три

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Draco estacionó el Porche frente a casa, no quiso meterlo a la cochera porque sabía que irían a la cena de sus suegros, así que el auto debía estar listo.

Salió del auto, con las llaves agitando en la mano, subió las gradas de su maravillosa casa y entró. La parte favorita de su día. Regresar a casa.

- ¡Estoy en casa! - Gritó al escuchar el silencio en la sala.

Alnair, quién se encontraba en su habitación junto a Harry arreglándolo para irse, se escapó entre los brazos de su papi para salir corriendo en busca de su padre con solo escuchar su voz.

Draco pudo escuchar la risa de su hijo haciendo eco por toda la casa, observó al pequeño niño con el cabello casi rizado bajar las escaleras rápidamente.

-Con cuidado, Alnair- Dijo acercándose a él rápidamente para evitar accidentes. Lo cargó entre sus brazos haciendo que el pequeño lo abrazara como un koala.

- ¡Papá! - Sonrió Alnair.

- ¿Cómo estás, campeón?

Draco adoraba aquellas bienvenidas, calurosas, afectivas y amorosas por parte su hijo mayor.

Alnair comenzó a hablarle sobre su día en la escuela, las tareas que hizo, la estrellita dorada que se ganó en la frente y lo más importante, el nuevo juego que su primo Benroy tenía. A Draco le costó demasiado entenderle o encontrar una coherencia entre las palabras del pequeño castaño.

- ¿Me complas uno?- Preguntó juntando sus manitas en forma de súplica. -Pol favol, pol favol, pol favol... -Repitió varias veces.

-Ya veremos... -Respondió el rubio pensado que aquel juego no le ayudaría en nada sobre su vida. Estaba en contra de los video juegos. - ¿Dónde está papi?

-Eta en mi cualto... ¡Mila mi cabello! - Señaló los pequeños rizos.

-Te ves precioso.

Alnair sonrió haciendo que sus ojitos formaran pequeñas arruguitas a los costados y brillaran. Draco le dio un beso en la mejilla por su acción y entró a la habitación de su hijo; un cuarto pequeño pintado de color azul, una cama repleta de peluches, un escritorio con libros para colorear, un baúl con juguetes y un armario donde guardaba su ropita. Pero Harry no se encontraba ahí.

Draco cerró la puerta y caminó a la suya, una habitación el doble de grande que la de Alnair, con una cama matrimonial (dónde ahora solo dormía él por los recientes llantos de Oberón en las madrugadas), un tocador, un baño extra y el ropero.

Observó a su esposo cambiando a Oberón con cuidado.

Harry había decidido ponerle al pequeño bebé un mameluco blanco y encima su trajecito café de osito con un moño amarillo en el cuello porque sabía qué hacía mucho frío afuera y lo menos que quería era que su bebé se enfermara.

- ¡Papi! - Gritó el niño tratando de llamar la atención de Harry, quién terminaba de cambiar a su pequeña estrellita sin darse cuenta de la presencia de su esposo.

-Alnair, ya te dije que no corras, aún no... -Se detuvo al ver a Draco en la puerta.

Estaba sorprendido de verlo ahí, de pie, observándolo con una enorme sonrisa. No se imaginaba que regresaría tan pronto. Incluso ya se había preparado un discurso larguísimo para reclamarle su ausencia, pero lo olvidó en cuanto sintió su perfume cítrico abundar en la habitación.

-Hola... te dije que haría lo imposible.

Draco bajó a Alnair en el suelo para acercarse a su esposo.

Divorcio - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora