s i e t e

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Joaquín

Después de ir a la clínica de detección de ETS, –que para mí fue una completa estupidez porque sabía y sé que no estaba contagiado de nada– fuimos a una zona extremadamente lujosa de la ciudad, encontrándonos con grandes edificios, entramos a uno de esos y fuimos hasta el último piso, para llegar a un departamento muy ostentoso para mi gusto, entramos a este y nos encontramos con una señora de mediana edad, la cual vestía un pantalón algo flojo de color banco, con una blusa de manga tres cuartos color cian, cabellos dorados atados en una coleta. Al vernos entrar se acercó a nosotros.

—Joven Emilio —dijo hacia Marcos —no sabía que estarían aquí tan temprano, aún no tengo nada preparado.

—No sé preocupe Rosi, antes que nada, quiero presentarlos, Rosi, él es Joaquín, y Joaquín, ella es Rosi, —mencionó señalando a cada uno —es como mi segunda madre —soltó con una sonrisa haciendo resaltar sus hoyuelos.

—Un gustó joven Joaquín, —dijo mientras me estrechaba en un efusivo abrazo que me tomó por sorpresa —puedes decirme Nani, así me dice Emilio en ocasiones —murmuró soltando una pequeña risa. Me soltó después de eso.

—Es un gusto para mí también Rosi —fue lo único que pude decir antes de ser interrumpido.

—Bueno, basta de presentaciones, Rosi, Joaquín y yo estaremos en su habitación en lo que guardamos su ropa, ¿Podrías traernos algo para comer?, Después si lo deseas puedes irte, Joaquín y yo pasaremos el día juntos fuera de aquí y es probable que no lleguemos hasta el anochecer.

—Esta bien, joven Emilio, en unos minutos les llevo algo de comer, y —se giró hacia mí —bienvenido Joaquín —me dijo con una sonrisa que correspondí de igual forma —es muy agradable por fin poder conocerle un novio a Emilio —soltó para después irse sin dejarme responder.

Voltee a mirar hacia Marcos y él, muy contrario de mí, no se le veía ninguna mueca de confusión en el rostro, es más, parecía cómodo con la palabra usada para referirse a nosotros.

Marcos puso su mano en mi espalda baja y comenzamos a caminar por los pasillos hasta llegar a una habitación. Al abrir la habitación nos encontramos con una cama king size, de sábanas blancas, al entrar se podían ver dos puertas, una que creo que es del baño y la otra, bueno, no lo sé, en frente de la cama había lo que parecía un pequeño librero, con «valga la redundancia» diferentes libros de distintos tamaños, encima de este había una gran televisión de pantalla plana, todo esto era mucho más de lo que estoy acostumbrado.

—Puedes ir guardando tu ropa, esa puerta de ahí —señaló una de las puertas que estaban casi juntas —es tu armario y, la de al lado es el baño.

—Mmm gracias, pero creo que con solo unos cajones será suficiente para guardar mi ropa, no tengo mucha realmente —dije a lo que él negó.

—Oh pequeño, no, ahí tú guardarás la ropa que trajiste e igual cuando terminemos iremos a comprar toda la ropa y cosas que te plazca.

Alcé una ceja y lo miré con incredulidad —¿Me vas a comprar todo lo que quiera para olvidarme de que me has rentado para tener sexo conmigo?, ¡Dios, Marcos! Que considerado que eres, gracias, ¿como es que te lo pagaré? —dije haciendo un pequeño puchero falso.

Soltó una risa muy falsa y dijo —no te compraré las cosas para hacerte olvidar de que te tengo aquí conmigo, te lo compraré por la simple y sencilla razón de que puedo hacerlo. Quiero que te sientas un poco más cómodo el tiempo que estés conmigo, así que podrás decidir que quieres usar, que quieres comer, como es que quieres que tú habitación esté decorada, además de que podrás decidir si quieres salir, no siempre estaré contigo así que tendrás un guardaespaldas a tu servicio todo el tiempo —concluyó diciendo, y antes de yo poder refutarle algo la señora Rosi entró a la habitación.

—Aquí está su comida —dijo mientras ponía una charola de plata con algunos sandwiches sobre una pequeña mesita, —que lo disfruten —murmuró y salió de la habitación y segundos después se escuchó como cerraban una puerta, por lo que supuse que si decidió irse.

—Hay que comer y después acomodas tus cosas —dijo Marcos —supongo que no has comido desde que despertaste ¿Verdad? —niego con la cabeza en forma de respuesta. Me acerco a la pequeña mesita y agarro uno de los sandwiches, al mismo tiempo que mi contrario lo hace.

Comemos en silencio hasta que cada uno ha engullido por lo menos tres de los sumamente deliciosos sandwiches. Terminamos de comer y agarro algo de mi ropa para comenzar a guardarla en el armario, al abrir la puerta de este me doy cuenta de que es realmente grande, es como una pequeña habitación dentro de esta habitación, me quedo anonadado por la vista, aunque segundos después me repongo e ingreso al armario. Cuando ya tengo por lo menos la mitad de mi ropa acomodada veo como Marcos toma algunas de las prendas que hay en las valijas y me ayuda a guardarlas, me sorprendo ante su acción pero no digo nada.

Después de quizá cinco minutos más guardando y acomodando mis pertenencias en ese lugar, me dispongo a salir cuando siento que unos brazos me rodean por la cintura haciéndome detener. Siento como me hacen girar sobre mis talones para después sentir como me susurran al oído.

—Creo que merezco una recompensa por mi buena obra del día ¿No? —me dice para después besarme.

A diferencia de como lo pensé, este es un beso lento, despacio, sin prisa, casi se podría decir que hay cariño de por medio, me permito cerrar los ojos al tiempo que le correspondo el beso, algunos segundos después, cuando el oxígeno comienza a faltarnos es que nos separamos, no sin antes recibir una pequeña mordida y un pequeño beso de su parte. Quita sus brazos de mi cintura para proceder a tomarme de la mano y ahora sí salir del armario. El reciente beso me dejó un poco sorprendido por lo repentino y –si se puede decir– tierno que fue. Al ver nuestras manos unidas siento como si una corriente eléctrica recorriera mi espina dorsal, es una rara y agradable sensación que prefiero ignorar por el momento.

Quizá no significa nada y yo simplemente esté pensando idioteces...

El Angel del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora