder saber el cómo había llegado a aquella situación.

Había salido de la reunión la cual ni siquiera había dado su comienzo, pero no le interesaba, no después de lo que escucho.

No tenía la fuerza suficiente para fingir que todo estaba bien.

Recordó haber visto su auto a unos pasos de dónde estaba, también que se había acercado.

¿Martin? ¿Dónde estaba esté?

Sí, no estaba.

Luego escucho unos extraños ruidos en la cajuela del auto, se acercó y la abrió llevándose la sorpresa de que su chófer estaba ahí atado y amordazado.

Este lo miraba con miedo y desesperación mientras que trataba de decirle algo...

Luego...

Si, intento acercarse para ayudarlo.

Pero después.

¿Qué ocurrió después?

Nada...

No había nada en su cabeza luego de eso.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos pasos que retumbaban con el suelo de madera.

_¡Mi sol! ¡Perdona que haya tardado tanto...pero la reunión se extendió tanto que parecía que nunca acabaría!_

Argentina abrió sus ojos al reconocer aquella voz.

_Alemania..._ Susurró aún desconcertado.

_¿Si, cariño? ¿Precisas de algo?_ Argentina frunció el seño molesto.

_Si, respuestas...¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?! ¡¿Acaso estás loco?!_ Grito con desespero.

Alemania se carcajeo.

_Ya deberías saberlo mi sol... Tu mismo me lo dijiste ese día..._ Dijo acercándose al sureño hasta estar finalmente al frente de este.

Con suavidad acaricio su rostro con sus frías manos, dandole un escalofrío a su prisionero.

_Pero tranquilo... No te haré daño, solo te traje aquí para demostrarte que yo soy el único que te merece..._

_Si, realmente estás demente..._ Bufó el argento.

_Tal vez... Pero vamos, ¡Tú no estás mejor que yo que digamos!_ El latino arqueo una ceja incrédulo. _Tú creaste una perfecta pantalla de alguien perfecto, mientras que por detrás escupias tu veneno sin anestesia alguna a todos tus cercano...¿Y quién hace algo así más que alguien de una mente tan retorcida como la mía?_

Ahora era el argentino quien reía.

_¡Bue! Pero yo no secuestre a nadie... Solo cargo con el pecado de ser tan atractivo para los imbéciles..._ Dijo de forma burlesca.

_Puede que sea un imbécil, como dices... Pero soy tú imbécil_ Comentó mientras se agachaba y abría las piernas del latino lo más que podía debido a que estás estaba aún atadas.

_¡Che, para! ¿Qué estás haciendo?_ Alemania se apunto mientras ponía su rostro más inocentes.

_¿Yo? Solo te voy a dar mis razones para que te quedes conmigo..._ Sus manos subieron acariciando las piernas del sureño, llegando a su pecho y luego bajo nuevamente hasta quedar en su entrepierna.

_Ni se te ocurra..._

_Vamos... Acaso no quieres olvidar a la Onu...¿Aunque sea por un segundo? _

_¿Cómo lo sabes?_

_Yo se muchas cosas precioso... Ahora solo calla y disfruta..._ Argentina iba a nuevamente protestar pero un apretón en su zona íntima lo hizo soltar un gemido, sacándole una sonrisa de victoria al alemán.

Él cual desabrochó el cinturón del contrario, luego bajo el cierre, dejando así cada vez menos prendas que imposibilitaran su propósito.

Se relamio los labios mientras acaricia a un bulto creciente debajo de la ropa interior del latino, el cual lo miraba mientras mordía su labio con fuerza...
Sabía que no estaba bien, que debía detenerlo.

Sin embargo había una parte de él muy en el fondo que le decía que mandara todo a la mierda, si después de todo el había intentado ser el bueno y lo terminaron lastimando, o bueno esos eran sus pensamientos, los cuales se veían cada vez más nublados ante los incesantes toqueteos del europeo.

Finalmente decidió mandar todo a la mierda.

Si después de todo el alemán tenía razón, él tampoco estaba del todo cuerdo.

Soltó un suspiro al sentir como su miembro era liberado de aquella tortuosa prenda.

_Vez, si eres mi prisionero...¿Entonces por qué lo disfrutas?_

_Vos mismo lo dijiste pelotudo, estoy tan loco como voz..._

Alemán sonrió satisfecho, el latino ya había caído ante su red.

O en realidad.


Era al revés, él había caído en la red del latino.

De cualquier forma decidió no darle muchas vueltas y mejor seguir con su labor.



Fin del Alearg.


Amable C.H (Argextodos)[Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora