། 𝐂ᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 𝐂ɪɴᴄᴏ །

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ᴅᴇᴀᴍ ᴅᴀᴡsᴏɴ

ɪᴛᴀʟɪᴀ

¿Qué se puede esperar de cuatro hombres en la cocina, dos jóvenes y dos niños?.
Donnet ya ha quebrado la azafata de cristal de mi madre y Lance le echó demasiada sal al pollo, tuve que volverlo a hervír para que se quite lo salado, el único capacitado para todo, es Leslie, siempre tan centrado en lo que hace que no parece tener casi trece.

— No te comas los que ya están preparados — regaño a Donnet.

— Podemos hacer más, compramos ciento veinte panes. — habla con la boca llena.

— Pero ya están contabilizadas, pierdo la cuenta, empieza a contar de nuevo.

— Por eso estás gordo — dice Lance.

— No estoy gordo, estoy bien, mirate tú, tus piernitas, parecen alambres. — ataca

— Soy niño.

— A tu edad tenía el triple de piernas que tú.

— Gordo.

— Y hora ¿en que los llevamos? — interrumpo la discusión absurda.

— No creo que a mamá le guste que uses sus fuentes grandes de cristal.  — dice Leslie colocando las servilletas.

— Ni modo, voy a traer la olla de mi mamá, son grandes , creo que cabría — dice Donnet limpiando se la boca con el dorso de su mano.

— ¿Por qué no me sorprende que tengan ollas grandes? — pregunto con curiosidad, nuestras ollas son pequeñas.

— Porque todos son gordos — murmura despacio Leslie sin embargo lo logramos oír.

Donnet se enoja, pero es la verdad, su familia esta próxima a ser obesa, en especial su madre.

✧*・°✭.

Todos tenemos nuestro mejor traje y un fuerte olor de mezcla de perfumes se siente en el lugar, me tomó mucho tiempo arreglarme.

— Cien — termina de contar Donnet y la maestra anota en su libreta, miramos como coloca diez en nuestras casillas.

Valió la pena.

Nos vamos a nuestro lugar  y una vez sentados detallamos el salón, el pequeño escenario está adornado con globos y corazones de cartulina, al igual que las paredes. Las sillas estan ubicadas en forma de U y a los que tuvieron a cargola decoración verifican que todo esté bien.

— Mi prima ya está afuera. —habla Donnet a mi lado mirando su celular, se pone de pie yendo a pedirle permiso a la maestra Amanda, miro mi teléfono verificando que Natalie no haya escrito, cuando le dije sobre esto, saltó de alegría y aceptó de inmediato. Natalie es efusiva, diferente a mí y por eso es una de las personas especiales.

La mayoría sale en busca de su persona especial, así las llamó la maestra, todas son rostros conocidos, será porque nuestra comunidad somos unidos y la población no es mucha.

Donnet vuelve y con ella su bonita prima y sorpresivamente también con Natalie, tengo que reconocer que en la familia de Donnet, todos tiene buena apariencia.

Natalie se acerca sonriente y me pongo de pie antes de que llegues mi sitio, me  da un beso en la mejilla y le muestro la silla de a lado para que se siente.

—Estás guapo — elogia, sus palabras hacen que le regale una sonrisa.

— Tú también— hablo dándole un recorrido con mi mirada, trae una blusa color vino con shorts de mezclilla, Natalie es una joven hermosa, nos hemos liado en algunas ocasiones, pero solo es para quitarnos las ganas, en alguna ocasión quise que pasara de los encuentrones que teníamos cada viernes por las noches a una relación, pero ella quiere algo que yo no le puedo dar y es ternura, yo no soy tierno.

— Gracias — dice sonriente luego empieza a saludar con la mano a todos lo que conoce mientras recuerdo aquella vergonzosa conversación un viernes a las nueve de la noche, salíamos del motel y tuve la necesidad de pasar el brazo por sus hombros y lo hice así, la traje a mí y  besé su mandíbula.

¿Y tú? ¿ Qué te pasa? Aún efectos de la liberación de espermatozoides —  Quizo saber y me reí.

— Solo quise hacerlo — contesté y la detuve a mitad de camino bajo un estrellado cielo azul. — ¿Te gustaría salir conmigo? — pregunté, llevaba días pensando en eso, la quería como mi novia, era la única que sabía de mi condición y me aceptaba así.

Su respuesta tardo.

— Dean — empezó y sabía que era un no — siempre hemos sido amigos, pero tienes una manera de hacer.... — se detuvo — ya sabes qué — continuó — y yo no quiero que sea así siempre, está bien por un rato, pero tú lo haces siempre. Lo siento.

Tragué grueso hallando valor para hablar. Su negativa me hirió mi orgullo.

— No importa, igual te seguiré queriendo — le dije y besé su frente — podemos seguir siendo amigos.

— Claro que sí, grandulón — dijo y así termino con mi ilusión.

— ¿En qué piensas? — Pregunta Natalie a mi lado.

— En esa vez que ....

— Ya superalo. — me corta.

— Como sabes lo que era.

— Por tus ojos divertidos, fue el momento más vergonzoso para mí, no quería que te suicidaras a causa mía — bromea y la voz de la maestra resuena en los micrófonos, callando a todos.

— Bien, creo que ya todos estamos — empieza, trae su mejor traje. —  empezaremos por orden alfabético — empieza a revisar su cuaderno de control haciendo silencio, un  silencio que es interrumpido por los murmullos de afuera.

— Apúrate que ya empezó — se oye la voz fastidiosa de Ruph.

— Tengo miedo, no hay nadie por aquí... No es ilegal ¿cierto? — le responde una voz femenina.

— No seas miedosa y apura. — vuelve a decir Rupert luego aparecen en el mural sorprendiendome. — Disculpe señorita, mi amiga se perdió en los pasillos. — avisa mi compañero de clases y yo no aparto los ojos de la joven que está a su lado, la maestra los hace pasar y cuando se adentra la veo, alta, su altura la caracteriza, pero no es más alta que yo, con mi uno noventa, delgada, demasiado delgada para mí parecer, trae una playera color beige cuello alto y sin mangas, un pantalón de mezclilla y sandalias sin tacón, ya no trae la trenza de la última vez, está vez tiene el cabello recogido en media coleta. Se dirige a la silla que está entre Jean y Ruperth y se sienta en ella. Sus ojos se cruzan con los míos de repente y sonríe tomándome por sorpresa.

— Hola — leo en sus labios y con su mano me saluda.

— Keira — digo y el negro de sus ojos me atrapa.

Me atrapa al parecer para siempre, porque me gusta, la quiero para mí.

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Hojas Secas En OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora