La hermana prodiga

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Pablito y Ana María se quedaron con sus abuelos maternos, por ese día. Y, desde hace varios días, planeaban darle una emotiva bienvenida a Melody, ya que no perdieron la fe de que llegaría a vivir con ellos. La ida de ella y de sus padres a México les vino como “anillo al dedo” para llevarlo a cabo.

Mientras tanto, ya estaban terminando de empacar las pertenencias de Melody. Como se llevarían algunos muebles, Carlos tuvo que alquilar una camioneta para cargarlos. Después de la plática y del almuerzo, se alistan para emprender el camino de regreso a casa.

—Melody, sé que está no es una despedida; pero tengo la fe de que, con esta familia, estarás mejor que con nosotros. —le dice don Rubén a Melody—. Ahora, quiero pedirte dos favores, mi niña.

—Adelante, tío. Lo que usted quiera, lo haré.

—Primero, quiero pedirte, a nombre de todos, perdón por lo que te hicimos. Si sentiste nuestro menosprecio, el rechazo, la falta de protección, te pido una enorme disculpa…

—No tengo nada que perdonarles. —lo interrumpe Melody—. Lo que sucedió, ha quedado en el pasado. Si quiero una nueva vida, debo enterrar todo el dolor y el pecado, mi viejo “yo”.

—Está bien, Melody. Que bueno que pienses así. Y, que nunca nos abandones. Acuérdate de nosotros. Ten la seguridad de que aquí puedes volver a tu casa, y que somos tú familia.

—Lo prometo. Jamás los olvidaré. Dios los hizo parte de mí y nunca me separará de ustedes. ¡Los amo con todo mi corazón!

Ambos se fundieron en un abrazo muy fuerte y lloraron por un largo momento. También, don Rubén se despidió de Carlos, de Ximena y de los demás presentes; después de ello, encienden los carros para regresar a casa.

En tanto, los niños les expresan su deseo a sus abuelos maternos, con los que se habían quedado en ese momento; luego, les hacen saber a sus abuelos paternos lo mismo. Querían preparar en la casa, una rica y bonita cena, regalos como dibujos, carteles, dulces y otras cosas; le acomodaron y limpiaron, entre todos y a como pudieron, la habitación de visitas. Querían recibir a Melody de manera amena. Como dos horas después, ya empezada la tarde, Carlos fue el primero en llegar, ya que pudo adelantarse con la camioneta de los muebles.

—¡Wow, niños! Estoy sorprendido de lo que han hecho con sus abuelos. —declara en tanto que los saludaba con un abrazo y saludando a sus padres y suegros.

—Queremos darle la bienvenida a nuestra hermana como se merece. —dice emocionada Anita y le enseña algunos dibujos que había hecho.

—¿Cómo ves lo que queremos hacer, papá? —le pregunta Pablito, muy contento.

Carlos se quedó sin palabras. Recordó su frase predilecta: “Los niños son inocentes y más inteligentes que los adultos. Nunca los menosprecies”.

—No tengo palabras, hijos. Es conmovedor lo que hicieron. Lo que haré es agradecer a Dios por sus acciones. —termina Carlos y les pide que lo abracen fuertemente.

Luego, entre todos bajaron los muebles y las maletas de la camioneta y lo ordenaron en el nuevo cuarto. Terminando de cocinar lo que habían preparado y adornado toda la sala y el comedor, otra hora más tarde, escuchan que silba el coche que traía manejando Darío.

—¡Prepárense ya, para la sorpresa! —hablan bajito los niños y todos se esconden en donde pueden, detrás de los sillones o debajo de la mesa.

—¡Hija, estás encima de mi pierna! ¡Que ya se durmió! —le susurra Carlos a Anita.

—¡Shh! Perdón papá, pero calla. —responde y ve con un animo a todos, que ya están listos.

Ximena abre la puerta de la casa, y ya sospecha que hay algo entre manos. Darío y Jazmín entran luego, y hasta al último, Melody.

—¡Sorpresa, Melody! ¡Por fin, bienvenida a casa! —gritan los niños y salen de inmediato.

Carlos y los abuelos de los niños tardan en salir: él, adolorido por los pisotones de Anita, y los demás, saliendo a cuestas por la edad. Melody se conmociona por la recepción: globos adornando el lugar, un cartel hecho por los niños que decía: “¡Bienvenida a tu casa, hermanita!”, la mesa dispuesta para la cena y con los aplausos de los presentes.

—¿Qué puedo decirles, niños? —les expresa Melody, con lágrimas en los ojos y queda callada un momento.

—No nos digas nada. Te amamos mucho. Has crecido con nosotros y creemos que eres nuestra hermana. —le afirma Pablito, secándole el llanto—. No eres de nuestra sangre, pero lo que nos une es el amor que nuestro Padre nos dio. Espero que nunca te vayas de nuestro lado.

—Fuiste nuestra hermana pródiga. Hoy es necesario hacer fiesta y volvernos felices, porque tú fuiste muerta, y has revivido; te habías perdido, y volviste, fuiste encontrada. —remata Anita con el discurso.

—Exacto, como el hijo perdido, he vuelto. ¡Yo también los amo tanto! ¡Gracias! —concluye Melody, aun más conmovida y rodea a los dos tan fuerte.

Igualmente, los abuelos de los niños le dan la bienvenida a Melody con varios regalos y abrazos: entre ropa, zapatos, accesorios y atavíos. La madre de Carlos le obsequia un hermoso collar de oro con su inicial. Todo culmina con una rica cena: pastas, ensaladas, pechugas de pollo empanizadas, pays de queso, gelatinas y aguas tropicales. Entre la guitarra que entona Carlos, los cantos de Darío, los bailes de Melody, de Jazmín y de los niños, y las risas y ovaciones de todos, termina ese día tan especial. Pero, la prueba no ha acabado. Aun quedan muchas cosas por resolver.

Por tu graciaWhere stories live. Discover now