NATHALIE
—¡Mamá, traje los melocotones en almíbar!
—Estoy justo aquí.
Giré la cabeza a tiempo para verla entrar en la cocina con el delantal ya puesto. Pocas veces veías a Elvira Everett sin uno de esos amarrado a la cintura. El surtido de prendas no había hecho más que aumentar desde la apertura de Mochee's. Ahora contaba con una amplia colección de mandiles que bien podían ser discretos o imposiblemente coloridos (dependiendo del estado de ánimo de mi madre). Hoy llevaba uno turquesa de nubecillas blancas sobre pantalones de mezclilla y una camisa aguamarina, su color favorito.
A diferencia de mi robusto padre, mamá gozaba de una estatura que casi llegaba al metro noventa. Era estilizada como mi hermana Saddie y de caderas anchas como yo. Podía lucir bien incluso vistiendo un saco de papas.
—¿Qué hay de las fresas? —inquirió mientras acortaba la distancia para ayudarme a desempacar los comestibles—. Oh, Nathy. No me digas que las olvidaste.
Fruncí los labios sin dejar de hurgar en las bolsas.
—Estoy un noventa y cinco por ciento segura de que no mencionaste fresas.
—En el cinco por ciento restante está el mensaje que te envié hace una hora.
—Debiste llamarme, ¿cómo iba a saber?
—Se supone que es una tarta de frutas. Quiere decir que lleva frutas... varias.
Hice una mueca.
—Arándanos y duraznos funciona bien.
—Le diré a Blake que las traiga —dijo con un suspiro.
—No recuerdo la última vez que fue responsable con algo —rezongué.
—Sé que no se llevan bien, pero es tu hermano. Deja de ser tan dura con él.
—No soy dura, mamá. Tiene veintitrés años y actúa como un crío de quince. —Me moví al refrigerador para guardar la crema de leche y los huevos—. Elijah es incluso más maduro con tan sólo diecisiete años —continué—. ¿Sabes que me pidió organizarle el chiquero en el que vive? ¿Qué le hace pensar que debo encargarme de sus problemas domésticos?
Evité soltar la parte en donde mi desesperado e irresponsable hermano prácticamente me chantajeó para darle dinero.
—Tiene un trabajo. Lo está intentando. —La voz de mi madre fue tersa—. Hay que darle algo de crédito.
—También podría ayudarnos en Mochee's, en lugar de aparecer cada vez que se le antoja un plato de comida gratis.
Mi madre respiró hondo.
—No quiero discutir hoy, Nathy. Es la primera vez en semanas que podemos reunirnos para una parrillada. Mañana habrá trabajo duro de nuevo, pero hoy nos sentaremos a comer hasta reventar.
Bajé la mirada asintiendo brevemente.
—De acuerdo. ¿Necesitas ayuda con algo?
—Tu padre ya se ha encargado de marinar la carne. Estaré bien con la tarta, aunque ¿podrías terminar de doblar la ropa limpia que dejé en la sala? Hay camisas de los gemelos y ropa Eli tiradas en todas partes.
—Claro.
Avancé, pero frené el paso en la entrada de nuestra iluminada cocina.
—¿Seremos sólo nosotros o alguien más vendrá hoy? —La pregunta había estado picando en la parte posterior de mi garganta.
—¿Te refieres a los Holt? —Mamá comenzó a reunir los productos de la tarta en la encimera mientras decía—: Oh, sí. Katherine llamó más temprano para confirmar que llegaría a eso de la una.
—Ya veo. ¿Entonces sólo será ella?
—Y Julian y Kelly. No dijo nada de su hijo mayor.
Gracias Cristo. Juro que seré buena chica y te imaginaré en tu túnica clásica.
De camino al salón, dejé escapar un suspiro de puro alivio. Mis ganas de lidiar con el Señor Imbecilidad estaban en un rango por debajo de cero. No lo quería husmeando mi entorno ni mirándome con esos ojos de roca gris que a veces lucían inexpresivos y otras veces demasiado intensos. Como si fueran la puerta a un mundo lleno de lluvias de granizo y violentos huracanes.
Sacudí la cabeza obligando a mi cerebro enfocarse en la tarea que tenía por delante. La ropa de mis hermanos más pequeños estaba distribuida en dos sillones de la sala. Pasé los siguientes minutos doblando, clasificando y apilando, igual que cuando vivía en casa y hacía la colada con mamá.
Tomé el cesto de la ropa y comencé a llenarlo con las prendas ya organizadas. Una vez listo, abandoné el salón dirigiendo mis pasos hacia las escaleras. La casa de mis padres pertenecía a una vieja herencia que le había sido otorgada a mamá tras la muerte de mi abuela. La estructura de aspecto antiguo contaba con suficiente espacio para albergar a una veintena de personas, lo cual era genial para una familia numerosa como la nuestra.
Mi madre nunca quiso cambiar completamente la decoración, razón por la que, con el amoblado nuevo, el lugar era una mezcla extraña de casa colonial con matices de modernidad. Raro, pero acogedor.
Dejé la ropa de los gemelos en la habitación que compartían. Ya se encargarían ellos de meterla en el armario. Tarareando, avancé hacia el dormitorio de Elijah, quien permanecía sentado en su escritorio esbozando un nuevo dibujo.
—Hola, Shih Tzu.
—¿Qué hay, Pecas? —respondió sin levantar la vista.
Hacía tiempo que no lo escuchaba llamarme así. Era un apodo que papá inventó para conmemorar mis pecas perdidas, esas que desaparecieron en cuanto entré a la pubertad. Elijah no tenía forma de recordar cómo era mi cara a los doce, ya que apenas era un mocoso de tres años. Sin embargo, la falta de memoria no le impidió apropiarse del apelativo. Al menos era mejor que Shih Tzu. Aunque, ¿quién podía culparme por haberlo comparado con un cachorro cuando vi su rostro regordete por primera vez? Era hermoso, suave y esponjoso, exactamente igual a un Shih Tzu.
Claro que la cosa había cambiado ahora que tenía diecisiete. Su estatura se había disparado, sus rasgos se habían endurecido y su voz había adquirido una nota más ronca. De algún modo, mi hermanito acabó transformado en un chico guapo de oscuro pelo cenizo y pálidos ojos ambarinos.
—Pensé que no vendrías hoy —comentó, aún con la cara enterrada en su bloc.
—¿Por qué no iba a venir? —inquirí de vuelta.
—Por Blake.
Vacilé, con las manos en una de sus sudaderas.
—Nuestras peleas no son algo nuevo.
—No te estoy echando la culpa. Si fuera tú, también estaría furioso por tener que aguantarlo.
—¿Qué estás diciendo? —expresé en tono ligero, como si bromeara.
—No me hables como si fuera estúpido. —Su tono acusador me puso en alerta—. Los escuché el día que estuve en Mochee's. ¿Crees que no sé que te pide plata a menudo? Pff.