La misma playa

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Deseé por tanto tiempo escribir aquellas palabras diluidas en estrellas... aquellas que se desboronaron y dejaron legados de Eros, de Orión, de aquellos irreconocibles, ilegibles, de las ninfas acuáticas, de nostalgia de neón.

Caminé dos veces por la misma playa. La primera, aquella que señaló mi madre antes de entrar en una de las agonías más grandes de su vida... aquella playa con fondo, llamando a soledad en el mapa borroso de la vida, en la que deambularon aquellos antes de mí, y donde me encuentro. El ocaso constante no se ha ido desde entonces, el ocaso constante me abraza con los toques de agua y arena esta vez.

La segunda vez... sin haber experimentado nada más que los pasares, los desintereses, y recordé aquella señal al viento furtivo, al horizonte donde el agua deja de fluir y cae en el poso de los sueños. El vacío en el corazón de aquel entonces fue llenado por aquello repetido y repetido, y aún cuando veo el mar en ocasiones especiales, la soledad me saluda de nuevo.

Es una vieja amiga, ya lo he aceptado, de todos modos.

El fiordo de aquellos tiempos en las costas de Europa me hizo reflexionar sobre las dagas, sobre las cortadas limpias de la infancia y los látigos que lograron arrancar pedazos flagelados de memorias pulverizadas. Esos polvos de carne vieja se transformaron en carbón hace años, y hoy son extraños diamantes que acompañan al collar del quién soy yo, cada mañana, cada noche, y cada soledad de verano que me conquista.

Los respiros y anhelos, los toques de agua, el reloj de arena y esperar a la caja que esperan aquellos más viejos, o más jóvenes que yo... son delicados objetos que anuncian la partida de las almas experimentándose en aquel mismo universo, aquel del que tanto temí...

Y el miedo ya no es mi enemigo, y, a decir verdad, le he tomado cierto cariño al desafiarlo con toques de fuego, de ese que lo consume como a la vieja carta que le escribí a mis viejos amigos del pasado. El sol tibio me amonesta con su gran amor a la lejanía.

A veces, cuando estoy solo... sonrío sin razón. La nostalgia no sabe nada mal en estas circunstancias.

Nostalgia de NeónWhere stories live. Discover now