Capítulo XXIV

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¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Apresurar la confesión? Aunque eso ya estaba planeado, pensaba que debía ser más pronto de lo que ya pensaba. Daba vueltas por su cuarto, estando sola en casa ya que Hatsu se había ido a trabajar.

Habían pasado unas horas desde que Hoji Konda le reveló esa verdad. Creía que ese dato, por lo menos, tendría que saberlo desde el día lunes, no esa mañana.

Estaba nerviosa. ¿Y qué si él sabía que ella ya sabía que se trataba de él? No dejaba de pensar, porque tal vez Wakiya jamás planeó decírselo y ahora se avergonzaba de ello. ¿Y si iba a cambiarse de academia por eso? Si por lo menos tuviera la dirección de su hogar para ir a hablarle, o el valor de pedírsela al muchacho de gafas redondas.

Se sentó finalmente un momento. Debía calmarse, cosa que venía repitiéndoselo desde temprano y seguía sin hacer.

No quería que el apellidado Murasaki malinterpretara las cosas y creyera que se burlaba de él con cada regalo o respecto a lo que sentía. Tan mala no era, aunque solía ser sarcástica.

Sin aguantar más sentada, se volvió a poner de pie para ir directo a la cocina por un poco de agua. ¿Hacer origami funcionaría para calmar sus nervios? A veces funcionaba, así que no estaba de más probar.

Al volver a su cuarto, buscó unas hojas de papel, con la que una llegó a cortarse un poco la punta de un dedo. Tuvo que atenderse como pudo, para que le dejara de arder. Luego regresó, respiró profundo y comenzó a hacer las cosas con paciencia, para evitar otro dedo accidentado.

Hizo uno, dos, tres... Diez, once y abandonó recostándose sobre el mueble.

—Tierra, trágame y escúpeme en un lugar donde no tenga que pasar esto...— soltó una queja, moviendo de un lado a otro su cabeza mientras que esta tocaba la madera.

A los segundos, se sobresaltó al oír como llamaban a la puerta. Le pediría a su hermana mayor que fuera, si tan solo estuviera en casa. Se haría la dormida o que no estaba, y problema solucionado.

Se levantó con cuidado de no hacer mucho ruido y tomó rumbo al baño. Al estar allí dentro, escuchó como volvían a llamar. Salió, y de nuevo. Regresó a su cuarto y otra vez. Quien fuera que fuera, parecía que quería pasar. Y admitía que le daba algo de miedo, haciéndole recordar la película de terror que había visto con Hatsu unos días atrás.

Nuevamente, el golpeteo. A puntillas de pie, fue hacia la parte delantera de la vivienda, para asomarse apenas por una cortina y ver su exterior.

Fuera, yacía estacionado un auto con el conductor sentado. Por lo poco que veía, creía saber de quién podría tratarse y se desesperó.

Volteó a la puerta, sin poder ver demasiado y no tuvo éxito. Debía de ser él.

Reunió valor para intentar fingir que nada sucedía. Se arregló ligeramente el cabello para ir a tomar la perilla, moverla y abrir la puerta, descubriendo a Wakiya Murasaki del otro lado.

No sabía si seguía teniendo su corazón o no, o si había dejado de latir. Parecía haberlo invocando con el pensamiento.

—Hola, _____...

¡Mañana publicación del capítulo final y epílogo!

Besos ♥

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