Empezar, con las pelotas golpeadas

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Ariel estuvo callado. Miraba furtivamente a Maximiliano quien lo observaba disimuladamente.

Max sonreía internamente, estaba seguro que Ariel sentía curiosidad, o al menos eso esperaba con todas sus fuerzas, aunque se consideraba intimidado por cómo tratar a una persona tan peculiar.

—¿Qué te llevó a escribir?, —Max estaba intentando captar la atención de Ariel mientras las mujeres platicaban de "sus cosas"; agradecía que María hubiera guardado los tapones para el oído que tanto parecían gustarle a Ariel. El escritor pareció escoger muy bien sus palabras antes de responder, Max rápidamente identificó eso como una habilidad aprendida, y le agradó el esfuerzo que hacía Ariel para reforzar sus nulas habilidades sociales, pero también lo admiró por su notable empeño en encajar en una sociedad que no se hacía más empática a pesar de tener la información a la mano, —empecé a escribir por mi amiga María, —la chica al escuchar su nombre volteó a ver a Ariel y a Max, tanto ella como Teresa reconocieron lo que ahí había y esperaban no equivocarse.

—Teresa y yo queremos ver un poco de la ciudad, —Ariel se levantaba también, mientras Max parecía confundido.

María puso suavemente su mano en el hombro del escritor, —Ariel, queremos platicar nosotras, no queremos interrumpirles, —Ariel no captaba pues innumerables veces había acompañado a su amiga mientras esta conocía a una persona nueva, —pero yo puedo ir también afirmó Ariel inconforme, Max entendió aquello, —Si no te molesta quédate conmigo y yo te llevo de regreso al hotel, así me platicas más de ti, —Ariel odiaba cuando las cosas salían de su rutina, pero odiaba más no comprender las situaciones, no poder leer a las personas, así que dio un largo suspiro resignado nada halagador para Max, pues daba la impresión de que el autor en realidad hacia un esfuerzo por quedarse con él, —está bien María, te veré en el hotel. Ambas chicas se despidieron y Ariel de pronto se sentía incómodo.

—Así que escribes por tu amiga María, ¿cómo es eso?, —Ariel estaba tenso, con ese rigor corporal característico de él, pero tres veces más rígido, —bueno, estábamos cansados de no tener buenas historias para leer y una cosa llevo a la otra, —Max sonrió, la mirada pérdida de Ariel mientras hablaba con este le llamaba la atención, —Eres bueno escribiendo, —dijo Max, Ariel sin interés dijo, —ya lo habías comentado, —Max sonrió, rayos podía sentirse el amo del puto escenario, pero era incapaz de sentirse seguro delante de Ariel, y poco a poco su ánimo decaía.

—Ariel, sé de tu trastorno, —Ariel siguió en su mundo sin prestar atención, encogiendo los hombros añadió, —no puedo controlar muchas cosas, —Max sonrió, —así es, y tampoco puedes sentir mucho apego, pero eso no quiere decir que no tengas sentimientos, solo que no los expresas como los demás.

Ariel por primera vez levantó la mirada, una mirada tan plateada que a Max le cautivó, Ariel se sonrojó, —las personas no lo entienden, —Max asintió, porque no conocen a la genial persona que hay en ti, Ariel frunció el ceño, —pero tú me empujaste, —dijo Ariel usando un tono de voz desconfiado y dolido. Max suspiró, —es porque yo... Soy un idiota como los demás, que solamente juzgué, —Ariel lo miró otra vez, —no eres "tan" idiota como los demás, —sonrió burlón el chico mientras la mirada plateada de este se dirigía a algún punto en la pared, Max captó la pequeña broma, —gracias, —respondió Max sonriendo de lado, un silencio algo incómodo le sirvió a Max para observar al chico bonito que tenía enfrente.

—Dime Ariel, ¿quisieras ir a alguna parte?, Ariel lo miró como si de pronto Maximiliano le hubiera leído el pensamiento, —claro, quiero ir a mi habitación, —Max sintió el latido más fuerte de su corazón y de su pene tratando de romper el pantalón, —de forma ansiosa Max pagó el consumo de ambos y se dirigieron al hotel de Ariel.

Caminaron no mucho, en un cómodo silencio, (o al menos eso le pareció a Max) y llegaron hasta el bonito hotel...

Ariel subió hasta su recámara seguido por un ansioso Max, y de cuando en cuando se tocaba el contenido de su cartera, el pequeño sobre de lubricante y el preservativo... Sí, era un vaquero todo armado en caso de utilizar su enorme pistola.

Al abrir la puerta con la tarjeta la sonrisa de Max se congeló.

Ariel sacó su tarjeta llave y abrió la puerta, se volteó y le agradeció por acompañarlo, y sin más cerró la puerta dejando a un calentureitor Max con la polla más dura que un diamante y la sonrisa de pendejo más memorable de la historia.

Bien ahora ya tenía el motivo perfecto para ser oficialmente un súper pendejo con doctorado.

Max se dirigió frustrado hasta su hotel, al llegar a su recámara vio las prendas con diferentes frases y proposiciones con detalladas descripciones de lo que les gustaría hacer a esos fans con Max, quien se jaló de los cabellos con frustración.

Tan fácil que era llamar a algún tipo bonito, un delgado twink dispuesto a todo con él, pero no... Ahora no era un buen momento, pues su mente solo podía imaginar a Ariel desnudo, con sus espectaculares ojos plateados como un mar de mercurio, con sus gafas redondas y una mueca sensual dibujada por el excesivo placer.

Sin darse cuenta la mano de Max ya estaba en su dura polla, dando furiosos jalones, mientras se imaginaba el redondo trasero de Ariel dispuesto para él, deseoso, ¿sería Ariel silencioso?, o ¿sería escandaloso?, ¿estaría depilado?, ¿le gustaría una jodida dura de hombres o prefería una romántica como en sus historias?, su orgasmo le llegó tan intenso que por primera vez sintió que sus piernas le fallaban y solo el nombre de Ariel tenía en sus labios.

Ariel sin embargo era otro rollo, solamente llegó a su habitación y siguió su inquebrantable ritual de bañarse, ponerse el pijama y leer, solamente que en su pensamiento como una sombra, como el viento que producen las alas de una mariposa, se colaba el rostro de Maximiliano, impidiendo por momentos que Ariel se concentre en su lectura... Eso era molesto, era algo que no había sucedido nunca.

Y tenía que preguntar a María el porqué le sucedía eso, esperaba que su amiga tuviera la respuesta, pues ella siempre parecía tener todas las respuestas a las dudas de Ariel.

De alguna forma se sentía algo extraño, como si no quisiera ver de nuevo a Max pero quisiera saber todo de él, y eso es que ni siquiera era interesante, era un músico terrible y su manera de vestirse le hacía recordar a Ariel, las zapaterias.

Ariel furtivamente como si estuviera siendo vigilado por miles de ojos prendió su tableta y buscó la música de Max, y para horror suyo escuchó cada nota, cada canción, cada letra fue minuciosamente analizada y vuelta a escuchar.

Buscó su fecha de nacimiento y hasta se río de algunas anécdotas escritas en su biografía... y se durmió con un nuevo interés en mente.

No te pido que lo perdones...¡sino que lo mates!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora