Capítulo 8

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— Que ajuste un poco más en el pecho, necesito que tenga volumen.

La voz de Leandro resuena en todo el taller, nadie se atreve a decir algo contrario a sus deseos o a interrumpirlo. Tiene todo correctamente dominado y lo sabe porque es su circo y su antojo. Me encuentro algo incómoda cuando hay manos sobre mí ajustando alfileres para que se vea como Leandro espera. Una vez que cumplen con las indicaciones que se les da se alejan dejando todo a criterio de Leandro. 

La habitación decorada exquisitamente con cuadros y muebles finos es un ambiente tan pulcro y extravagante como su dueño, se pavonea y se que se trata de su orgullo por su oficina de trabajo. Casi estoy segura de que incluso los perchero tienen detalles grabados en oro blanco pero no me atrevería a hacer afirmaciones sin hacer una observación profunda.

— La maternidad ha hecho maravillas contigo. 

Exclama de manera abierta causando un rubor inoportuno en todas las féminas de la habitación, me incluyo por supuesto pero lo disimulo lo mejor que puedo manteniendo la compostura. 

-— ¿Gracias? Tuve varios hijos. Para ser exacta dos pequeños niños. 

Concluyo porque no sé qué más podría decir y no es el tema de conversación adecuado para mantener con un hombre, su descaro es muy grande pero mi mesura puede aplacar su libertina manera de tratar a sus clientes.

Regreso la mirada al espejo enorme que hay frente a mí, en el se refleja cada patrón de los avances de mi vestido políticamente incorrecto, me giro en brevedad viendo los pliegos de piel cremosa y desnuda de mi espalda y mis brazos, me siento desnuda y poderosa al nivel de que la vergüenza se esfuma en cuestión de segundos. No hay nada más gratificante que sentirme majestuosa y fuerte por la mera apariencia, normalmente eso es lo que trato de transmitir bajo mis delicadas expresiones. Jenny  está sentada en una esquina mirando atentamente, sé que está tan tensa como yo porque Leandro al contrario de nuestra primera reunión es mucho más estricto y algo despiadado con sus empleados. Tiene miedo de hacer algo que lo moleste y le atribuyo acierto a sus preocupaciones, yo tampoco haría algo inapropiado de estar en sus zapatos.


— ¿Puedo preguntarte una cosa?.


Exclamé antes de que me sacaran un último suspiro de aliento de mis costillas cuando apretaron más el corset.

Leandro estaba tomando unas indicaciones con su libreta pero levanto su pluma indicando que estaba bien que lo hiciera. Pensé bien en las palabras a continuación, no quería ser grosera y mucho menos ofender a Mariabelle en narices de todos. 

Grestharya no necesitaba de otra oleada de malos rumores, ¿oh tal vez sí?.


— Tu paleta de colores para esta temporada es algo interesante, me parece poco usual, ¿qué te inspiró a algo tan tradicional?.


Las empleadas temblaron en sus lugares y comenzaron a mirarse unas a otras, no entendía a qué venía esta reacción tan extraña. Leandro se acomodó en un sofá y tomó algo de té, se veía exasperado y apunto de explotar pero lo controló a su mayor medida. Había tocado su fibra sensible a propósito, la curiosidad de que él siendo tan selecto con su trabajo tomara un camino tan seguro sencillo y apagado me dejó desconcertada, claro que sabía que la reina tenía que ver. Pero lo quería escuchar de su boca para mayor satisfacción personal.

— Es un regalo, la reina se sentía triste y desanimada así que le dejé elegir la paleta de colores de la temporada.


Su voz sonaba suave pero afectada.


— Algo está atormentando su tranquilidad como comprenderás.

“Leandro, este gato presuntuoso y malcriado. ¿Quieres hacerme sentir culpable de que tu amiga se siente mal? Déjame decirte que la culpa ni siquiera es mía. No debería codiciar más de lo que ya tiene pero lo hace aún sabiendo que no está bien.”


No me duele admitir ahora que mis sentimientos son malos porque dejé morir aquella pizca de compasión que sentía por ella al estar casada con alguien que no amaba. Porque todas las damas nobles rigen su vida según un acuerdo y nadie tiene otra opción. Yo no tuve opciones, nadie lo hizo y tuve compasión de ella cuando tenía un esposo fiel, respetuoso, un amigo sincero que no te humilla ni grita, mucho menos te utiliza.

Me avergüenza ver que la ayudé a ser una persona descarada.

— Lamento no entenderlo, hace mucho que no hablamos. No me he sentido lista para salir luego de todo lo que pasó, Diego ha sido muy cálido cuidando de mi salud mental y física, me ha dado tanto que siento que le debo la vida.

Manifesté tranquila mientras fingía una aparente tristeza. Leandro bufo bajo no esperando otra confirmación contundente de que su amiga estaba loca de celos.   Las doncellas por su parte soltaron suaves suspiros de amor, no esperaban que el conde fuera tan atento y cariñoso; no era una mentira pero no todo lo dicho era real, pero todo disfrazado con palabras dulce suena mejor.


— Fue realmente inesperado que las cosas terminaran así para las dos.


— Yo tampoco tenía contemplado eso, pero la vida da muchas vueltas y creo que ahora estoy mejor que nunca. Mi ex esposo, el duque de Crespthon nunca me amó y mi matrimonio fue una ruina de inicio a fin, me libré de él y ahora alguien más está alimentando mi corazón. Lo único que me duele son mis hijos que espero Dios ampare y cuide.


Paso una de mis manos por mi rostro fingiendo recoger una lágrima. Por la distancia a la que nos encontramos el no podía determinar si era falto o puro teatro. No había mentiras acerca de mi matrimonio, solo yo sabía lo mucho que había sufrido gracias a los abusos de ese hombre mezquino. 

— Diego es así, de un corazón muy cálido y hermoso. Hombre de una sola mujer 

¿Hombre de Mariabelle querrás decir?.


— Sí, y no puedo creer que esa afortunada sea yo.


Leandro apretó su pluma mientras sonreía con picardía.


“No vas a pisotearme, no vas a hacerme dudar o correr, sé bien todo y sé bien lo que quieres lograr. Voy dos pasos delante de ti y de todos.”

Podre pisotearte y mandarte al demonio cuando yo quiera, así que no trates de jugar conmigo Leandro. No te conviene. 

— Sí, eres muy afortunada Annelisse.

Por supuesto que no estaba nada convencido de sus palabras, y aunque tuviera que fingirlo me iba a mostrar muy afortunada en sus narices.

— Gracias Leandro, aprecio mucho tu ayuda. Antes nunca tuve la oportunidad de lucir un vestido tuyo y esto es tan magnífico, a Diego le encantará.

Dibujé una linda sonrisa en mis labios, el ánimo volvió a Leandro porque sabía que eso significaba posibles compras futuras y continuamos con el trabajo.
Si había algo que Leandro amaba más que los rumores era el dinero, la amistad era algo que podía manejar a su antojo según quiera y qué le favorecía más y Mariabelle era su boleto dorado ilimitado. No había nada de lo que debía preocuparme porque por supuesto, nosotros no éramos amigos y por los intereses desiguales nunca lo seriamos. 



                                                          
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Era Real, demasiado Real. Todo esto me iba a volver loca en cualquier momento y él no estaba aquí para decirme sí o no. ¿ Por qué Diego estaban haciéndome esto?.

No tenía que llegar tan lejos para llamar mi atención que es lo que ha estado tratando de hacer desde hace meses. Esto es muy bajo, incluso para él que siempre ha gozado de ser soltero. Peor aún con una mujer divorciada y con hijos. Un compromiso demasiado grande para tomar entre manos para alguien tan poco comprometido como él, temía de un futuro muy extraño y ahora incluso la calma me daba estrés y seguía sin entender.

Habían mejores opciones, Annelisse ya tuvo un matrimonio y temo que este termine de perjudicar su reputación, su salud mental y termine de hundirse por las malas opiniones que siempre estarán sobre ella por acaparar a un conde joven e inexperto. Ella no estará lista para ser engañada una y otra vez en el futuro, para las jugadas nocturnas de Diego ni de sus coqueteos nada discretos, conmigo.

Su corazón estaba corriendo mucho peligro, yo no podría consolar su corazón herido.

La Duquesa derrocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora