— La otra noche te esfumaste como el humo. Es uno de los mejores trucos de magia que he presenciado — dijo una voz a mi espalda, mientras esperaba a que cualquiera de las atareadas camareras del Havet me atendiera de una vez.
Había llegado antes de tiempo, como siempre que quedaba con Clarke, pero ni ella, Octavia, Murphy o las L's habían aparecido aún.
— Hola Greta — saludé al volver la cara y encontrarla a mi lado, más cerca de lo que me hubiera gustado.
— Hola — sonrió haciendo una pausa —. Aún no sé cuál es tu nombre, por cierto —le devolví una forzada sonrisa. Se sorprendió al darse cuenta de que no quería decírselo—. No es justo, tú ya sabes el mío.
— Me llamo Lexa.
— ¿Puedo invitarte a tomar algo, Lexa?
— No, muchas gracias.
Suspiré aliviada cuando la mirada de Alejandra coincidió con la mía por encima de la barra y se encaminó hacia mí, desatendiendo a un grupo de chicas que reclamaban su atención vociferando distintas consumiciones.
— Me van atender, ¿quieres algo? — le anuncié a Greta por mera educación.
— Un margarita, por favor, que sea de fresa.
Asentí y me dirigí a Alejandra antes de que cualquier otra mujer entre el tumulto, se me adelantara y me arrebatara la vez.
— Hola, un margarita de fresa y una Coca-Cola por favor.
Advertí la mano de Greta en mi brazo y la proximidad de su cuerpo antes de que hablara.
— ¡Tanto esperar para una simple Coca-Cola! — exclamó junto a mi oído —. Tómate otra cosa.
— Es que no bebo alcohol y la Coca-Cola me gusta.
— Eso me parece bien — rio—. Pero hay cientos de cócteles que no lo llevan, déjame a mí. ¡Cambia esa Coca-Cola por un San Francisco si eres tan amable! — le dijo a Alejandra frente a nosotras.
Me encogí de hombros imperceptiblemente y le hice una seña con la cabeza dándole mi aprobación en el momento en que los ojos de Alejandra, ahora interrogantes, buscaron los míos.
— Veo que te cuidas, eso está muy bien. Yo también debería hacerlo más a menudo, pero me cuesta salir una noche y no tomarme algo menos... aburrido. Ya tengo suficiente cotidianidad a lo largo de toda la semana. ¿Y tú? — me preguntó cuándo la camarera se retiró de la barra para preparar nuestras bebidas.
— Supongo que también.
— ¿A qué te dedicas? ¿Estudias, trabajas, ambas cosas?
Su pregunta me hizo caer en que no sospechaba para nada mi verdadera edad. Lo cierto era que siempre me había pasado. Ni siquiera cuando accedí a la universidad con tan solo catorce años mis compañeros, que ya contaban todos ellos con dieciocho, pudieron intuirlo. Posiblemente mi estatura y el precoz desarrollo de mi cuerpo habían borrado los rasgos excesivamente infantiles que era capaz de distinguir en otras chicas de mi edad. Con el tiempo, la voz se fue corriendo y casi no quedó un compañero que no me mirara de reojo al pasar, tras conocer mi corta edad y la magnífica beca que había conseguido por parte del estado por aquel motivo.
— Estudio.
— ¿Puedo preguntar el qué?
— Medicina.
— Vaya — exclamó con una sonrisa—.
¿En qué curso estás?
— En tercero.
ESTÁS LEYENDO
El mejor Accidente
FanfictionEl día que lexa sufrió ese accidente nunca pensó que iba a encontrar al amor de su vida