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Sentiste como la puerta de la entrada al living principal se azoto con fuerza. Obviamente era Naoya, tu esposo, hoy había tenido una reunión con su clan y debía llegar tarde, pero esta temprano en casa y lo más probable es que salió algo mal y viene de mal genio, aunque casi siempre llega de mal genio si tiene que hacer algo relacionado con su familia.
Sentiste su paso firme por la habitación y tu caminaste para encontrarlo, pasaste por el pasillo principal el cual daba a un pequeño jardín y caminaste hacia la habitación del living.
Vivían juntos en una gran minka, las tradicionales hogares japoneses. Amabas poder vivir en pleno siglo 21 en una minka, te habías criado en una por lo que que estabas acostumbrada a los pisos de tatami, a las puertas corredizas y lo que más te gustaba, las terrazas de madera que rodean toda la casa, dejando esos míticos y pequeños espacios entre los pasillos, donde habían arboles y plantas, dándole el color verde de vida a tu hogar.
—Estoy harto de esta mierda— Naoya se quejó sentándose en sillón que estaba a ras de suelo.
—Hola ¿que paso hoy?— preguntaste acercándote a el.
—Kaori ven extrañe tu culo— te llamo y golpeó sus muslos para que te sentaras sobre.
Reíste y te acercaste hacia al sillón.
—Cuéntame— hablaste mientras te acomodabas sobre el, dejando tus piernas a cada lado de su cadera.
A solo los segundos de que te sentará sobre el, Naoya guió sus dos manos a tus glúteo.
—Está mierda— hablo mientras acariciaba tus glúteos. —Mi clan de mierda sobre todo los inútiles de mis hermanos, lo único que hacen es estorbar— dejo caer su cabeza hacia atrás, afirmándolo en el respaldo del sillón. —Deberían morir al igual que mi padre, para poder ser el líder del clan.
—Amor— dijiste al mismo tiempo que empezabas a acariciar su rostro para calmarlo.
—Ellos no hacen nada, son débiles, odio tener que ver sus putas caras— se justificó mientras tu seguías acariciando su rostro. —Además no mientas, te gustaría que tu esposo sea el líder del gran clan Zenin— te sonrío levantando su cabeza para mirarte, agarro con fuerza tus glúteos atrayéndote aun más a su cuerpo para besarte.
Unió sus labios a los tuyos con desesperación, como si hubiera estado esperando por horas para poder besarte, su lengua se movía contra la tuya, sus labios atrapaban los tuyos con ferocidad como si nunca pudiera aburrirse de tus labios de besarte. De apoco sus manos que apretujaban tus glúteos, empezó a mover tu trasero sobre su miembro, el cual ya se estaba poniendo duro, aplastaba con lentitud su miembro contra tu intimidad.
