RESPUESTAS

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Deje a los vampiros durmiendo y salí de la cabaña por mis respuestas, lo primero era Manuel, no tenía mi móvil para llamarlo así que decidí ir a su casa, no obstante tras varios minutos conduciendo en la autopista lo sentí, di un frenazo y lleve el coche hacia el arcén, el fuego recorrió todo mi cuerpo, no era tan doloroso como en otras ocasiones, pero dado al hecho de que lo odiaba era doloroso, apreté los dientes con fuerzas, sabía que un día me los romperías por la fuerza que pongo en ellos cuando ocurre.

El fuego de mi hechizo rodeo mi tobillo, fue como meter una mano en una hoguera, mi dedo palpito con suavidad y la herida al fin se cerro, lo sentí sobre mi frente hasta que desapareció dejándome exhausta. Evidentemente algo le estaba ocurriendo a mi hechizo de curación porque últimamente estaba actuando cuando le daba la gana y no en el acto como solía ser. Me mire en el retrovisor y pase mis dedos sobre mi frente, tenía un moratón, aunque el hechizo había conseguido atenuarlo un poco, pero estaba ahí.

Después de recobra las fuerzas volví a la autopista, me alegraba no sentir dolor en el tobillo y saber de que no necesitaría una escayola. Fui a la casa de Manuel como tenía pensado y no había nadie como la última vez, puse a trabajar mis neuronas y supe a donde tenía que ir si quería saber algo de su paradero o si le había sucedido algo, al museo.

Aparque en el lugar de visitas y entre por la puerta del frente y con el primero que me tope fue con el señor Peralta, me detuve y le pregunte si sabía algo del director y la cara que puso me lanzo el alma a los pies.

-¿Estás bien? – pregunto ante mi semblante.

-¿Qué le paso a Manuel?

-Señorita Deschamps, el director está en su oficina.

Me quede sin aire por un segundo y luego volví a respirar, Manuel estaba vivo y bien. Abrace al señor Peralta sin pensarlo, este me aparto con rostro perplejo, me mordí los labios y me hundí de hombros para luego sonreír.

Me dirigí hacia la oficina de Manuel a zancadas, me alegraba de que estuviera bien, pero tendría que darme muchas explicaciones. Llegue hasta su puerta en el segundo nivel y la abrí sin tocar, él asomo sus ojos marrones por el borde del periódico que estaba leyendo y sonrió.

-Kari, ¿Dónde has estado?

-Eso quería yo preguntarte – dije cerrando la puerta – ¿Dónde diablos has estado?, te he llamado una infinidades de veces y te he dejado una barbaridad de mensajes.

-¿Quieres calmarte?

-NO.

-Pues siéntate – dijo poniendo el periódico sobre el escritorio – Yo también te he llamado y te he dejado mensajes – suspire con dramatismo – Me fui al campo con mi familia el martes, la hermana de mi mujer murió, y ya sabes que en aquel lugar no hay cobertura para los móviles, pero dime algo ¿Por qué estas tan nerviosa?, nunca te había visto en semejante estado y ¿Qué te ha pasado en la frente?

-No te imaginas lo que me ha pasado.

-¿Qué ocurre?

-Me ocurren un monto de cosas, para ser más precisa me ocurren tres cosas.

-¿Cuáles son? – empecé a caminar de un lado a otro frotándome la frente.

-Los muertos tratan de comunicarse conmigo, no sé por qué y no me gusta el sonido que hacen.

-Eso es imposible, tú misma has dicho que ni te miran.

-Exacto, nunca lo hacen, y ahora de buenas a primera se quedan embobados mirándome, el último que vi se apareció en mi cocina y lo único que entendí fue oscuridad.

Vampiros en el CaribeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora