Los Tigres de la Cubierta

Huracán

"Deseo estampar mi firme reclamo por el trato de la enfermera que asistió el procedimiento médico ambulatorio al que me sometí por: a)Su insistencia en tener datos meteorológicos de la zona del Golfo que son privativos de mi asignación y b)Por el maltrato ilegítimo al que fui sometido bajo la excusa de que 'Si no entregas los datos, las verrugas de tu cuello serán la menor de tus preocupaciones si los tigres no libran del mal tiempo' En serio, sus enfermeras son muy fieras para la envergadura que tienen..."

(Capitán (WRDF) Seamus Walden, Extraído del libro de reclamos 2011 del Hospital Central de Nueva Macross, como se cita en "Los Tigres de la Cubierta: Recuerdos del Prometheus 2009 – 2012")

Todo se precipitó a partir de ese mensaje. La sensación frustrante de haber golpeado un saco completamente vacío, por fortuna no tuvo el espacio suficiente para hacer sentir sus efectos -El Señor Steinhauser se encogió de hombros en el sofá- Paddy se había reunido en circuito cerrado con el resto de los capitanes de la fuerza, y sus órdenes posteriores hicieron cantar con acento metálico a los cabrestantes de las anclas. En veinticuatro horas, tal vez menos, ya estábamos proa al sur, ahora en un Alerta Blanco Operaciones Aéreas tan amarillo que parecía la chaqueta de un técnico de cubierta. Y a toda máquina para buscar en las coordenadas de encuentro al Patuxent, que según nuestro mentalista favorito de a bordo, les llenaría los depósitos y bodegas a todos antes de largarse a toda máquina de vuelta a Norfolk para recargarse y salir a nuestro encuentro como consorte oficial de la fuerza.

-¿Fue así que siguieron amenazando el flanco de Khyron?

-Efectivamente, Luca -Lisa suspiró hondo- Yo seguí por un tiempo en el mando de campo de las fuerzas de reacción, pero pronto se vio que era inoficioso estar de allá para acá montada en una aeronave de mando llena de hechicería electrónica, en un entorno en el que nuestra formación militar clásica cada vez daba menos resultado. Y la guerrilla es un conflicto no convencional con tantas formas o variantes, que pese a que nunca ha dejado de ser objeto de estudio en las academias, seguimos intentando lidiar con sus efectos. Cuando me establecí nuevamente en el Control de la Base Prometheus, entendí que mantenerse presionando a los Zentraedi desde la misma zona de operaciones podría representar alguna ventaja militar, pero la sistemática política de tierra arrasada que nos aplicaban cada vez que nos acercábamos provocaba demasiadas penurias a los civiles. Todavía no salíamos completamente del suelo, excepción hecha de Nueva Macross y los cuadrantes de recuperación, y para muchas nuevas ciudades y nuevas versiones de las antiguas, ya había sido suficiente, y así lo entendió el Almirante Gloval cuando nos hizo volver a todos.

-Era un alivio incómodo volver –Terció Rick- Saber que más al sur las cosas se estaban poniendo feas, con el mosaico oscuro que nuestros puestos iban dando de las fuerzas de Khyron mientras estaban en marcha, no contribuía ni a nuestro ánimo ni a nuestra tranquilidad. Dependíamos del Almirante Cahill en lo que nosotros no pudiéramos alcanzar con verdadera ventaja. No importaba qué tan a fondo pisásemos el acelerador, ni el supersónico garantizaba que llegáramos con más que el tiempo para evaluar los daños. Comencé a frustrarme de esa rutina, y, por desgracia, quien lo padeció más duramente –Miró a Lisa con los profundos ojos azules brillando de disculpa- Fuiste tú, cielo.

Está bien, Rick –Lisa le sonrió con dulzura- Esa serie almibarada de nosotros que a veces repiten en los medios muestra de ese tiempo que te comportaste como un idiota –Sonrió casi triunfal- Lo que es una mentira. Actuabas como actuaría un militar frustrado de semejante situación. Solo cuando el recuerdo de la estrellita del canto te alcanzaba, en servicio o fuera de el, llegabas al punto de la idiotez... Y no soy yo quien lo digo. Sammie, Vanessa, Kim, Isobel, Gemima y Claire te sufrieron hasta sacarles lágrimas de sangre o deseos de abofetearte por atrevido.