Capítulo 16

1.4K 127 70
                                    


Al llegar las once de la noche Erick se encontraba suspirando, por su mente se habían pasado miles de pensamientos de como sería la noche pero hasta el momento no había sucedido nada de su agrado. Habían grabado un par de TikToks porque a la joven le habían aparecido en el apartado de "para ti" y le habían hecho gracia, también había preparado unas mascarillas para el cuidado de la piel y el pelinegro se había quejado mientras ella se la retiraba del rostro.

—¡Ni mi padre se quejó tanto! —chilló, dándole un golpe en el brazo para que se callara y la dejara terminar.

—¿Christopher también tuvo que pasar por esto? —carcajeó, ganándose otro golpe por parte de la adolescente—. Vale, vale... Ya lo pillo, trataré de no quejarme.

—Más te vale —amenazó, después de segundos que él cumplió con su promesa, ella pudo retirar la mascarilla de su cara sin dificultad—. Pensé que os gustaba el dolor y esas cosas.

—Vainilla, me gusta infringir dolor no que me lo infrinjan a mí —aclaró, medio quejoso.

—Igual tenemos un punto en común —mordió su labio inferior, vacilante.

Él la observó con curiosidad, no le sorprendería que ella fuera dominante pues su padre era uno de los mejores del país y su madre tenía rasgos de alfa que no se dejaba dominar con facilidad, aunque finalmente cediese. Layla tenía actitudes desafiantes y una personalidad con aspectos similares a la de su madre, por lo que suponía que sería una joven difícil de dominar.

Las manos de Layla acariciaron el suave rostro de Erick, mientras que una malévola sonrisa se dibujaba en sus rosados labios.

—¿Realmente quieres iniciar una partida que sabes que no ganarás? —preguntó él, inclinándose para que sus rostros quedaran más cercanos el uno del otro.

—Perdona, guapo, yo ya llevo jugando esta partida desde hace tiempo que tú no hayas hecho lo mismo ni me va ni me viene.

El coqueteo no pasó desapercibido para él, sintió su cuerpo entero vibrar, las ganas de jugar estaban presentes en todo momento pero había algo que le impedía seguir. Si él se pasaba ella iría lloriqueándole de vuelta a su padre, era algo que no le cundía demasiado, ya había tenido suficiente la otra vez.

Ella no ayudaba, tenía sus apetitosos labios mojados después de haberle pasado la lengua y sus ojos brillaban con maldad, el verde había oscurecido un par de tonos gracias a la lujuria. Sin duda, ese tono de verde se volvería el favorito de Erick de ahora en adelante.

—Vainilla, ¿eres consciente de la tensión sexual que hay entre nosotros? —inquirió, llevando una mano a la nuca de la joven para acercarla más, tanto así que sus frentes se pegaron. Pequeños mechones de su cabello se interpusieron entre ellos pero la adolescente fue rápida en retirarlos—. ¿Eres consciente de las malditas ganas que tengo de follarte, sin importarme tu edad o de quién seas hija?

—Por supuesto que si, no soy tonta, me doy cuenta de las cosas —sonrió, haciendo que sus ojos se achinaran levemente—. ¿Y tú eres consciente de que ambos queremos lo mismo? Ya basta de torturarnos, Erick, dejemos de luchar contra lo inevitable... Es obvio que nosotros vamos a terminar enrollándonos, ¿qué más da si es hoy u otro día?

—Me hice una promesa —siseó, odiándose por el efecto que sus palabras habían causado en su cuerpo. Parecía un maldito adolescente, al igual que ella—: no follarte hasta que tuvieras la mayoría de edad.

—Las promesas están hechas para romperse —el tono divertido de ella volvió a enviar vibraciones por su cuerpo, antes de hacer más presión en el agarre de su nuca y llevar sus labios a los suyos, devorando su boca sin ningún toque vainilla de por medio.

También te gustarán

          

Layla no se quedó atrás, el arte de besar ya lo tenía más que dominado así que no era un problema para ella seguirle el beso de forma ruda. Tenía que admitir que le estaba gustando la brusquedad en la que sus bocas se movían y la forma en la que sus lenguas se enredaban.

Sus manos viajaron por su cuerpo, sabía como tocarla por encima de la ropa para hacerla jadear, sus toques tenían picardía y encanto a partes iguales. Caricias abrasadoras que quemaban la piel. Suspiros ensordecedores. Miradas lascivas. Lujuriosos pensamientos.

Y todo eso en tan solo minutos de besarla y acariciarla, con ropa de por medio y sin nada que lo definiera como lo que era.

Observó el ridículo pijama que llevaba puesto, típico de una niña, y se dio cuenta de que estaba cometiendo el error de su vida. Después la miró a los ojos, esos que lo condenaban desde meses atrás, suspiró antes de volver a besarla. El gimoteo que ella soltó contra sus labios solo hizo que la llama entre los dos se avivase más, metió sus manos por debajo de su pijama para tocar la cálida piel de su vientre, la sintió temblar con su tacto y eso le hizo sonreír.

—Puedo detenerme —le hizo saber, mirándola a los ojos para buscar su aprobación.

—Como te detengas seré yo la que te azote el culo, idiota —su mal humor volvió a hacerlo sonreír.

Le recordaba tanto a sus padres que le daba rabia.

Posó sus labios en su cuello, siendo cuidadoso de no dejar ninguna marca a la vista, adoraba a la niña que jadeaba bajo su cuerpo pero también adoraba su vida. Se separó unos segundos para poder quitarle la parte superior del pijama, su respiración se entrecortó al ver que no llevaba sostén, sus pequeños pechos habían quedado expuestos a su vista y los estaba mirando más tiempo del debido. Vio sus intenciones de taparse con las manos y fue rápido en agarrar sus muñecas para impedírselo.

—No —gruñó.

—Oh, vamos... No quiero que me mires las tetas de esa forma, ya sé que son pequeñas y...

—No —repitió, esta vez alzando la mirada para mirarla directamente a los ojos—, me gustan tus tetas sin importar que estas quepan perfectamente en mis manos.

—Ya, pero si fueran más grandes...

—Si fueran más grandes me gustarían igual que ahora. No es por el tamaño, es por ti, porque son tuyas —dejó en claro—. Así que ahora déjame hacer mi magia sobre tus pezones, prometo que te gustará.

Besó sus labios al tiempo que liberaba sus muñecas, sus manos bajaron hasta sus pechos para acunarlos, frotó su pulgar contra sus pezones para endurecerlos antes de llevar su boca a ellos. Pasó la punta de lengua por ellos, tentándola, sabiendo que no cerraría los ojos por nada del mundo para no perderse ningún detalle.

—¿Esto te gusta, vainilla? —preguntó, sabiendo de antemano su respuesta.

—Si —admitió en un suspiro ahogado.

—¿Y esto? —succionó dicha parte de su cuerpo, raspando con sus dientes para darle a probar un poco de todo.

—Si... —su dificultosa respiración estaba siendo poco útil cuando le tocaba responderle, él repitió la acción con el contrario haciéndola soltar guturales sonidos que le encantaban.

Bajó sus besos por su vientre y antes de llegar a su ombligo ella lo detuvo, volvieron a unir sus bocas y las manos de Layla empezaron a desabotonar la camisa del dominante. Una vez terminada la acción se deshizo de la prenda. Le fue inevitable pasar la yema de sus dedos por su piel, descendiendo hasta llegar al borde de su pantalón, alzó la mirada por inercia y él le dio el visto bueno cuando asintió, dejándole entonces desabotonar el botón de su pantalón y bajar la cremallera. Erick se encargó de lo demás, dejando que dicha prenda terminara en el suelo.

—¿Estás segura de esto? —preguntó, bajando el pantalón de su pijama, dejando una sutil caricia en sus piernas—. Si me dices que pare lo haré y nada de esto habrá pasado para ninguno de los dos.

—No quiero que pares —admitió—, ya es tarde para arrepentirse.

—Layla, hablo completamente en serio, eres muy joven y... —sus palabras quedaron en el aire cuando la vio alzar sus caderas, despegando su culo de la cama, para deshacerse ella misma de sus bragas—. ¿Donde tienes los condones?

—Yo no tengo condones —murmuró con obviedad.

Erick maldijo entre dientes antes de agarrarla por los tobillos y deslizarla por la cama para que quedara más cerca de él, le separó las piernas para echarle una ojeada a su entrepierna, que brillaba por la excitación.

—Bien —asintió ligeramente—, no voy a follarte sin condón.

Dejó una cadena de húmedos besos por sus piernas, deteniéndose en sus muslos para pasar su lengua, acercándose peligrosamente a su palpitante coño. Separó los pliegues con sus dedos, notando como su humedad la recorría de arriba a abajo y acercó su nariz a su clítoris para frotar esa zona en concreto y embriagarse con el olor femenino que desprendía. Derramó su saliva allí, conocía a cierta persona que le encantaba esta acción y por la familiaridad sabía que a Layla también le gustaría.

—¿Vas a correrte en mi boca, vainilla? —preguntó, hablando sobre su húmeda piel.

—¿Si?

—No has sonado muy segura —pasó su lengua por sus pliegues—. ¿Necesitas que repita la pregunta?

—No, voy a correrme en tu boca.

Él sonrió, amando la seguridad con la que había soltado dichas palabras. Son ahora sus dedos los que obran un ritmo constante, palpitante, excitante y enloquecedor. Estimulándola mientras sus labios besan su sexo. Los dedos de la adolescente agarran su pelo con fuerza, tirando de él y presionando su rostro para tenerlo más cerca. Nunca antes había experimentado un placer tan inmenso y vibrante.

—Oh, jodido infierno —maldijo, alzando sus caderas al sentirse arder—. Erick, Erick...

Alzó la mirada ante sus llamados, sin detener los movimientos, volviendo la acción mucho más caliente para los dos. Sintió su orgasmo explotar, arrancándole un sonoro gemido que le quemó las cuerdas vocales, los espasmos recorrieron su cuerpo y sus piernas temblaron incluso instantes después. El dominante bebió cada gota de su esencia, sediento de ella, con los labios empapados subió para besarle los labios y darle a probar su propio sabor.

Lujuriosos PensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora