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Darisha

Estoy sin palabras.

No puedo decir ni pensar nada, sólo... Estoy sin palabras.

Una parte de mí siente miedo y quiere irse, pero todo lo demás me dice que Phinneas no va a hacerme daño, que es incapaz. Es honesto, lo sé.

— No... No tengo más preguntas, Phinneas. – Me siento como una ingrata cuando miro a otro lado y me levanto, caminando a la cocina. Quiero terminar con este tema, no puedo seguir en este tema.

— Eh... ¿Darisha, qué...?

— Prepararé palomitas. ¿Tienes? – Se levanta y camina hacia mí. Me giro para buscar en la alacena para sentir el calor de su cuerpo unos segundos después en mi espalda.

— Están acá. – las toma de encima del microondas y sonríe, pero parece triste. – Descuida, no voy a obligarte a hablar de nada que no quieras hablar.

Eres una basura.

Al girame está tan cerca que su colonia me embriaga. Sé que no se ha puesto perfume, este olor tan... Mierda no lo sé, es como si el mar y el pino pudieran combinarse, predominando el pino.

Al verlo a los ojos él parece concentrado en leer las instrucciones de las putas palomitas para luego abrirlas y ponerlas dentro del microondas. Al bajar la mirada se encuentra con la mía, me sonríe y cierra el micro, poniendo el tiempo y todo eso.

Está por apartarse pero lo tomo de la camiseta. Ni siquiera sé por qué hago esto, por qué me quedo aunque quiero salir corriendo, por qué jalo su cabello hasta que puedo besarlo, por qué mis manos buscan debajo de su camiseta para tocar cada centímetro de su piel... Lo quiero todo lo cerca que pueda.

Él responde un poco dudoso, es obvio que va a sentir que estoy tratando de compensar algo, pero ¿lo estoy haciendo? ¿Quiero sentirme mejor y por eso trato de darle una especie de "deal or no deal"?

Me detengo un segundo para mirarlo, sintiéndome como si lo estuviera obligando a algo, pero al ver sus ojos...

No me he visto yo misma, pero parece como si estuvieramos sintiendo lo mismo, como si ésta vez fuera diferente sólo porque era oficial, porque era nuestra primera vez como novios.

Mientras más lo pensaba más estúpido me parecía, y estaba por sonreír e ir por un vaso con agua, pero me tomó por sorpresa al subirme por la cintura a la barra, abriendo mis piernas y posicionándose entre ellas.

— Phinneas, no es que no quiera hablar de ello... – Me tiembla la voz al tenerlo tan cerca. Me siento tan nerviosa pero a la vez tan excitada, incluso siento el rostro caliente. Debo parecer un tomate. – P-pero, quiero decírtelo –

— Lo harás cuando estés lista. – Y toma mi cara entre sus manos, besándome.

Me cuesta tanto apartarme de él, incluso su presencia me marea y me envuelve como seda, pero logro hacerlo.

No quiero que haya más mentiras entre nosotros.

— Nunca voy a estarlo, Phinneas, pero debes saber la verdad. – Él frunce el ceño y sus manos caen poco a poco de mi rostro hasta mis piernas, apretando ahí.

— ¿Qué vas a contarme, nena? – Trago saliva tratando de que no me tiemble la voz al hablar.

— Lo que querías saber, ya sabes. Antes de comenzar a hablar más, porqué tengo todas estas cicatrices... Te hablaré de lo que ni siquiera pude contarle a Thianna, ni a nadie en realidad, a excepción de mis hermanos y de Hardin. – Respira profundamente y asiente, lento. Toma mis manos y las besa, estaban temblándome.

Contra CorrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora