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Inclinándose, planta un beso en mi hombro desnudo, a continuación, lleva sus dedos debajo de mi sujetador y traza una línea a través de mi espalda
por debajo de la correa. Quiero gemir. ¿Cómo hace el más mínimo toque tan erótico?

—Quítatelo —susurra en mi oído y obedezco a toda prisa y dejando caer mi sujetador al suelo.

Sus manos hacen cosquillas por mi espalda. Engancha sus dos pulgares en las bragas y las desliza hacia abajo por mis piernas.

—Paso —ordena.

Una vez más, hago lo que me dice y salgo de mi ropa interior. planta un beso en mi parte trasera y se levanta

—. Voy a vendarte los ojos para que todo sea más intenso. —Desliza una máscara de las aerolíneas sobre los ojos, y mi mundo se hunde en la oscuridad.

La mujer cantando gime incoherencias… una melodía evocadora y sincera

—. Inclínate y acuéstate sobre la mesa. —Sus palabras son suavemente susurradas—. Ahora.

Sin dudarlo, me inclino sobre un lado de la mesa y descanso mi pecho sobre en la madera fría , con la cara pegada a la dura superficie. Está fresca contra mi piel y huele vagamente a cera de abeja con un sabor cítrico.

—Estira los brazos hacia arriba y mantente en el borde.

Muy bien… Al llegar al extremo, me aferro al borde de la mesa. Es bastante amplio, por lo que mi brazos están completamente extendidos.

—Si te sueltas, te voy a azotar. ¿Entendido?

—Sí.

—¿Quieres que te azote, Mónica ?

Todo al sur de mi cintura se aprieta deliciosamente. Me doy cuenta de que lo he necesitando desde que me amenazó durante el almuerzo, y ni la persecución ni nuestro posterior íntimo encuentro ha saciado esa
necesidad. Necesito que me azote, necesito sentirla en mi. La necesito. Nunca había sentido tanta necesidad de tener sexo como hoy.

—Sí. —Mi voz es un susurro ronco.

—¿Por qué?

Oh…¿Tengo que tener una razón? Por Dios. Me encojo de hombros.

—Dímelo —gruñe

—Um…

Y de la nada, me golpea duro.

—¡Ah! —grito.

—Silencio.

Frota suavemente la nalga en la que me ha pegado. Entonces se inclina
sobre mí, con su cadera clavándose en mi espalda, planta un beso entre mis omóplatos y deja un sendero de besos a través de mi espalda. Se ha quitado la camisa, por lo que sus pezones me tocan la espalda , y el arnés presionando a través de la tela rugosa de sus vaqueros.

—Abre tus piernas —ordena.

Muevo mis piernas separándolas.

—Más abiertas.

Gimo y abro más mis piernas.

—Buena chica —respira.

Traza con el dedo mi espalda, a lo largo de la grieta entre mis nalgas, y por encima de mi ano, que se contrae a su toque

—. Vamos a tener un poco de diversión con esto —susurra.

¡Mierda!

Su dedo índice continúa encima de mi y lentamente se desliza dentro de sexo.

—Veo que estás muy mojada, Mónica . ¿Es de antes o de ahora?

Gimo y mete el dedo dentro y fuera de mí, una y otra vez. Empujo hacia atrás hacia su mano, disfrutando de la intrusión.

—Oh, Moni , creo que es de las dos. Creo que te encanta estar aquí, de esta manera. Mía.

Lo hago, ¡oh, sí! Retira el dedo y me golpea duro una vez más.

—Contéstame —susurra con voz ronca y urgente.

—Sí, lo hago —gimo.

me golpea duro una vez más, así que grito y, a continuación, mete dos dedos dentro de mí.  se retira de inmediato, esparciendo la humedad a lo largo y alrededor de mi ano.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto, sin aliento. Oh, Dios... ¿va a joder mi culo?

—No es lo que estás pensando —murmura para tranquilizarme—. Te lo dije, poco a poco con esto, nena.

Escucho un chorro silencioso de algún líquido, presumiblemente de un tubo, entonces sus dedos me masajean allí de nuevo. Está lubricándome… ¡allí!

Me retuerzo cuando mi miedo choca con una emoción desconocida.
me golpea una vez más, abajo, por lo que llega a mi sexo. Gimo. Se
siente…tan bien.

—No te muevas —dice—. Y no te sueltes.

—Ah.

—Se trata de lubricante. — extiende un poco más en mí.

Trato de no
retorcerme debajo de ella, pero mi corazón late con fuerza, impulsándome locamente, mientras el deseo y la ansiedad bombean a través de mí

—. He querido hacerte esto desde hace algún tiempo, Moni.

Gimo. Y siento algo frío y metálico correr por mi columna vertebral.

—Tengo un pequeño regalo para ti —susurra Vanesa.

Una imagen de nuestro “mostrar y compartir” florece en mi mente. ¡Mierda! Un plug anal. Vane  lo desliza por la separación entre
mis nalgas.

Oh.

—Voy a empujar esto dentro de ti, muy lentamente.

Yo grito, la anticipación y la ansiedad cargan a través de mí.

—¿Me dolerá?

—No, nena. Es pequeño. Una vez que esté dentro de ti, voy a follarte muy duro.

Yo prácticamente convulsiono.
Inclinada sobre mí, me besa una vez más, entre mis omóplatos.

—¿Lista? —susurra .

¿Lista? ¿Estoy lista para esto?

—Sí —murmuro en voz baja, con la boca seca.

Mete otro dedo, se desliza dentro de mí.

Joder. llena mi sexo y sus dedos acarician suavemente mi
clítoris. Gimo… se siente... bien.

Y con suavidad, mientras sus dedos y  hacen su magia, empuja el plug frío, poco a poco, dentro de mí.

—¡Ah! —gruño en voz alta ante la sensación desconocida, mis músculos protestan ante la intrusión.

Traza círculos con su dedo mientras empuja el tapón más duro, deslizándose fácilmente. No sé si es porque estoy muy
excitada o porque me ha distraído con sus expertos dedos, pero mi cuerpo parece aceptarlo. Es pesado… y extraño… ¡allí!

—Oh, nena

Y puedo sentirlo… cuando su dedo  gira… y presiona el metal contra mi…
oh, ah… Poco a poco retuerce el plug , provocándome un prolongado
gemido.

—Vanesa —murmuro, su nombre como un mantra confuso, mientras
me ajusto a la sensación.

—Buena chica —murmura.

Dirige su mano libre por mi costado hasta que llega a mi cadera. Poco a poco retira el dedo  y oigo el sonido delator
cuando se quita sus vaqueros.

Agarrando el otro lado de mi cadera, tira de mi hacia atrás y separa mis piernas aún más, empujando sus pies contra ellas.

—No sueltes la mesa —advierte.

—No —jadeo.

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