(Mención de conductas autodestructiva)Dos años después.
La última vez que Hermione había comido algo decente para llenar su estomago había sido hace una semana cuando logró robar el almuerzo de un campesino distraído.
Sus tripas hacían ruidos insoportables todo él día exigiendo algo de comer, y el dolor en la boca del estómago no desaparecía, pero ella no tenía más remedio que ignorarlo.
No importaba lo grueso que fuese el abrigo sucio que llevaba puesto, la noche siempre era tan fría que la tenía tiritando contra el suelo casi helado.
A su lado había un arco y su última flecha para cazar que quedaba después de su tarde en el bosque. Durante el invierno era demasiado difícil encontrar buen alimento por ahí, la mayoría de los animales estaban resguardandose del frío.
La castaña suspiró mientras cargaba en su hombro las dos ardillas que había cazado para la cena de esa noche y siguió caminando en silencio. Algunas cuantas lágrimas caían por sus mejillas mientras seguía andando, no importaba cuantas veces lo haya hecho antes, siempre era doloroso tener que matar animales inocentes ella misma.
Al principio había optado por colectar hierbas y vegetales, pero descubrió que muchos de estos suelen ser dañinos si no los hierves, y por su limitación de recursos no podía darse el lujo de gastar agua para hervir o cocinarlos de otro modo.
Mató unas palomas la primera vez, pero estás resultaban ser más que nada plumas y poca carne.
No importaba de todas formas, había hecho cosas peores en el pasado ¿qué más daba ya?
Cuando llegó al frente de la cabaña se limpió la cara con su mano sucia, pasó sus botas por el tapete de la entrada para quitarse la nieve llena de tierra y entró sin tocar la puerta.
No se molestó en saludar, se dirigió a la unica mesa que había en la entrada y dejó caer sus cosas.
—Fue lo único que pude conseguir. — dijo ella aclarandose la garganta.
—El viejo Jeon se comerá la mitad de eso y tu y yo lo que sobre, que felicidad Granger.
—Cierra la boca, sabes que en estas fechas no hay mucho ahí afuera— su compañero rodó los ojos y luego sonrió despacio —No le digas viejo, ha sido bastante amable al dejar que nos quedemos aquí esta noche.
—Supongo que es mejor que dormir bajo un árbol ¿no? Pero peor que en hotel de cinco estrellas— Hermione rodó los ojos.
Ignoró a su compañero mientras caminaba al fogón que ya estaba listo para empezar a azar las ardillas, se movía despacio para no llamar la atención del anciano que estaba dormido en algún lado.
El hombre les había dicho que podían tomar cualquier cosa de su cocina para la cena, y aunque no había mucho Hermione se las arregló para hacer un té manzanilla. Cuando regresó a la mesa las ardillas ya estaban listas para ser puestas al fuego.
Ambos se sentaron frente al fogón para estar al pendiente de que no se quemara, y para calentarse un poco.
—Mañana por la mañana iré al pueblo a...
—Granger ya hablamos de eso, vamos a quedarnos lejos de la gente tanto como podamos.
—Necesito conseguirnos un poco de ropa, quizás pueda encontrar una nueva navaja para seguir haciendo flechas y...
—Granger, ellos saben que estamos cerca, si algo llega a pasar de nuevo se pondrán más alertas y nos cazaran sin cesar por un largo tiempo, como la última vez.
Hermione se quedó callada. Sabía que era arriesgado, pero de solo pensar en todo lo que podía conseguir si iba al pueblo ella sentía que podría valer la pena.
—Blaise, si planeamos esto bien podría... podríamos conseguir algo de comer, una verdadera cena, quizás una manta para dormir en el bosque...
—Granger no vamos a exponernos de nuevo. Es demasiado peligroso.
Su compañero la miró firmemente para hacerla callar.
Blaise Zabini y ella habían vivido los dos últimos años huyendo, sufriendo de frío y hambre, sin un hogar, sin magia...
Dos años habían pasado de lo ocurrido en la mansión Malfoy, aquél día que la Orden del Fénix logró recuperar el mundo magico de las manos de Voldemort. Aquél día que las brujas y magos lloraron de alegría por la caída de un tirano, desde ese día la vida había sido un infierno para Hermione y Blaise.
Ambos habían hecho cosas que bajo la ley del Ministerio de Magia eran imperdonables y castigadas con una vida entera en Azkaban.
Después de lo ocurrido ambos no tuvieron más remedio que correr, esconderse del mundo, de los aurores que los buscaban a diario, de sus conocidos y amigos, todo había sido un infierno.
Aquél fue el último día que Hermione vio a Draco, aquél Draco de mirada furiosa, que la veía con odio, rencor y asco. Ese día en su mirada ella no vio ni rastro del amor que un día el llegó a sentir por ella, si es que fue así.
Hermione no sabía que había sido de él. Cuando la Orden del Fénix recuperó el poder se encargaron de encerrar a todos los mortifagos y cualquiera que haya participado del lado oscuro.
Blaise y Hermione habían planeado buscar y rescatar a Draco, Pansy, Daphne y quien sea que fuese posible, pero los rumores corrieron por todos lados y una noche lograron leer "El profeta", ni Draco ni los demás habían sido capturados, no había rastro de ellos desde aquél día.
La mitad de las personas suponían que todos habían muerto con la explosión que Hermione había provocado en la mansión cuando todo ocurrió. Se decía que bajo los cimientos de la enorme casa habían miles de muertos, era casi imposible saber quien era quién. La otra mitad de personas juraba haber visto a Malfoy y otros mortifagos escondiéndose en otros países, pueblos, incluso dentro de Inglaterra.
Cualquiera que fuese el caso Hermione supo que no había nada que hacer. Si Draco había muerto ¿qué podía hacer ella? Y si él estaba escondido en alguna parte del mundo ¿no era eso lo que siempre había querido él? ella dejó estar la situación tal y como estaba.
Si él seguía vivo no querría verla de todas formas. Ella había dejado morir a Theo.
No hubieron despedidas, ni tiempo de nada aquel día, ella y Blaise corrieron lejos, antes de ser atrapados.
El primer año fue el más difícil.
No tenían donde dormir, aunque en ocaciones no tenían ni tiempo de dormir. Habían aurores buscandolos por todos lados, solían despertarse a media noche por el sonido de las apariciones.
Solían seguirlos por el rastro de magia que dejaban cuando trataban de cocinar o mantenerse calientes. Cuando se dieron cuenta que eso era lo que los exponía, Blaise dejó de hacer magia, ni una sola palabra, ni un hechizo, nada.
Hermione había perdido sus poderes aquel día.
Perdió tanto, él día que para el mundo magico es bendito para ella es el peor de su vida.
Jamás habría querido perder su magia.
Blaise había cometido errores, algunos que parecían imperdonables, pero fue la única persona que ella tenía. En las noches cuando ella lloraba, por todo, sus recuerdos habían vuelto de golpe al perder la magia que los retenía, y con ellos vino la culpa, por todo lo que hizo cuando no recordaba.