Capitulo VIII - Mentiras (Marc Seguí)

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Mentiras, todo son mentiras.
Dices que me quieres, pero se te olvida.

  Me bajé del autobús de la línea dos que se encontraba vacío de no ser por mí y el conductor en la parada de la clínica. Cuando entré, miré alrededor en busca de alguna cara conocida que me ayudara a pasar el rato, aunque solo fuera una charla de dos minutos, de esas que mantienes con un desconocido en un bar cualquiera.

Hubiera preferido encontrarme en un bar cualquiera con un desconocido.

   −    ¿Julia? ¿Qué haces aquí?

Rubén venía más veces que yo a la clínica, estaba segura porque cuando yo aparecí estaba hablando con una enfermera como si la conociera de toda la vida.

−    ¿Es por Dan? –preguntó acercándose a mí. –Luego hablamos, Marta. –se despidió de la enfermera. – ¿Qué pasa?

−    Nada, creo que me he confundido de horario. –mentí. –Creía que los domingos Dan terminaba a las dos, pero... Nada, me he confundido.−repetí

− ¿Quieres que te acerquemos a casa? –preguntó ilusionado. –Mi padre termina ahora, íbamos a ir a comer a algún lado de la ciudad. ¿Te apuntas?

¿Ir a comer con Rubén y su padre? Padre al cual todavía no conozco, solo sabía que trabajaba aquí.

−   No, esperaré a Dan.

−   Pero vas a quedarte aquí por horas, te llevamos a casa si no quieres venir a comer, pero no te quedes aquí, anda. –parecía que me estaba suplicando.

−   Rubén, ¿nos vamos o qué? −preguntó una voz detrás de mí.

Me giré rogando que todo lo que fuese a suceder después fuera una broma de mal gusto, pero no lo era. Todo era verdad.

−    Anda, Julia. ¿Qué haces aquí?

Sergio se puso a mi lado y me sonrió. Llevaba sus gafas puestas y un cuaderno en la mano. Pude ver el nombre de Laura. El cuaderno era de Laura. Seguramente habría tenido una reunión con él hace apenas unos minutos, podía seguir por aquí.

¿Por qué no me lo había dicho?

−    Venía a buscar a Dan, pero se ha confundido. –aclaró Rubén.

−    Sí, debí confundirme con el horario de Laura. –miré a Sergio suplicante.

Con cara de "por favor, no digas nada, sígueme la corriente". Si era mi psiquiatra teníamos que tener un pacto de confianza como el que tienen los curas con los cristianos que van a confesarse. Confidencialidad.

−    Pues, está en la sala del oráculo. –señaló la sala, aunque yo ya sabía cuál era. –Han venido sus tíos también a la reunión hoy.

Asentí y miré a Rubén. Sergio también le miró.

−    ¿Os conocéis? –preguntó Rubén. –Porque pensaba presentaros ahora mismo.

−    Oh, no hace falta. –dijo Sergio rápidamente. –Julia es... −le volví a echar la mirada de perrito abandonado. –Amiga de Dan y de Laura, ¿verdad?

−    Así es. –asentí.

−    Ah. –dijo Rubén con las manos en sus bolsillos. –Pues él es mi padre, Julia. Y papá, ella es mi amiga Julia.

−    La famosa chica de la que me hijo no para de hablar ni dormido. −se rió, burlándose de su hijo.

−    ¡Papá! –exclamó avergonzado.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora