Las personas deprimidas y ansiosas se aíslan porque no tienen la energía para socializar, tienen miedo, no creen que alguien las quiera realmente.
Yo creía que eso era algo normal; no había nada de malo en ello. Desde que nos mudamos, fue común ver a mi madre tan agotada en el sillón de la sala, sola, sin el amor de su vida, tan solo mirando la televisión o en ocasiones solo durmiendo profundamente durante horas. Era el pilar de todo allí, estaba lejos de ser un hijo amado como tal durante ese periodo, no fue hasta que mi entorno cambió drásticamente tras ser arrebatada mi voz. Después de los quince años, estuve viviendo oculto, comprendiendo a mi madre, entendiendo sus ganas fuertes de morir cuanto antes para acabar con todo el sufrimiento que consumimos de mala gana, y que para seguir en esta vida, necesito aceptar, cosas que no me estaba haciendo tan bien, ¿Cómo puedes aceptar algo como el perder tu voz? Es imposible, no podría superarlo de ningún modo.
Pero tenía que dejarlo atrás, por mi bien, por el bien de los demás...
Mirar las personas caminar era raro, había pasado tanto tiempo alejado de cualquier ser humano que me parecía algo irreal, mucho más cuando me encontraba en una ciudad nueva y grande como lo era Chicago. Me trague el pesado suspiro que esperaba dar, ocultándome inútilmente entre mi playera con cuello de tortuga -que bien cubría mi mayor inseguridad-, mirando mis pies y los de desconocidos pasar cercas mio, era primavera, por lo que realmente el clima era muy agradable, demasiado a decir verdad.
Ignoraba las palabras o murmullos, debía de hacerlo, no podía ser capaz de aguantar algo como oír voces dirigidas hacia mí, no quería en ningún punto tener que ser parte de eso, después de todo, solo era un mes, un mes fuera de casa, un mes en un lugar desconocido.
Tenía mi plan muy bien hecho, primero era esperar en el lugar acordado, segundo y último; quedarme en el aeropuerto mientras que Vik llegaba a recogerme. Como si el universo tuviera planeado que en algún momento fuera feliz -que realmente dudaba mucho eso pudiera pasar-, mi destino estaba escrito en piedra; vivir en la soledad por un largo tiempo hasta hundirme en la inefable depresión.
Estuve dando vueltas sobre mis pasos, negándome rotundamente a sentarme, ignorando a las personas, y en múltiples veces siendo objeto de choques o accidentes por no poder ser capaz de prestar atención al mundo real, estaba bastante cómodo en mi mente como para salir de allí.
—Archer...—Sentí el suave tacto en mi hombro, volteando al oír mi nombre para mirar curioso a la persona de voz cálida que ya había olvidado después de un largo tiempo sin verle en mi entorno.
Esboce un largo y pesado suspiro de alivio, poniendo mi mano encima de la suya para poder sacarla de mi hombro y llevarla hasta al costado del castaño, apretando su mano para que pudiera saber que no estaba en la más mínima intención de soltar su mano. Escuche su risa fugaz, tirando de mi mano con delicadeza para comenzar a caminar entre las miradas curiosas sobre nosotros; un simple zorro mudo y un alegre canino.
Estaba seguro con su presencia, en verdad que lo estaba, me sentía cálido, y era como recordaba, sentirme proteguido por mi mejor amigo, probablemente él era lo que me hacía falta a mi para salir del mundo y poder descubrirlo después de mucho tiempo.
Posiblemente, quizás en el fondo de mi corazón, creo que no es mala idea el iniciar de nuevo mi vida.
Sentía la música de mis audífonos inundar mis pensamientos en un ritmo tan calmado, donde era capaz de escuchar perfectamente cada instrumento, y esa voz relajada; vivir sin preocupaciones, no estaba tan lejos.
Él nunca soltó mi mano, hasta que llegamos al automóvil, me abrió la puerta y verificó que subiera primero para después ayudarme con las maletas, cuando lo hizo, se sentó junto a mi, dejando una delicada caricia en mis cabellos mal peinados, posiblemente parecia que tenia rabia o algo asi por mi mala apariencia, no culpo a nadie, he tenido tanta flojera que no tengo energías para verme decente.
—Bueno, lindo zorro, en marcha, te mostrare mi trabajo, podemos pasar también por un café si gustas—La voz emocionada del rizado hizo a mi corazón saltar de alguna forma, asintiendo a sus palabras mientras le miraba de reojo, quitándome los audífonos para ver el recorrido desde la ventanilla, no sin antes sentir el repentino peso del menor reposar sobre mí para abrocharme el cinturón de seguridad con cuidado, verificando que estuviera bien, claro, primero yo y luego él. Vik siempre se ponía al último.
Escuché un suspiro por parte del de ojos chocolate, intrigado, mi mirada se centro en él, nada mas, mirándole sonriente, realmente estaba feliz, toda mi vida lo he visto así de feliz.
—Me da tanto gusto volver a verte, pequeño zorro...—Confesó, haciendo que mis mejillas ardieran por ello.
Mis manos solo se limitaron a dejar una delicada caricia en la espalda del analista, como consuelo a sus palabras, también estaba feliz de volver a verle, no podía negarlo, había pasado tanto tiempo, y ese tiempo parecía que tarde o temprano se haría eterno.
No estoy seguro de si estoy deprimido. Es decir, no estoy triste, pero tampoco soy exactamente feliz. Puedo bromear, reír y sonreír durante el día, pero a veces cuando estoy solo por la noche me olvido de como sentirme, me siento vacío y obligado a ser feliz, ¿era eso la definición de estar deprimido?
Es como ser azotado por rafagas en medio de una montaña rusa de emociones encontradas; difíciles de describir y expresar, mi mente no soporta tanto, así que se reinicia para hacerme pensar en lo complicado que la vida suele ser para mi lamentable suerte.
¿Sabes cual es tu problema? Eres inteligente, muy inteligente. Sobre piensas, porque tu cerebro se mueve millones de millas por minuto...
Estas triste porque no eres engañado por el mundo como el resto. No te llevas con la mayoría, porque ellos no miran las cosas de la forma que tú lo haces. Crees que eres estupido, porque eres inteligente para darte cuenta que no lo sabes todo.
Tu problema es que eres muy inteligente. Y eso no es suficientemente un problema para nada.
Cerré mis ojos mientras me obligaba a callar aquellos pensamientos abrumadores que me estaban causando jaquecas, no, no, yo quería que se callaran ahora mismo, no quiero oírlos más, anhelaba que se callaran de una vez.
Sentí la mano de Vik tomar la mía y apretarla, sintiendo su calor y fuerza, abrí los ojos y lo mire por breves momentos, procesando aquello con temor, después posé mi vista en nuestras manos, suspirando para mis adentros y comenzando a hacer lo de siempre; respirar tranquilamente, mirar al frente lo que sucedía en mi entorno para distraerme, al mismo tiempo que me disponía a contar en mi mente de uno por uno, buscando calmar mi acelerado corazón que creía estar en peligro.
—Lo has hecho muy bien... Estoy orgulloso, Archie—Su voz áspera me hizo sonrojar con aquel comentario, asintiendo a sus palabras con calma mientras desviaba mi vista en busca de ver el camino que recorremos juntos.
Orgulloso. Viktor, él estaba orgulloso de mí, eso hizo revolotear mi estómago de alegría, eso era bueno, estaba siendo mejor, y era verdad, lo evite; evite que eso fuera peor, evite tener un ataque ahí mismo. Dios, Lo hice.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro pecoso mientras miraba por la ventanilla, este inicio no era para nada malo, estaba yendo bastante bien, muy bien.
[...]
Había pasado casi todo el tiempo siguiendo a Viktor de aquí por allá en su trabajo, minimo, puedo confirmar que di como unas cinco vueltas a todas las oficinas y los empleados o asistentes al parecer ya me conocen, pues cada que paso me regalan una breve sonrisa y prosiguen con su trabajo. Vik es alguien genial; tiene un trabajo muy bueno, un hogar, buena economía, parece tenerlo todo, y ahora quien lo envidia soy yo, y no él a mi, como lo solía ser en el pasado.